Descuento activo Corazón Herido
—No servirá de nada que finjas dormir. Sé que estás despierto, moreno.
—¿Qué hago aquí, Gabriela? —pregunto malhumorado sin destapar mis ojos, ella es la última persona que quiero ver hoy.
—Quería estar contigo y tú quisiste venir.
—Estaba ebrio. No sabía lo que hacía. Ni siquiera recuerdo lo que hicimos anoche.
—Básicamente me dijiste que era tu rubia traidora y que iríamos juntos al infierno. Luego caíste desmayado en mi cama hasta el sol de hoy.
—Bueno… ya sabemos que no fui el último.
Ella me quita el brazo de la cara y me enfrento al mohín de labios rosados, está a cara lavada y se ve demasiado hermosa.
—No podía llevarle la contraria al Capitán… por favor entiende. Cuando hables con él hoy trata de estar calmado.
—Así que el patrón te preocupa. Lo elijes, cog⁕s con él durante horas y de paso lo defiendes… Como es rubio de ojos claros te gusta. Lo admito, hacen buena pareja.
—Ay por favor, eres tú quien está en mi cama. Mira, asumiré que sigues ped⁕ y por eso dices sandeces.
—Sí… no me siento bien—me incorporo y veo alrededor—. Será mejor que me vaya ¿dónde está mi ropa?
—Daba pena de lo sucia que estaba. Negro…—lleva sus dedos a mi cabello y su dulce caricia me coge por sorpresa al igual que la voz suave—te he lavado la ropa e hice una sopita a leña que te caerá bien… pero si te quieres ir porque no me soportas te lo pongo en un tupper. Creo que hay un pantalón viejo que te puede servir para que no esperes tu ropa.
—¿Un pantalón olvidado por algunos de tus clientes cuando los trajiste aquí? No, gracias pero paso—mascullo malhumorado.
Algo golpea mi rostro, tomándome por sorpresa y casi tumbándome de nuevo en la cama. El pantalón cae en mis manos, es lo que me ha lanzado una enojada Gabriela.
—¡Nunca había traído a ningún cliente a mi casa, idiota, es una de mis normas!
Me quedo anonadado por su confesión. Asumí, creí… Gabriela ha salido pisando fuerte mientras yo me quedo mirando el pantalón como un idiota.
¿Qué me está pasando con ella?
La ped⁕ se me disipó de inmediato con el tortazo y su franqueza.
Me enfundo en los vaqueros a pelo sin cerrármelos para ir tras Gabriela pero esta regresa con un tupper humeante que huele de maravilla, lo coloca sobre la mesa sin decir nada, entonces vuelve a salir y viene con mis botas en sus manos, las coloca frente a mí y rebusca en la gavetas de la gastada cómoda hasta sacar un camiseta grande de Iron Maiden.
—Antes que asumas que es de alguien que me cog⁕ como la put⁕ que soy, te aclaro que la ropa es de mis hermanos—me la lanza con la misma fuerza con la que lanzó los pantalones antes—. Toma tus cosas y lárgate.
¿Qué pasará a continuación?
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