Un amor para Nebraska

Capítulo 26: Zeke

Sería imposible decir cual de las tres hermanas está más nerviosa.

No se parecen a las hermanas que hasta hace un momento cantaban canciones pareciendo ebrias felices.

Quise esperar en el auto a que terminaran de hablar con su padre—mejor dicho esperma fallido porque así lo llaman—, pero pidieron que las acompañara y eso estoy haciendo.

April y Nebraska van por delante y Ariozona y yo detrás de ellas.

La información que me dieron fue que el señor Adams está muriéndose. Tiene cáncer de hígado y no tiene posibilidades de salir con vida. Antes de morir quería hacer las paces con sus ex mujeres e hijas.

Una de sus mujeres está muerta y la otra no quiere saber nada, así que solo quedan las hijas.

Me pongo en su lugar y yo también vería a mi padre antes de que se muriera, ya fuera para insultarlo o perdonarlo.

Honestamente, el señor Adams se equivocó mucho. No estuvo bien que desapareciera de la vida de sus hijas, sin embargo, lo que pasó ya sucedió y no hay vuelta atrás.

Nos encontramos con el detective que se puso en contacto con las chicas.

—Esa hubiera sido tu competencia si no dejabas de ser tortuga. —musita Arizona en voz baja.

Ahogo una carcajada a la vez que repaso al detective con la mirada. Apuesto, en forma y viste con elegancia. Puedo decir que me alegra haber dejado de ser tortuga porque no habría tenido oportunidad con Nebraska con el detective siendo liebre.

Supongo que tuve la ventaja de vivir en Cork y que fui el amor platónico de Nebraska, de lo contrario me hubieran bateado.

El detective extiende la mano hacia mí y se la estrecho sin haber escuchado lo que dijeron las hermanas.

—Su padre las espera. Yo terminé mi trabajo y debo irme—sonríe—. Un gusto conocerla a las tres. Me alegra que haya decidido venir.

El detective se aleja con pasos firmes sin agregar nada más.

El señor Adams vive en una residencia desde que supo sobre su cáncer. Al parecer tiene dinero o no sé como habrá hecho para pagar su estancia en este lugar con internación domiciliaria asistido por una enfermera.

Ninguna de las hermanas tiene idea de nada.

—¿Listas? —pregunta April.

Las dos hermanas rubias asienten.

April y Nebraska entran primero, luego yo y finalmente Arizona que casi decide quedarse atrás.

Nos encontramos a un hombre alto, de cabello blanco, flaco y demacrado que nos observa desde una silla ruedas con las piernas cubiertas por una manta de colores. Él pasea la mirada mientras las tres hermanas se acomodan en su campo de visión y yo permanezco en la entrada sin acercarme demasiado.

Preferiría no estar en medio, sin embargo, irme sería hacer un desplante a las hermanas. En especial a Nebraska que busca mi mirada y le sonrío con tranquilidad.

—Vaya, sí que está viejo. —dice Arizona sin anestesia.

April le reclama y Nebra ríe.

—Me alegra que vinieran. Lamento que sea en estas condiciones.

—No vinimos para tranquilizar tu conciencia, solo queremos saber por qué nos abandonaste como un cobarde al descubierto. —dice Nebraska con dureza.

El hombre baja la cabeza un momento y la levanta. Su mirada es de un intenso color azul, del mismo color que April.

—Habla. Ahórrate la introducción. —pide Arizona cruzándose de brazos.

—Me enamoré de sus madres, de ambas. Era feliz con mi primera esposa y no buscaba una segunda, solo que Adelaida me conquistó de otra manera. Era lo que Leonor no era y sin darme cuenta la amistad que sentía por Adelaida se convirtió en algo más. ¿Es posible amar a dos mujeres al mismo tiempo? Yo les digo que lo es.

»Quise ser sincero con ambas muchas veces, pero temía perderlas.

—Mamá no era tonta y algo sospechaba—dice Nebraska—. ¿Qué esperabas al decirle la verdad? ¿Qué ambas aceptarán la estupidez que estabas enamorado de ambas y viviéramos todos juntos como una gran familia? Era obvio que mamá quería ser la única y Adelaida también. Aun así, eso no justifica que nos abandonara a nosotras. —señala a sus hermanas y a sí misma.

El señor Adams niega con la cabeza.

—Leonor me pidió el divorcio y que firmara la autorización para llevárselas del país, y lo acepté como una demostración de amor hacia ella. Le pedí verlas a ustedes, pero nunca quiso y pelear en la justicia no era algo que quería hacerle a ella después de que la lastimé. Por otro lado, no quería forzarlas a tener una relación conmigo.

—¿Y conmigo? —pregunta April—. Mamá no te hubiera negado que me vieras y estaba en el mismo país.

—Quise darles tiempo, pero tu madre no quiso saber nada y cuando pensé en acercarme a ti descubrí que tenía cáncer. Viví un tiempo con mi madre hasta que no quise ser una carga y me fui.

—Son puras excusas—habla Arizona—. Eres un infiel bígamo y mentiroso que no merece ser llamado padre.

—Ari… —dice April apoyando la mano en el hombro de su hermana.




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