Yo, su protector

Capítulo 72

Danna

Lamas me despierta tocando levemente un hombro. Obvio que tiene las llaves de la habitación en la que he dormido este último tiempo. Cuando se asegura de que estoy completamente despierta, se retira. Él es así de serio y profesional, ni siquiera intenta entablar charlas conmigo. "Pensé que mi cara de piedra era el único", pienso mientras sonrío pensando en sus ojos azules intensos.

Me levanto un tanto mareada, mi cuerpo pide urgente algo caliente y dulce. Siento como se encoge mi estómago. "Estoy estresada, cansada, aburrida de todo esto", me digo. Me pidieron que me quedara un par de días más para arreglar el papeleo antes de dar por finalizado todo el operativo. Y recién podré volver a la aldea.

Se me estruja el corazón el solo pensar que no volveré a ver a Jason, pero sé que es lo mejor para él. Aún recuerdo las palabras de Lilia, su madre. Apareció la tarde anterior y me alegré muchísimo de verla. Pero la cara que traía me hizo retroceder en cuanto quise abrazarla.

—Señora Connor —decidí saludarla formalmente pues entendía que podría estar enojada conmigo por todo el daño que le he hecho a su hijo.Y la entiendo, en verdad que si pudiera volver el tiempo a ese día en el que lo conocí, lo haría para liberarlo de la carga con la que anda en sus espaldas hasta hoy.

—Me imagino que estarás feliz. —es lo primero que me dice a modo de saludo.

—N-no, por supuesto que no. ¿Cómo cree que estaría feliz por lo que le está ocurriendo a Jason? Usted mejor que nadie sabe lo que él ama ser policía —me defiendo.

Ya me he reprochado mucho todo esto, era difícil que no se enterara su familia de la farsa de nuestro matrimonio pues los medios de comunicación han repetido una y otra vez mis imágnes en la pantalla. 

—Pues, hubieras pensado antes de meterte con él. Tenía razón Clarisa. Sólo eras una oportunista que iba tras nuestro dinero. Pero no vas a salirte con la tuya. Ahora mismo vienen mis abogados. Vas a firmar un acuerdo en el que te niegas a recibir nada de mi hijo ni de mi familia.

—No tengo problema, señora. Yo no deseo nada. Además, si mal no recuerdo, Jason me hizo firmar un papel similar antes de casarme.  —luego de comentar esto veo como eleva una de sus rubias cejas en señal de sorpresa.

—¿Jason te hizo firmar un acuerdo prenupcial?

—Pues, no lo sé. Solo sé uqe me apareció con un abogado y me explicó que yo no podía exigir nada en cuanto nos divorciáramos —le expliqué la señora que aun seguía mirandome mal. Sus ojos azules destellaban furia.

—Pues, me aseguraré de que así sea. De todas maneras firmarás un acuerdo en el que vas a desaparecer de la vida de mi hijo y no te vuelvas a acercar jamás a nuestra familia. ¿Me has entendido? Si te niegas a hacerlo me veré obligada a aplicar técnicas un poco más...rudas,

Y abro la boca para protestar pero no tiene sentido. Ellos tienen mucho dinero, yo no soy nadie. Sin Jason no soy nada, no tengo nada, al menos cuando estaba con él tenía su supuesto amor pero ahora solo me rodea el odio y el rencor. No debí aspirar tan alto. Siempre supe que Jason no era un hombre para mí, pero me negué a creerlo. Él me hizo creer que yo era importante para él, pero al ver que pasa el tiempo y ni siquiera se ha dignado en llamar o ver que fue de mi vida, todo lo que había construido alrededor de él se va destruyendo poco a poco. La maldad de hombres y mujeres en este lado del mundo es asfixiante, te envuelve y no deja que uno surja.
Mi único consuelo es que falta menos para ver a mi abuelita y a Douglas. Sólo deberé rogar el perdón de los ancianos de la comunidad, quienes van a gobernar ahora que el lider ha muerto y hasta que sea erigido uno nuevo. Debo pedir que me perdonen por haberme casado con un "extranjero", por haberme involucrado con alguien que no debía. 

Pero obviamente no me arrepiento de nada. No puedo quejarme de todo lo que aprendí de este lado del mundo, no puedo renegar del hecho que Jason me eligió a mí en medio de cientos. Alguien debía ser su testigo y pues, aparecí yo tras el gran portón negro, como él mismo me dijo.

Las náuseas me han acompañado estos últimos días no pudiendo hacer nada para evitarlas, ni tomando un té caliente con mucha azúcar. No puedo enfermar ahora, no cuando esto debe ya tener un cierre y debo regresar a trabajar duro para poder subsistir en un mundo en el que no trabaja no come. Mi familia no tiene el dinero que tiene la de Jason y a pesar que aun sigo siendo su esposa, soy tan pobre como antes de casarme con él. Todo lo que tengo puesto no es mío, todo lo que como no me pertenece. No tenia nada para darle a mi esposo. Por eso me entregué yo misma en señal de que respeto este matrimonio. "Ya debes dejar de pensar en él", grita mi conciencia. Pero no puedo, es inútil. Sigo perdida en mis ensoñaciones cuando llaman nuevamente a la puerta. Me tenso. Últimamente he estado muy alerta incluso a cualquier movimiento o ruido. Lamas me ha dicho que no debo abrir la puerta jamás. Sólo debo hacer absoluto silencio y esperar. No sé que o a quien debo esperar, pero hago caso mientras mis manos tiemblan violentamente del miedo que se me ha formado en el centro del estómado. Quiero vomitar. Lentamente como si fuera una película de terror, observo que la puerta se está abriendo.

—Señorita Miller —hace su aparición la calva de Lamas.

Al fin puedo respirar, lanzando de un solo tirón el aire contenido en mis pulmones. Supongo que los días de mucha tensión que he vivido me tienen así, viviendo como si estuviera siempre corriendo una maratón tratando de llegar primera.




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