Un amor para el presidente

Capitulo 9

 

Tras la noticia del fracaso de la fertilización, un equipo del servicio secreto fue en búsqueda de Paula ese mismo día a su apartamento. El presidente y su equipo solicitaban con urgencia su presencia.  Esta vez no tuvieron que secuestrarla, ella misma agarrada de la mano de su pequeña, fue llevada inmediatamente hacia la propiedad privada del mandatario en los Hamptons. 

— Señora Bichini, el presidente, la recibirá para una entrevista en los próximos minutos — le informó Jamal con prisa, conduciéndola hacia los jardines. 

— ¿Entrevista? — preguntó extrañada. 

— Sí, el secretario de estado, Matt Kennedy, le expresó al presidente sus deseos de estar cerca de Liam, por lo que el mandatario le hará una entrevista — seguía comentando mientras la invitaba a disfrutar de la merienda servida en los jardines. 

Sophie abrió los ojos al ver las palomitas de maíz y el helado en una fuente, soltó la mano de su mamá y fue corriendo a comer. 

— ¿Pero para qué sería la entrevista? — insistió en preguntar. 

La mujer la observo con apuro, y le tendió una carpeta.

— Usted quiere estar en la vida de Liam y el presidente necesita una niñera. Su entrevista será para el puesto de niñera. 

Paula quiso saltar de la alegría. Por supuesto que quería estar cerca del niño, no solo porque estaba enfermo. Paula cada noche se iba a dormir pensando en él. Era algo más fuerte que ella. 

Como si en otra vida aquel pequeño hubiera sido su hijo. 

Una hora después, Paula soplaba levemente a través de la varilla de plástico con el deseo de que las pompas de jabón que salían por el otro lado se llevaran sus problemas. Sophie jugaba a sus pies en la hierba, chillaba de la forma contagiosa propia de los niños de su edad, lo que hizo reír a la mujer, a pesar del desastre que se avecinaba. 

Estaba segura de qué esa entrevista sería un desastre porque ella ya no tenía filtros y el presidente tenía una respuesta para todo. 

Vio que la asistente del presidente venía hacia ella, y la tensión creció en su interior. 

— El señor Kennedy la espera en su despacho, Paula. Entre por la puerta a la izquierda del jardín — le señaló con un gesto la amplia y lujosa casa.

Paula se pasó la lengua por los labios resecos. Esperaba que el presidente no se enojara con ella y la viera como un fracaso. 

Él no es Adriano, puede ser una momia y todo, pero no es Adriano. Jamás te hará sentir basura, le decía su voz interior. 

— Mi hija...

— Yo la vigilaré mientras habla con el jefe. Es él quien tiene la última palabra, pero sepa que cuenta con mi voto a favor — dijo Jamal, mirando con una sonrisa a Sophie. 

— Gracias, señora.

  — Llámame, Jamal. Y... Paula, haga como hizo anteriormente, no dejes que Luke te intimide. Es un buen jefe y un buen hombre, a pesar de su forma de ser. Hoy está aún más errante, debido al fracaso de la fertilización...

— Yo lo siento tanto — se disculpó triste. 

— No es su culpa. Seguiremos buscando la forma de salvar a Liam. 

El temor hizo que Paula fuera incapaz de articular palabra.

¿Y si la echaba? 

 Asintió y se dirigió a la casa. La distancia hasta ella le pareció enorme, y llegó a las escaleras de piedra jadeando como si hubiera corrido un kilómetro. 

 

Por la puerta vio al presidente, que se hallaba sentado tras un inmenso escritorio de caoba. 

Llamó a la puerta. 

El hombre alzó la vista con el ceño fruncido y le indicó que entrase con un movimiento de la cabeza. 

Oh, volvemos a ser la momia. 

La mano de Paula estaba sudada y tuvo que secársela en el vestido antes de conseguir cerrar la puerta.  

Luke Kennedy, de rasgos como los de un modelo y el pelo espeso y oscuro cortado en capas, parecía el protagonista de una de esas novelitas Pasión que ella leía en su adolescencia. 

 Vestido con un polo negro que llevaba desabrochado y permitía apreciar su cuello, desprendía poder y prestigio. 

Paula pensó que un hombre rico y encantador había contribuido a que su vida se hubiera destruido tiempo atrás, así que no iba a bajar la guardia con aquel. 

— Buenas tardes, señor presidente. 

 Sus ojos de titanio la inspeccionaron de arriba abajo sin miramientos. Paula esperó que el sencillo vestido y las sandalias pasaran el examen. 

— ¿Por qué la despidieron de su anterior empleo?

 Muy nerviosa por la brusca pregunta cuando ni siquiera había cerrado la puerta, trató de ganar tiempo mirando los cuadros de las paredes, que, para su sorpresa, eran originales.

Se notaba el respeto y el cariño por sus ancestros. Definitivamente, el presidente venía de una familia tradicional. 

  — Me despidieron porque me negué acostarme con el padre de uno de mis alumnos. 

— ¿Le hizo proposiciones deshonestas? 

— Sí. 

— ¿Por qué no se quejó al director de la escuela? ¿Con la comisión de derechos humanos?  

Ella suspiró, ojalá el presidente no fuera un machista cobarde y le diera la oportunidad de hablar. 

— Lo hice, pero el padre en cuestión era uno de los principales benefactores de la escuela. No hicieron caso de mi queja. 

— Dicho padre era uno de los mejores amigos de su exesposo. Bastante casualidad. Su familia tampoco tiene buen concepto de usted.

— No me gusta su tono de voz, señor presidente. 

— Yo hago las preguntas aquí, Paula — dijo con autoridad. 

Ella pensó que solo era un padre, con deseos de buscar la mejor persona para cuidar a su hijo, lo vio como un padre preocupado, no como la momia bestial que era. 

— Y yo le pido, señor presidente, que por favor escuche mi versión antes de sacar conclusiones.

— ¿Por qué habría de hacerlo? 

— Porque es la única forma de llegar a conocerme. 

Él rodó su mirada nuevamente por el sencillo vestido de ella. 




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