Un Trato Con La Bestia

Capítulo Dieciséis

Lentamente, te estás metiendo dentro de mí, invades con descaro cada uno de mis pensamientos y de la nada te conviertes en el deseo insatisfecho de mi pecho.

 

Dominic

 

No estoy seguro de si el corazón que siento retumbar con tanta fuerza es el de ella o el mío, sin embargo, si puedo asegurar que ambos estamos envueltos en la misma nube de la que no queremos bajar, su mirada plantada en la mía me dice tantas cosas que también deseo en este momento, como volver a besar sus labios, aceptar la invitación que me hace al tenerlo entreabiertos mientras nuestros alientos se mezclan.

 

Alguno de los dos debe de tener un poco de cordura y no quiero ser yo, pero es obvio que lo que ella está sintiendo en este momento es nuevo e hipnotizante, y no tendrá la voluntad para detenerme antes de que la pasión reclame su lugar en medio de nuestros cuerpos.

 

—Es mejor que volvamos —musito provocando que la decepción aparezca en sus pupilas—, esto no puede pasar entre los dos, fueron tus condiciones —añado con la intención de darle el valor que necesita para salir de mis brazos.

 

Por algún motivo el cambio en su forma de mirarme crea un vacío profundo dentro de mí.

 

—Tiene razón, señor Black, debemos evitar por todos los medios repetir este tipo de situaciones incómodas entre los dos, es imperdonable que olvidemos que es solo un contrato el que nos une —alega al tiempo que deshace del nudo de mis brazos a su alrededor.

 

—¿Volvemos al señor Black? —indago a sabiendas de que es un mecanismo de defensa.

 

—En privado, por supuesto, acaba de espantar a la señorita, así que no veo motivos para fingir cuando estamos completamente a solas —contesta con evidente molestia.

 

Tal vez se siente tan frustrada como yo por no haber podido continuar, sin embargo, es lo mejor para los dos. Asiento y le ofrezco la mano para guiarla de regreso, pero me hace seña para que camine adelante.

 

—Algo bueno salió de todo esto por lo menos —comento al cruzar el salón.

 

—¿Sí? —inquiere con curiosidad y se detiene.

 

—Sí —afirmo—, esa mujer nos encontró en una situación bastante íntima y eso juega a mi favor —añado con una sonrisa y enseguida me muerdo la lengua al ver el cambio en su cara.

 

—Es todo un placer cumplir con mi palabra de ayudarte —pronuncia con amargura antes de darme la espalda y caminar a paso rápido.

 

—Atenea, por favor, no fue eso lo que quise decir.

 

Camino detrás de ella tratando de alcanzarla, pero parece una gacela huyendo de su depredador. Se detiene antes de salir del pasillo, me lanza una mirada asesina que en un segundo sufre una metamorfosis y cambia por una más dulce y enamorada. Ruedo los ojos al entender la ironía de sus actos.

 

—No quise decirlo de esa manera, es decir, no quería ofenderte —musito para que solo ella me escuche a medida que nos acercamos a los encargados de supervisar el trabajo.

 

—Señor, señora Black, no fue mi intención ser indiscreta, les pido una disculpa —formula la diseñadora al vernos, las mejillas de mi esposa se sonrojan y parece ahogarse con su propia saliva.

 

—Le sugiero que para la próxima utilice el teléfono —advierto y la insto a que me diga para qué me buscaba.

 

Me explica que deben de cambiar algunas tuberías, ya que al ser la casa un poco antigua, muchas de las conexiones de agua están fuera de norma, por lo que tardaran un poco más en concluir con la obra. En realidad me esperaba algo como esto, cuando la compre solo me ocupe de arreglos estéticos, acondicione las áreas que supuse íbamos a utilizar de manera superficial sin prestarle mucha atención a la estructura.

 

El representante de la inmobiliaria creo que también me dijo algo sobre las reformas que debía hacer, no obstante, cuando el paisaje del atardecer se cruzó en mi campo visual fue suficiente para decidir firmar los documentos.

 

—Perfecto, no tengo ningún inconveniente con que arreglen lo que se deba arreglar, pero si necesitan hacer un cambio o que apruebe algo, les dejo claro que será mi esposa la que tome las decisiones al respecto —decreto dándole autoridad absoluta a la mujer que hace un momento logro desestabilizar por completo mi mundo de una manera que jamás había experimentado con ninguna otra.

 

Conversamos un poco más en lo que nos muestran los planos para indicarnos donde van a trabajar, Atenea se muestra sumamente interesada por lo que sin que se dé cuenta me alejo para contestar el teléfono cuando el aparato empieza a vibrar dentro de mi bolsillo. Mientras converso con mi asistente y le pido que aplace para una hora más tarde la reunión que tenía prevista justo para esta hora, no aparto la mirada de mi esposa.




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