Un Trato Con La Bestia

Capitulo Diecisiete

La pasión recién descubierta de en mi cuerpo exige hambrienta seguir colgada de tus labios hasta perderme en la mágica lujuria que detonan tus manos al contacto con mi piel.

 

Atenea

 

Hemos venido todo el camino en silencio, la verdad no sé qué decir de todo lo ha pasado en esta última hora. Dominic me sorprende, jamás espere que se comportara de esa manera conmigo, creo que lo demonice sin conocerlo y ahora me encuentro en la disyuntiva de no saber cómo definirlo con exactitud. Me aterra, me atrae, me intimida y al mismo tiempo empiezo a necesitar su compañía, y sus besos, esa manera de tocarme, de despertar algo en mí que no sabía que existía.

 

Me atrevo a mirarlo cuando estamos por llegar y como si estuviésemos conectados, él voltea a mirarme también provocando que las palabras se consuman en mis labios y las ideas se esfumen de mi mente. Inconscientemente, me paso la lengua por el labio inferior y dejo la boca entreabierta, las sensaciones que se despertaron con el Sound de fondo vuelven a estremecerse en mi pecho despertando el escozor en mi piel que muere por ser acariciada por sus manos.

 

Devuelve la vista al camino cuando ingresamos en un estacionamiento subterráneo de un enorme edificio. Toma con fuerza el volante, separa los labios y se los humedece con la lengua, maldita sea, debemos parar con este juego.

 

—Espero que en tu departamento tenga mi propia habitación —pronuncio cortante deseando controlar la situación al cambiar de actitud.

 

La expresión de su cuerpo cambia al instante, sus labios se aprietan y contraen endureciendo las formas de su exquisito rostro.

 

—No, el tiempo que estemos aquí tendremos que compartir habitación, no es un departamento demasiado grande, así que no cuenta con tantas habitaciones.

 

Trago saliva y de nuevo planto la vista en él.

 

—Creí que tenías el penthouse del edificio —inquiero a la vez que nos detenemos.

 

—Así es, pero nos trajimos al personal completo de la casa que aunque no son muchas personas, son suficientes para llenar el lugar, no podía dejarlos en la calle mientras arreglan la casa, y teniendo esta propiedad tampoco vi lógica en pagarles un hotel y que tuvieran que trasladarse cada día de un lugar a otro —agrega explicativo.

 

—Pudiste pagarles unas vacaciones —replico antes de bajar del auto pensando en cómo haré para no sentirme asfixiada con él cada noche dentro de la misma habitación.

 

—No lo vi necesario, pero tomaré en cuenta tu sugerencia, no obstante, eso no es importante ahora, debemos elegir quién duerme en la cama y quién en el sofá —señala haciendo que gire a verlo.

 

No lo creo capaz de hacerme dormir en el sofá, aunque sí con eso consigo que estas ganas de…

 

—¿Qué propones para resolver nuestro dilema? —cuestiona interrumpiendo mis pensamientos.

 

Todo ha cambiado muy rápido entre los dos, hace dos días creí que lo odiaba y ahora me encuentro tratando de evitar ciertos pensamientos que lo incluyen.

 

—No sé, tal vez lanzando una moneda —musito a medida que de nuevo se acerca a mí, acortando el espacio entre los dos.

 

Estoy segura de que se divierte con este juego, sabe perfectamente cuanto me afecta. Me toma de la mano y me hace acercarme más para posteriormente empezar a caminar hacia el ascensor.

 

—Parece una buena idea, lo haremos después de la cena ¿Te parece? —musito un ligero sí al entrar a la pequeña caja de metal que me obliga a estar en un espacio extremadamente reducido con un hombre que amenaza con desequilibrar toda mi estabilidad emocional.

 

El ambiente se torna tenso, mi respiración se vuelve pesada, cargada de todo el deseo sexual que nos envuelve. Paso saliva y separo los labios para poder aspirar, miro de reojo a Dominic que parece víctima de las mismas emociones que yo. De pronto lanza una maldición masticada, bufa y me empuja hacia la pared del ascensor, sus labios se apoderan de los míos de inmediato, besando y mordiéndolos para que le dé acceso a mi boca.

 

Jadeo, sin poder controlarlo, su lengua se reencuentra con la mía y juntas inician una danza salvaje y arrebatadora por el control. Sus manos se mueven ligeras y libres sobre mi ropa mientras yo busco olvidarme de la timidez y explorar con mis dedos los músculos que se marcan sobre la camisa de algodón que los cubre.

 

Su boca deja la mía y baja hasta mi cuello donde le permito el acceso dejando caer mi cabeza a un lado, el tacto electrifica cada poro de piel provocando que me estremezca por completo al tiempo que me cuelgo de su cuello y subo mis manos hasta su pelo para tirar de con fuerza de su melena que se enreda entre mis dedos.




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