Descuento "Enamorándome de la fea"
Descuento se inicia a partir de las 7 de la tarde de hoy miércoles y dura hasta las 7 del jueves.
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Capítulo 1 Enamorándome
De verdad que le es imposible dejar de mirarlo, joven, guapo, cuyos ojos claros parecen pedazos del cielo robado. Entrecerró los ojos hasta que su compañera le dio un codazo en las costillas haciéndola reaccionar de un salto. Asustada se giró hacia ella la cual con señas le indicó que la jefa no dejaba de mirarla desde hace unos momentos. Tosió y se puso a trabajar intentando no haber sido descubierta observando con libidinosidad al guapo sobrino de su jefa. Pero le es imposible no perderse en esa sonrisa perfecta, aunque nunca ha sido dirigida a ella. ¿Cómo podría siquiera soñar que esa sonrisa un día sería dirigida a ella? Si tan solo con mirarse al espejo está lejos de la perfección de aquel hombre.
Manuel Amador, el primogénito de la familia dueña de las tiendas Plus-stellas, jamás se fijaría en una mujer como ella. Sobre todo, cuando ha salido con modelos y actrices conocidas por su exuberante belleza.
—Deja de mirarte al espejo, te vas a gastar —le indicó Claudia, su compañera de oficina al entrar al baño y verla mirarse una y otra vez.
—No hay solución con este rostro, mira mi enorme nariz, y mis cejas gruesas, parece que un día se van a poner a aletear y saldré volando con ellas —suspiró con fastidio.
Su compañera se rio ante tal extraño comentario.
—Lo de las cejas ya te he dicho que puedo solucionarlo con esto —sacó unas pinzas con gesto amenazador.
—Aleja eso de mi —respondió Silvana asustada con ese aparato.
—Ya te lo he dicho, para ser bella debes ver estrellas —guardó sus pinzas y se retocó el labial frente al espejo.
—No me parece, tal vez debo buscar que alguien me quiere así tal como soy, fea pero querendona —cruzó los brazos moviendo la cabeza afirmativamente apegada a su idea.
Claudia se rio a punto de botar el bolso de su maquillaje.
—En parte tienes razón, si alguien me quisiera solo por cómo me veo no valdría la pena supongo —se alzó de hombros—. El problema es que para atraer a alguien debemos ser vistosas ¿o no?
—Me gustaría solo ser vistosa para Manuel Amador —se rio—. Pero para eso tendría que hacerme una cirugía completa.
Ambas se rieron mientras salían del baño. Silvana como camina de espalda mirando a Claudia no notó que detrás suyo venían Manuel chocando con él que también caminaba en forma distraída. Gracias a Claudia, Silvana no cayó al suelo, pero Manuel botó todos los papeles que traía en la mano.
—Lo siento mucho yo… —se giró disculpándose sin poder evitar detenerse en el rostro de aquel hombre.
Aquel alzó la vista molesta, arrugando el ceño notando la fea empleada que tiene frente a sus ojos ¿Cómo su tía podía tener esa mujer tan poco atractiva en su oficina? ¡Qué nariz más grande y que cejas más enormes! parece que incluso se estuvieran uniendo arriba de la nariz. No pudo evitar un gesto de asco mientras seguía de pie y aquella infame se agachaba recogiendo los papeles que se le habían caído.
—Lo siento mucho —se disculpó Silvana reaccionando y pasándole los papeles que acababa de recoger del suelo.
Sin responderle, Manuel le quitó con brusquedad los papeles de la mano.
—Se entonces menos torpe, mujer —exclamó alejándose.
Silvana se quedó dubitativa antes de girarse hacía Claudia con una sonrisa.
—¿Lo viste? Manuel Amador me habló —señaló emocionada.
Claudia intentó sonreír.
—Bueno, yo no me alegraría mucho con algo así.
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—Pero que mujer más fea —exclamó molesto saliendo del edificio mientras camina a su auto que esta estacionado al frente—. ¿Acaso mi tía no hace filtro de la gente que contrata? ¿Acaso no vio ese pelicano que tiene en la frente como ceja? Me llegó a doler el estómago de tanta fealdad…
—¿Por qué hablas solo? ¿Ya te volviste loco? —le habló un hombre mucho más joven que sin invitación se subió a su auto.
—¿Qué haces aquí, Bastian? —cruzó los brazos, molesto.
Se alzó de hombros sin responderle.
—Tu mujer te echó de nuevo de casa —movió la cabeza hacia ambos lados en forma desaprobativa.— Si no fueras mi hermano menor te dejaría dormir en la calle para que aprendas a no molestar a tu mujer, tan bonita y casándose con un idiota como tú.
Manuel echó andar el motor de su auto.
—Por lo menos yo no ando hablando solo por las calles —lo miró con burla.
Detuvo el auto de golpe y se giró.
—Si tu hubieras visto a la mujer que vi hubieras estado igual…
—¿Qué? Era muy hermosa —lo interrumpió ansioso por conocerla.
El hombre colocó cara de asco al recordarla.
—Al contrario, es la cosa más fea que he visto en mi vida, incluso Medusa sería petrificada con solo verla.
Bastián no pudo evitar reírse a carcajadas ante tal comentario, de verdad que su hermano mayor era un exagerado, sabe que odia a las mujeres feas, pero a veces su odio se sale de los límites de la seriedad
—Ya que va, de seguro escandalizas.
—No, claro que no y mira… ahí va saliendo la cosa esa
En ese momento Silvana sale acompañada de Claudia para ir a almorzar a un casino cercano. Manuel intenta pasar desapercibido mientras que Bastián sin disimulo las observa antes de largarse a reír en el instante que su hermano le tapa la boca para no ser descubiertos.
—Exageras, sí, esta algo flaca, y tiene el culo gordo, pero no es tan fea como dices —le dijo cuando logro soltarse de sus manos.
—Hablo de la rata chica que va a su lado —le habló a oído.
Bastián se asomó con disimulo.
—¿Qué tiene en la frente? —sé puso serio.
—¿Qué hay?
—Una red de gaviotas —empezó a reír antes de que Manuel le pegara un manotazo en la cabeza.
Se sobó la cabeza, molesto mientras su hermano echaba a andar el vehículo. Refunfuño haciendo una mueca, dado lo poco tolerante de Manuel, no era necesario que lo golpeara cuando solo bromeaba. Lo observó con desprecio más aun cuando notó que aquel lo ignoraba, sin prestar atención a su molestia.
—Deberías tratarte esa fobia con las feas —señaló malhumorado.
—¿Qué dices? —alzó las cejas sin entenderlo ¿De qué fobia le hablaba? ¿O acaso solo busca molestarlo más?
—¿Recuerdas a Fifo? —le preguntó de repente.
—¿El perro feo de tía Sara? —respondió sin entender el por qué le preguntó eso.
—¿Y de esa niña con la que tenías que bailar en preescolar? —volvió a preguntarle sin responderle.
—La niña fea esa… —respondió más extrañado.
—¿Y con mi rana? —siguió confundiéndolo aún más.
—La rana fea esa —recordando a la mascota viscosa de su hermano. No pudo evitar la cara de asco al recordarla.
—Sí, ¿Qué pasó con todos ellos?
—¿Y yo que sé? —se alzó de hombros molesto.
—“Hay que cosa más fea, no debería existir en el mundo, mis ojos se me van a caer, auxilio, mami” —imitó voz de niño con burla.
—¡Cállate! —le reclamó sin mirarlo atento al camino entendiendo ya a lo que se refiere.
—Deberías enamorarte de una fea para que se te quite esa fobia —cruzó los brazos cerrando los ojos, de verdad que no había forma de tratar con su hermano cuando hablaban de ese tema.
—No me desees el mal sino te va a llegar otro golpe —lo amenazó señalándolo a pesar de no despegar la vista del camino.
Condujo hasta su oficina sin volver a dirigirle la palabra a Bastian, quien mudo tampoco parece con el ánimo de buscarle conversación. Bajó al estacionamiento subterráneo y dejo su auto ahí descendiendo, mientras que su hermano descendió detrás.
—Por ahora no iré a mi departamento, debo revisar unos informes, y…
—No te preocupes, iré a tomar un café por ahí y a comer algo, te llamaré más tarde, por último, me iré en un taxi —le respondió aun molesto.
—Deja pasarte una copia de las llaves de mi departamento, las tengo arriba en mi oficina —le habló Manuel en el mismo tono.
Subieron al ascensor en silencio y cuando las puertas se abrieron, lo primero que vio Bastián fue una pelirroja despampanante que lo dejó con la boca abierta, la mujer les sonrió con amabilidad mientras que Manuel avanza con expresión poco simpática hacia su oficina.
—Señor Amador —lo saludó la mujer.
—Señorita Cristina —le respondió—. ¿He recibido llamadas?
—Sí, lo ha llamado el señor Foster, y el joven Fave, les dije que les devolvería el llamado en cuanto volviera —indicó anotando en una libreta—. También vino Felipe del departamento de finanzas a dejarles unos informes, se los dejé encima de su escritorio.
—Muchas gracias —respondió Manuel entrando a su oficina.
—Hola, un gusto —la saludó Bastián interrumpiendo la conversación entre ambos, la mujer arrugó el ceño en actitud poco amistosa lo que lo impresionó ante el brusco cambio—. Soy… Bastián, el hermano menor de Manuel.
—Sí, es mi hermanito, téngale paciencia, señorita Cristina —habló en actitud paternal.
La mujer volvió a sonreír con amabilidad.
—Oh, disculpe, es un gusto —le respondió.
Aunque Bastian aun impresionado por los bruscos cambio de la mujer solo saludo aun no saliendo de su sorpresa. De verdad que chica más rara. Y su única conclusión fue:
—Te tiene ganas.
Fue lo que dijo apenas Manuel había cerrado la puerta de su despacho.
—¿De qué hablas? —alzó las cejas sin entenderlo.
—Que esa mujer, tu secretaria, te tiene ganas —le repitió sin creer que el idiota de su hermano no se hubiera dado cuenta de eso.
—¿En serio? —fingió sorpresa —. Sí, es muy bonita, pero no sé, tiene algo raro, aunque no me molestaría salir con ella un rato y…
—Y pasar una noche de pasión junto a una buena botella de vino —terminó la frase alzando las cejas.
—Te cortaron el agua, otra vez —se rio Manuel—. Veo esa ansiedad contenida, o sea estas más caliente que la cañería de la casa de los abuelos.
Se rio mientras tomaba asiento frente a su escritorio. Lo observó notando como aquel se reía a la fuerza.
—Sí, sí, no lo niego, esta noche necesito salir, necesito mujeres, necesito sexo —estuvo a punto de golpear la mesa.
—¿Salir? ¿Hoy? Apenas es lunes —reclamó mientras revisa unas carpetas.
—Vamos, no seas aguafiestas, vamos a pasarla super —lo agarró de los hombros sacudiéndolo como si fuera a convencerlo con eso.
La verdad que no se le apetece, tal vez se esté haciendo viejo, pero su idea de un lunes es darse un baño, acostarse, ver una película o pasar la noche con una mujer, no en un lugar ruidoso. Pero Bastián siguió insistiendo.
—Puedo conseguir un par de bellezas que nos acompañen —lo tentó, y aquello pareció resultar ya que lo observó interesado.
—Es la mejor forma de quitar nuestro estrés, sexo y pasión con un par de hermosuras —le sonrió con malicia.
—Está bien, me has convencido —alzó las manos fingiendo que lo hacía a la fuerza.
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—¿Estas segura que hablaban de nosotras? —preguntó Silvana impresionada, de verdad ni cuenta se había dado de la presencia de su jefe afuera del estacionamiento.
—Pero creo que nada bueno —arrugó el ceño.
—Nah, que va, el señor Manuel es un caballero —le corrigió Silvana sorbiendo su jugo y moviendo la cabeza segura de sus palabras.
—Sí, como no —alzó las cejas sin creer en la ingenuidad de su compañera—. ¿Tú te crees que es un príncipe sobre su caballo? Ese hombre es malo, malo de la vértebra.
Silvana se levantó de su asiento, molesta.
—No digas eso, él es bueno, solo que lo tiene bien escondido —intentó defenderlo.
—Sí, super escondido —intentó reírse.
—Es cierto, tengo mis razones para decirlo —se sentó refunfuñando y comiendo el resto de su ensalada desabrida que había pedido esperando que le ayudara a bajar de peso.
Claudia no quiso pedirle más explicaciones, ya otras veces han tenido esta misma conversación y todas esas veces siempre terminan igual, y aunque ella ya en el pasado intentó saber su secreto, Silvana no se lo contó, dice que es un secreto entre ella y el príncipe Manuel.
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