¿Qué serías capaz de hacer para salvar a tu hijo?
—Vine aquí por mi hijo —dijo Camille.
—¿Por tu hijo?, ¿qué tengo yo que ver con él? —Marcia frunció el ceño, luciendo confundida.
—¿Qué me va a pagar sus gastos médicos por hacerme pasar por su hija?, no sé para qué más pensaría usted que yo vendría aquí —ironizó Camille—, usted y yo no somos amigas para que le haga una visita social.
Esta vez fue Marcia quien rodó los ojos, resuelto su problema, se había olvidado del enfermo. No entendía para que Camille quería a un niño tan defectuoso, con Jason Norwood podía escoger una nueva vida, pero no, la tonta iba a reclamar para ese hijo que solo le daba y le daría problemas. Todavía seguía sin entender a la mujer que tenía frente a ella, le pidió sentarse mientras hacía lo mismo.
—Tu hijo solo es un obstáculo en tu matrimonio —indicó mientras señalaba a la joven con un dedo.
—Un matrimonio que es una farsa. Mi hijo no es un obstáculo, es lo primero en mi vida —manifestó Camille enojada.
—Deberías reconsiderar tus prioridades. No te preocupes más por ese incordio. Vive una buena vida junto a Norwood. Es un delincu3nte, pero viene de una buena familia, estoy segura de que lo apoyan económicamente —aconsejó Marcia.
Camille no podía creer que le estuviera dando ese consejo. Se casó solo para poder pagar el hospital donde estaba su hijo, que fuera curado cuanto antes, y se atrevía a decirle que lo dejara atrás. Una risita de incredulidad salió de ella. Esa mujer estaba muy loca si pensaba que le haría caso.
—A usted no le importa lo que haga con el dinero. Comience a pagar, si es mañana, mucho mejor.
—No me darás órdenes, no eres nadie para hacerlo —respondió Marcia.
—Ni quiero ser nada para usted. Pague el dinero que convenimos. —Camille sintió que se le tensaban los hombros, le estaba llevando más tiempo de lo que pensó recibir la recompensa del sacrificio que hizo al casarse.
Marcia se puso de pie riendo, le divertía que Camille le exigiera a ella, una mujer poderosa, que hiciera lo que le pedía. No se lo podía permitir, si no, pensaría que podía hacerlo cada vez que quisiera.
—No pagaré nada —decretó con voz autoritaria.
—¡No puedes hacer eso! —exclamó Camille poniéndose de pie, furiosa—, hicimos un trato, tiene…
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