Sueños

Capítulo 14. El objeto de su afecto

 

Grace Miller vivía con su abuelito, el anciano en su juventud fue un gran arqueólogo y ahora tenía una tienda de antigüedades.

Los padres de la pequeña murieron cuando cumplió cinco años, pasando su custodia a su abuelo materno, quien tuvo que darle su apellido para poder adoptarla oficialmente. La chica era una clase extraña de criatura obediente que anteponía los deseos de su tutor por sobre los suyos.

— Gracias, que disfruten su compra.

Sin embargo, la pelinegra no dejaba que su abuelo viera sus preocupaciones y verdaderos deseos, a la única en quien confiaba para ello era July, si, definitivamente era la persona más confiable de su vida, más que el resto de sus amigos, aunque sonora discriminativo.

— ¿Todo bien, mi querida nieta?

— Sí abuelito, acabo de despedir a unos clientes.

— Qué bueno.

Henry Miller siempre había sido un fan de las antigüedades, y no solo las vendía también se dedicaba a repararlas; siendo viejo, pensaba que viviría su vida con tranquilidad después de retirarse, pero Grace cambió sus planes de partir a alguna isla caribeña y refugiarse en sus memorias hasta el fin de sus días, aunque eso ya no importaba, amaba a su nieta como en su tiempo amo a su difunta hija, por lo que mirar a Grace crecer era como recibir un maravilloso obsequio.

— ¿Abuelito...? Yo...

— ¿Sí, dime?

— Yo... quería saber... bueno...

— Habla claro hija, parece que el gato te comió la lengua.

Grace sonreía con nerviosismo, pero como no estar nerviosa cada vez que preguntaba lo mismo.

— Esta noche mis compañeros harán una fiesta y me preguntaba si...

— Ya sabes la respuesta.

El señor ni siquiera se había detenido a mirar el rostro desilusionado de su nieta, como él había dicho la respuesta era la misma de siempre.

— Pero abuelito...

— Sabes que no deberías salir por ahí con quien sabe qué tipo de gente a riesgo de que algo pueda pasarte.

— Abuelo, no va a pasarme nada, ya tengo veinti...

— No me importa que tengas cincuenta años, mientras tú estés a mi cargo debes obedecer.

Grace bajó el rostro, era costumbre que pasara eso cada vez que se mencionaba la palabra "salir a divertirse". Su abuelo había creado una barrera alrededor suyo donde muy pocas personas habían logrado traspasar con suerte y entre ellos se encontraban sus amigos más cercanos. La muchacha comprendía él por qué del miedo de su abuelo, había perdido a su hija en la flor de su vida y pensaba que su nieta solo estaría segura bajo su ojo vigilante, no obstante, olvidaba que la chica era joven y como tal la diversión y las distracciones estaban a la orden del día. El cómo había logrado que su abuelo le permitiera estudiar artes y humanidades había sido un misterio, pero muy por dentro sabía que se debía a cierta chica rubia con sonrisa inigualable, como sea, le debía mucho a su amiga y ahora estaba por utilizarla.

— July va a ir...

Henry se dirigió a la cocina y mientras encendía la estufa, el nombre de la rubia llegó a sus oídos.

— ¿July?

— Sí... ella también irá, sabes muy bien que cuando salgo con ella siempre regreso sana y salva.

El señor Miller podía desconfiar de la escandalosa moto de Christian, del auto deportivo de Daniel, o incluso de la bicicleta de Trisha, pero cuando se trataba de July hacia una excepción y no porque ella fuera precisamente una santa.

— No lo estás diciendo solo para que te dé permiso, ¿verdad?

Grace negó mirando la oportunidad de poder salir de noche.

— Déjame pensarlo...

— ¿Qué tienes que pensar abuelito? July te ha demostrado muchas veces que es de fiar, sobre todo cuando se trata de mí, por favor... no me va a pasar nada, July jamás lo permitiría.

Y para la seguridad de Henry así era, su niña tenía razón, July era una chica hiperactiva e impulsiva, sin embargo, cuando se trataba de Grace la rubia la cuidaba cual figurilla de cristal y siempre la regresaba a casa sin ni un solo rasguño, al parecer su nieta no podía estar en mejores manos que en las de July.

— Mmm... puedes ir, solo si prometes llegar a temprano.

La joven sonrió abrazando a su abuelito quien le devolvió el gesto resignadamente.

— Gracias, muchas gracias, te prometo que nada malo pasara y estaré aquí tan puntual como siempre.

— Más te vale o esos amigos tuyos... hey, ¿a dónde vas tan deprisa?, ni siquiera he terminado de... ay, esta juventud— suspiró el anciano, al notar que estaba hablandole a la nada, otra vez.

 

*    *    *

 

Sábado, era su día menos favorito de la semana porque no podía actuar y tenía un montón de trabajos.

— Maldición— susurró la rubia cuando el tubo del lavabo de aquel baño goteo por sexta vez.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.