REENCARNADOS
PRONTO, MUY PRONTO
Mis ángeles lectores, REENCARNADOS, una nueva, sensual, emotiva y romántica historia donde las almas se encuentran a pesar del tiempo y la distancia, porque Hasta que el amor llega a su cúspide, las almas se darán otra oportunidad en muchos cuerpos.
Una historia que hará latir tu corazón más allá de su límite, mientras que tu alma buscará un lugar donde refugiarse para evitar ser atrapada en un espiral de sentimientos, sensaciones y emociones desconocidas.
Mis ángeles lectores ingresando en un género nuevo para mí, pero con mis dedos picando para escribirles con la misma intensidad y sensualidad de Bajo tu infidelidad y Huellas de la infidelidad. Sin más preámbulos les dejo un pequeñito fragmento.
Fastidiado, intento volver a dormir, pero ese sudor perlado que cubre mi desnudo cuerpo lo conozco ya a la perfección, sé muy bien qué, ¡carajo!, significa, pero aun así hago caso omiso para demostrarme a mí o al destino que tengo el control de mi vida.
—¡Vamos!, Emmanuel —susurro, dándome ánimos e intentando persuadir a Morfeo para que me acompañe en esta lucha contra el insomnio… Enumero la lista que Julio mi terapeuta y más cercano primo me ha hecho memorizar para estos casos, la que comienzo en forma regresiva, ya frustrado; me desarropo con brusquedad entre manotazos y patadas arrojando la delgada tela de algodón egipcio al frío e inerte piso de porcelanato, decisión de la que me arrepiento, pues debí de haber escuchado a mis instintos cuando me sugerían a gritos que eligiera el cálido parquet; respiro profundo, tan profundo, que el sonido de mi propia respiración me saca una sonrisa; aprieto los párpados para evitar que los primeros rayos dorados del sol aclaren mis ya ojimieles iris; giro sobre mi propio eje quedando de medio lado buscando la posición perfecta; doblo una y otra vez la almohada de plumas de ganso, pero todo es inútil. Así que opto, resignado, por iniciar el día más temprano de lo deseado, total, mis años de insomnio me dan la certeza que no vale la pena posponer lo inevitable.
Estiro un par de veces mi fornida espalda, esa que no ha perdido la contextura de nadador universitario, trueno con suavidad el cuello, a la par que estiro mis alargados brazos entrelazando los dedos por arriba de mi despeinada cabellera, me tomo unos segundos para recordar el haber soñado, pero como siempre un blanco lienzo aparece en mi mente.
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