Mar profundo capitulo 8 actualizado
Scoth tuvo que reconocer que Narel era en extremo sensual.
—Señorita Ferguson—dijo formal, para recordarse a sí mismo que la tentación personificada era la hija del patrón—, creí que se había dormido.
—Como si pudiera—suspiró la joven dejándose caer de forma graciosa en una silla.
Un suspiro escapó a su vez de los labios de Williamson y mientras se despedía del sueño le puso los libros a la joven sobre la mesa y fue a buscar un trago de ron para espabilar. Llenó un vaso hasta la mitad y se tomó un buen sorbo dando un chasquido de gusto.
—Carajo, está bueno.
—¿No me invita a beber? Qué grosero.
Más que una pregunta fue una acusación. Indignada, abrió los libros y empezó a revisarlos.
—Disculpe pero su padre me dijo que había que cuidarla por su problema de salud. No creí que usted…
—Mi padre no está aquí y yo me sé cuidar sola. Sírvame un trago, Williamson.
Sí, definitivamente, era una Ferguson.
Llevaba el mismo carácter endemoniado que su media hermana solo que adornado con finas maneras y en un cuerpo delicioso. El capataz se volvió y sirvió solo dos dedos de licor. Le importaba un carajo que la jovencita pudiera cuidarse sola, Sam Ferguson le insistió en prometer que cuidara a su Rosa y por Dios que lo haría.
Si había algo que Williamson tomaba en serio, eran las promesas.
Dejó el vaso al lado de la joven. Luego ocupó la silla frente a ella mientras Narel continuaba con su inspección.
—Su hermano Darel dejó todo organizado hasta la quincena pasada. Hemos pasado dos semanas sin asentar las cuentas porque nadie sabe cómo hacerlo. Además he pedido algunos suministros que deben asentarse. Como los honorarios del veterinario y algunas medicinas para las vacas.
—Es contabilidad básica, Williamson, haberes y deberes.
La joven miró a Williamson sentando frente a ella de cualquier manera, con los brazos cruzados parecía una montaña de bíceps peludos y muy viriles. Ella sabía que pasaba de los treinta porque cuando ella era una niña, él ya era un hombre joven.
Pero aunque evidentemente era mayor que ella por mucho. A diferencia del viejo Rinaldi, Williamson era un madurito fuerte y tremendamente apetecible ¿Estaría dispuesto afeitarse esa horrenda barba para deleite de su patrona? Porque eso era ella, su joven patrona. Sus labios se convirtieron en un capullo perfecto al formar un mohín pensando que, si lograba convencer al capataz de concederle su capricho, el tiempo en el rancho podría resultar divertido.
Narel levantó su vaso y saboreó un sorbo de licor imaginándose a Williamson sin barba, sin camisa y… sin ropa. Quizá no debería usar su imaginación para esas bobadas. Al igual que quizá debía ser cuidadosa de su condición y evitar la bebida.
Pero qué diablos.
Las normas habían nacido para romperse.
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