Si tan solo hubiera sido yo

Capítulo 11

Rose no demoró mucho en llegar, aunque para los sirvientes fue mucho más de lo que en realidad se demoró. Fabián también dijo que iba en camino, y recomendó que Rose solo tomara a la niña y saliera de ahí. Emanuel se pone demasiado agresivo con el alcohol para que ella se exponga frente a él, más cuando en sus delirios la acusa a ella por haber terminado su matrimonio.

Apenas Rose llegó a la casa su hija asustada corrió a sus brazos aferrándose a ella con mas fuerzas de lo usual. La mujer no ocultó su sorpresa, la verdad que después de tantos años se había olvidado de esa fecha. Pero hasta ahora Emanuel solo solía encerrarse y nunca llegar al extremo de asustar a la pequeña Amanda de esa forma. La niña tiembla en sus brazos.

Rose tensó su mirada preocupada y dirigió su mirada hacia el fondo de ese conocido pasillo, un escalofrío la hizo desviar la mirada, pues recuerdos ingratos y dolorosos parecieron penetrar con fuerzas en su cabeza.

Desde el despacho pudo escuchar fuertes ruidos, su corazón se agitó en una desesperación agobiante que hace muchos años no había vuelto a sentir, tragó saliva con amargura, estaba a punto de tomar a su hija y salir de ese lugar de inmediato.

—¿Vino sola? —preguntó Laura preocupada.

—Mi marido está trabajando y deje a mi hijo menor con mi hermano —claro sin decirle que venia a la casa de los Stravros—. Pero nos iremos ahora mismo por lo que no…  

—Esa voz… —Emanuel apareció borracho frente a todos, su mirada reflejaba tal rencor y odio que Rose conociéndolo más que los otros, de inmediato se giró preocupada.

Detrás de Emanuel aparecieron los guardias de la casa, entre ellos Víctor, el hermano de Laura. Es evidente que han intentado detenerlo, pero como él sigue siendo su jefe no pueden aplicar más fuerza de la necesaria.

El hombre se tambalea afirmándose en las paredes y sus ojos agudos y penetrantes siguen fijos en los claros ojos verdes de la mujer. Rose se quedó paralizada, es como ver una imagen del pasado que aun en las noches sigue atormentándola en sus pesadillas.

No reaccionó hasta sentir una pequeña mano que se entrelazaba en la suya y se aferraba con temor. Giró su mirada en dirección a su hija y pestañeó aun confundida hasta que se dio cuenta que por el bienestar de la niña tenía que ser capaz de reaccionar.

—Amanda, ve con los tíos a comprar algún pastel rico para que comamos más tarde en casa —le dijo a la niña sonriendo e inclinándose a su altura.

—Mami… —susurró su hija aferrándose a ella—. ¿Papá está enojado conmigo?

—No, corazón, es con mamá, vete ya para que puedas elegir el pastel más rico antes que se acabe —la mirada que en ese momento Rose le dirigió a doña Luisa y a Víctor fue evidente para que ellos actuaran de inmediato tomando a la niña en sus brazos y saliendo del lugar.

El guardia no quisiera dejar solas a su hermana y a la antigua señora, pero en este momento le han indicado que su prioridad es proteger a la pequeña señorita, por lo que dio instrucciones rápidas al resto de los guardias antes de salir de la casa.

Rose cerró la puerta justo a tiempo, pero no logró esquivar a Emanuel quien la tomó del cuello empujándola contra la misma puerta. El repentino golpe no solo la impresionó a ella sino a todos los presentes que se quedaron paralizados viendo lo que acababa de pasar.

El aire se le fue de inmediato ante el sorprendido agarre y apretó los dientes viendo el rostro descompuesto de aquel hombre.

—¡¿Dónde está Emilia?! ¡¿Qué hiciste con ella, puta barata?! —le gritó tan borracho que no es capaz de razonar.

Quienes estaban presentes se abalanzaron encima intentando que soltara a la mujer. Laura no pudo evitar quedarse inmovilizada ante lo que ve, pero más al notar la mirada de Rose, aquella mujer que antes lucía tan calmada y pacifica frente a la pequeña Amanda, ahora no deja de mirarlo con pánico. Un miedo que no es algo que nazca de una persona de un momento a otro. Es un miedo creado a partir de años de maltrato y sumisión.

¿Cuál habrá sido la relación de ellos dos que en los ojos verdes de la mujer pareciera tenerle un miedo paralizando? ¿Acaso Rose en realidad es la culpable de la desaparición de la exmujer de su jefe?

—Si no fuera por ti, Emilia nunca hubiera desaparecido…

Balbuceó cuando fue tironeado a la fuerza y cayó al piso fruto de su cuerpo alcoholizado. Emanuel empezó a dar alaridos enloquecedores productos de la culpa y el dolor. Rose al sentir el aire entrar a sus pulmones se tocó el cuello siendo ayudada por el resto de los empleados a ponerse de pie. Bajó la mirada aun desconcertada llevando sus manos a su cuello adolorido, para luego alzar los ojos hacia el hombre borracho y arrugar el ceño.

Nada ha cambiado, han pasado seis años y nada ha cambiado. Apretó los dientes y ante la sorpresa de todos se levantó del piso y llegando al lado de Emanuel le dio una bofetada tan fuerte que hizo que incluso el alcohol se le evaporara de su cabeza.

El hombre se quedó con los ojos abiertos sin reaccionar, es la primera vez que Rose lo golpea de esa forma. Ni siquiera pestañeó cuando la vio caer a su lado y aquella empezar a golpearle el pecho con varios golpes, no le duelen, pero no deja de sorprenderle ver a esa mujer actuar de esa forma. Más cuando aquella lo tomó del cuello de la camisa.

La mirada que la mujer le dirigió en ese momento era muy distinta a todas las miradas que recibió de ella en toda su vida. Hay rencor, hay dolor, y unas lagrimas calientes de impotencia surcaron por la blanca piel.

—¡¿Hasta cuando vas a seguir con esta mierda?! —exclamó gritándole, no solo sorprendiéndolo a él sino además a todos los presentes, la expresión de congoja es evidente en la mirada de la mujer—. Cuando era Emilia no dejabas de compararme con Rose, vivías añorándola, y cuando soy Rose añoras a Emilia como si en verdad alguna vez la hubieras amado ¡Hablas de nuestro matrimonio como si hubiese sido algo que añorar! No te bastó… no te bastó con destruir todo lo que amaba, alejarme de todo el mundo. Prometiste ser todo lo que necesitaba, pero una vez que nos casamos fue todo un infierno, no dejabas de humillarme, de despreciarme, de acostarte cada noche con otras mujeres y restregármelo en la cara. De ignorarme cada vez que clamaba por tu compañía y atención. Tuve que acostumbrarme a dormir en una cama fría, a vivir dentro de una enorme jaula de oro rodeada de soledad. Llegué a pensar que la única forma de huir era abrir mis alas y saltar de la ventana más alta. Si no me hubieras pedido el divorcio ese hubiera sido mi final. Ahora me gritas culpándome por Emilia, culpándome de hacerla desaparecer, como si yo no fuera la misma mujer que estuvo casada contigo por tres años. ¡Mírame bien, yo soy Emilia, yo soy Rose, no somos dos mujeres distintas, somos una misma mujer! —luego de eso bajó su tono de voz bajando la mirada con tristeza, se sintió culpable por desbordarse de esa forma, aunque varias veces su psicóloga le ha recomendado no guardarse todo adentro, pero es que al sentir su vida otra vez en las manos de su exmarido la hizo recordar lo que no quería y soltar lo que por mucho tiempo ha escondido dentro de sí—. Tienes que parar esto, no solo te estás haciendo daño a ti mismo también lo estás haciendo con nuestra hija. Ya basta…




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