Mi dulce chica del servicio ¡actualizada!
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Capítulo 31 Una sorpresa para mi señor
Fragmento:
Reviso la página que seleccioné, donde hablan sobre como seducir a sus parejas. He anotado todos los pasos al pie de la letra y he seguido cada uno de ellos. Todo mi plan marcha correctamente.
Quito mi atención de la pantalla, cuando mi móvil repica en algún lado de la habitación. Otro obsequio de mi señor —blanqueo mis ojos—. No recuerdo el lugar exacto donde lo dejé, siempre lo olvido en cualquier lugar, ya que mi señor es el único que me llama allí y la única persona a la que tengo registrada. Solo lo recibí porque sus palabras fueron “cuando estoy lejos de ti me desespero, así que con este teléfono estaré cerca de ti de alguna manera”. Mi señor es el hombre más exagerado del planeta.
—Hola, nena.
Responde de inmediato, apenas descuelgo.
—Hola, mi señor. Te he extrañado un montón. ¿Has pensado algún momento en mí?
Suspira profundo.
—A cada segundo del día, nena. No sabes cuánto daría por estar allí contigo, pero aún estoy complicado con estas reuniones. Te aseguro que estaré en casa lo más pronto posible, quiero disfrutar de mi preciosa mujer.
Me tiro a la cama y miro hacia el techo mientras hablo con mi señor.
—Yo también te quiero aquí conmigo, mi señor. A cada minuto del día. Pero tienes responsabilidades y eso lo comprendo. Te esperaré el tiempo que sea necesario y cuando llegues a casa te haré sentir muy especial.
No tiene ni idea de lo que le tengo preparado.
—Lo sé, cariño. No sabes cuánto desespero solo al pensarte sola en casa, ansiando estar entre tus brazos. Tú eres mi hogar, pequeño ángel. Donde sea que tú estés, no es el lugar ni el sitio donde estemos. Eres tú, cariño. Tú representas ese hogar que tanto he deseado.
Mi corazón late deprisa, más enamorada que nunca de mi señor. Mi único amor.
—Y tú el mío, mi señor. Eres la vida y el aire que respiro, tú eres mi todo y mucho más.
Nos quedamos en silencio una vez que liberamos nuestros sentimientos en esas cortas palabras, pero que están llenas de mucho significado.
—Tengo que irme, nena. Debo volver la reunión. Solo me escapé un momento para hablar contigo, porque necesitaba escucharte para mantenerme cuerdo y en paz.
Sonrío una vez más. Cada vez que dice esas hermosas palabras me hace caminar sobre las nueves.
—Ve y hazlos pedazo, mi señor. Luego ven a mí, porque yo también te necesito.
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