Una Reina Para El Principe

Capitulo 1

Madrugar para mí nunca ha sido mi fuerte, pero debía arreglarme para ir a trabajar. Bogotá era una ciudad del caos y entre más rápido me levantará para salir era lo mejor. No quería quedar atorada en el trancón, ni menos perder el servicio público, que era lo único que podia permitirme. Mi trabajo era pesado, estudie relaciones internacionales, para dedicarme a algo que no tiene nada que ver con mis estudios.

Sin olvidar que mi jefe era una persona horrible. Un señor de cincuenta y tantos, que lo único que sabe es faltarle al respeto a los empleados, sobrecargarlos de trabajo y ni siquiera paga horas extras. Todo toca hacerlo por amor al trabajo y amor a la empresa.

Amor mi basura.

Entre en la ducha dejando que el agua fría cayera por todo mi cuerpo. Necesitaba relajarme todo lo que fuera posible, porque al salir de la puerta mi vida se iba a volver un caos total. Salí en vuelta en la toalla y saque uno de mis trajes para el trabajo. Deseaba la mirada de mi jefe por encima de mis hombros y no más abajo.

Me amarré mi cabello negro en una coleta alta y me maquillé un poco.  Revise tres veces mi vestimenta en el espejo, antes de salir a la sala.

—Buenos días, querida—Me saluda mi amiga Teresa.

Vivo en un apartamento con mis dos mejores amigas: Teresa y Jessica. Somos unidas y eso me agrada demasiado, son las únicas amigas que tengo desde la primaria. Las tres tomamos la decisión de mudarnos a Bogotá para estudiar.

El año pasado tuvimos la suerte de irnos a un viaje por toda Europa. Fue el mejor momento de mi vida y solo esperaba tener la oportunidad de repetir ese magnífico momento. Pedimos tomarnos fotos por todos lados, sin olvidar que estuvimos afuera del gran palacio de la familia real. Por un instante quise ver si salía algún miembro de la familia, pero esto resultaba difícil tratándose de personas importantes.

Aún recordaba todo con anhelo.

—Buenos días, Teresa—Me acerqué al comedor y agarré unas tostadas.

Cuándo me siento en la mesa, me doy cuenta de que mi amiga está hablando con alguien por medio de mensaje de texto.

—¿Con quién hablas?—La curiosidad es más grande.

Sabía que podía preguntar. Nos conocíamos y no acostumbramos a guardarnos secretos. 

—Con Francisco, tu primo.

No me tomó por sorpresa que hablara con él. Eso me hizo recordar ciertas cosas que trataba de mantener en el olvido, pero que ahora luchan por salir a la luz en estos precisos momentos.

—Según me dice, piensa venir—Jessica interviene saliendo de la cocina con dos platos.

Agarró varias tostadas y las acomodó en mi plato, mientras que a Teresa le puso uno vacío. Ni siquiera lo notó y siguió hablando por teléfono como si no estuviera pasando nada.

—Es hora de irme—Me puse de pie agarrando tres tostadas.

—No olvides que hoy celebramos tu cumpleaños—Me recordó Jessica.

Le sonreí y le di un beso en el cachete.

—Nos vemos esta noche.

Me paso un vaso con jugo de naranja y me lo tomo todo. Llevaba un tiempo queriendo conseguir mi propio apartamento, para independizarme, aunque me gustaba vivir mucho con ellas, a veces quería mi propio espacio.

Salí corriendo del apartamento y fui directo a la parada del bus. Pasaron varios minutos y nada que llegaba lo que necesitaba y eso empezó a preocuparme. No tenía mucho dinero, pero si no agarraba un taxi en estos momentos, iba a llegar tarde al trabajo.

Detengo un taxi y me subo en él. Di la dirección de mi lugar y me recosté en la silla. Observé el poco dinero que me quedaba y solté un suspiro pesado. Doscientos mil no me alcanzan para nada, ni menos cuando la carrera saldrá entre diez mil o quince mil pesos y me pagaban hasta dentro de siete días. 

Apenas llegue a la empresa, pague el taxi y corrí hacia dentro. Mire la hora y me asuste un poco al tener dos minutos de retraso. Me apresuré a montarme en el ascensor y presionar el botón de forma rápida. Daba ligeros golpes en la pared de este mientras esperaba que subiera, sabía que mi jefe no me iba a perdonar estos dos minutos, solo esperaba que no se diera cuenta de que todavía no estaba sentada en mi escritorio.

Ya empezaba a dar vueltas de un lado a otro, cuando por fin la puerta se abrió, salí rápido, pero antes de llegar a mi puesto me tope con la presencia de mi jefe con unas hojas en la mano. 

Quise hacer una mueca de disgusto por lo sucedido, pero eso no era permitido ni menos frente al hombre que cada mes se encargaba de pagarme el sueldo. Me señalo su oficina y no tardo en ingresar a esta, ya necesitaba prepararme de la mejor forma para los gritos que me iban a caer encima, lo peor es que se trate de un viernes. 

¿No puedo cerrar la semana bien?

Lo único que deseaba hoy era tener un cierre de semana tranquilo, pero ya estaba empezado mal y ni apenas eran las ocho de la mañana. Solo deseaba que no fuera tan duro conmigo, así que sin perder más tiempo entre a su oficina. No me sorprendió encontrarlo sentado dándole golpes a la mesa con los dedos.

—¿Sabe que día es hoy?—Me hace la pregunta y de nuevo tengo esas ganas de hacer una mueca.



#56 en Otros
#26 en Humor
#73 en Novela contemporánea

En el texto hay: comedia, romance, plebeyos

Editado: 19.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.