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De mis paisanas Isabella y Eliza
¿Qué puede ser más prohibido e inmoral que desear a tu hermanastra? Pasar la noche con ella. Joseph, luego de una noche llena de alcohol y diversión se despierta con una desconocida en su cama. Pero… ¿Qué pasa si en ese instante se da cuenta de que esa desconocida es muy conocida? Tan así, que sabe su nombre y además… es su hermanastra.
(…)
—Desde ese momento no logro olvidar el sabor de tus labios —confieso acercándome a ella, quien me mira sin titubear. —Desde ese instante nada me sacia —hipea clavando sus manos en mis costados. »¿Estaría mal si solo nos besamos? —pregunta con falsa inocencia, una que me tensa el cuerpo entero...
La suerte del Heredero.
—No te entiendo, Claudia. —Sé mi amigo, por favor, prometiste que no me dejarías —sollocé. —Eres muy cruel, me pides que te vea en la distancia, que me aguante verte como suya, sabiendo lo que siento. —El amor no es egoísta, eso dicen. —Está bien, Claudia Landa, no me alejaré, no prometo ser tu mejor amigo de nuevo, ya pasé por esto una vez, no es justo que pase de nuevo por lo mismo, que vuelvas a elegir a otro tipo sobre mí y yo me quede en la banca. No me alejaré nunca, siempre contarás conmigo, pero no me pidas que sea tu amigo. No de nuevo —explicó llorando.
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