Feliz día internacional del beso!
En el día internacional del beso, aquí les dejo algunos de los mejores entre todas las novelas Greedy Nymph que les ofrece grais a las ninfas traviesas.
(Un beso fiero)
Sinaí
El terror en sus ojos me dijo que acababa de cometer un error, pero en lugar de tomar su katana y rebanarme el cuello, sus manos atrajeron mi cintura, sin que pudiera evadirlo.
Me besó con rabia, con urgencia. Sentí la tierra vibrar bajo nuestros cuerpos cuando empezó a destrozar mi kimono y dejé que actuara a su antojo, porque estaba demasiado ocupada deleitándome con el sabor de sus labios, como para perder el tiempo en tonterías.
Busqué la forma de hacerle entender, entre gemidos y demandas, que también quería desnudarlo y rápidamente nos fuimos deshaciendo de su armadura, que caía estruendosamente sobre las tablas del suelo, como aviso de la derrota del guerrero, a manos de una asesina desconocida.
Nos tendimos sobre el despojo de nuestras ropas y le permití acariciar mis pechos con su torso musculoso, mientras abría las piernas para recibirle ávidamente. Lo guié con las manos, disfrutando del contacto de mi piel con su cuerpo tensado por el esfuerzo.
Por primera vez me vi subyugada, víctima en lugar de cazadora y fue delicioso rogarle que continuara poseyéndome, que llenara cada espacio con sus ansias incontenibles.
Grité de placer, estremecida por un poder que nunca creí tener y cuando su boca buscó nuevamente la mía, para sellar el clímax en un beso apasionado, las lágrimas brotaron de mis ojos y me sentí renacer, llena de vida y esperanzas.
(Besos robados)
Mi bella misteriosa
Unas manos suaves y pequeñas me desvistieron, haciendo trisas la camisa que calló cerca de mi cara. Me quitó la mordaza y con su lengua recorrió mis labios resecos, excitándome en medio de tanta confusión.
– ¿Quién eres? –Alcancé a preguntarle.
Ella volvió a reírse y su aliento me recorrió la espalda porque me sentó para regodearse con mi desnudes. No conseguí más respuesta que el roce de sus pechos desnudos contra mi piel y los suspiros que dejaba fluir hasta colmarme los oídos.
– ¿Quién eres? –Le pregunté ahora con la voz ronca por la excitación.
Esta vez no me importaba tanto su identidad como las atenciones que me prodigaba. Me parecía fascinante, embriagadora y por un momento creí que soñaba. Al no verla, le prestaba mayor atención a la calidez de esa piel suave que me alteraba los sentidos. Ella liberó su cabellera sobre mis hombros, acariciándolos y cautivándome con un perfume irresistible. Con su lengua recorrió mi cuello, la nuca que le ofrecí estremecido, a la vez que apretaba mis muslos que se endurecían bajo el tacto de sus dedos curiosos. Aruñó furiosamente los cuadros que se dibujaban en mí abdomen, para luego besarlos, morderlos, y yo me reí en infantil sumisión. Era la primera vez que me sentía dominado, a merced totalmente de esa desconocida que sabía complacerme como jamás nadie lo había hecho y se lo hice saber al gemir guturalmente cuando percibí la humedad que se escondía entre sus piernas.
–Libérame, por favor. –Le imploré. –Déjame devolverte el placer que me entregas.
Mi captora se echó a reír y sentí como su lengua recorría en círculos mis pezones para continuar por los brazos hasta alcanzar las palmas de las manos. Nunca me preocupé de un gesto tan simple y sin embargo me ofreció una sensación que me obligó a rogarle para que no se detuviera.
–Todavía no sabes lo que es placer. –Me aseguró.
No dudé ni por un instante de sus palabras y por eso preferí dejar de insistir en que me liberara. Estaba claro que ella no quería que supiera su identidad y antes de que se arrepintiera y se marchara, mejor guardaba silencio y le permitía amarme.
Ella era joven, deliciosa y cuando sus pechos me acariciaron el rostro, ahogándome en inigualable opresión, tuve la certeza de que no la conocía. Su busto no era tan grande como los que ya había acariciado desde mí llegada a ese castillo y por la dulzura de sus labios, que se detuvieron a besarme, comprendí que no tenía comparación. La ofendía al creer que tal gracia se le parecía a las de esas mundanas con las que acostumbraba a entretenerme. No, ella no tenía rival.
Mi lengua atrapó la suya, forzándola a detenerse para permitirme aspirar su aliento.
–Desátame. –Reclamé enloquecido.
Ella se apartó completamente y al no percibir su tibieza, mi corazón se detuvo.
– ¡Por favor, no te vayas! –Le pedí a gritos. –Ya no volveré a insistir, te lo prometo. Me quedaré en silencio.
–No quiero que te quedes en silencio. –Me aseguró. –Quiero escucharte gritar.
Me reí complacido, esa mujer era muy astuta y habilidosa. Se estaba a asegurando de no perder el poder y de obligarme a perdurar ese encuentro sin que terminara derramando mi simiente antes de que ella hubiese agotado todos sus trucos.
(Un beso real)
Mi esposo dudaba, otra vez percibía la incertidumbre que le hacía guardarse aquello que ansiaba decirme desde que nos conocimos y que me intrigaba, al extremo de pretender arrancárselo con otro beso, así que tomé la iniciativa. Apreté mi boca contra la suya, sin miedo a parecerle necesitada o demasiado impulsiva. Ahora recordaba las palabras de las ancianas cuando me advirtieron que en el amor no se era recatado y que con tal de que mi esposo fuera sincero en sus acciones, yo debía serlo también con las mías. Sí, fui exigente, demandé sus caricias, lo rodeé con mis brazos para que me encerrara contra su pecho tibio, musculoso, y él no me rechazó. Lentamente besó mi cuello y descendió hasta los pechos para rosarlos ligeramente, gesto que me hizo estremecer y agradecerle con un suspiro, que pareció más un ruego que la simple demostración del placer que me prodigaba. No tenía miedo, su audacia llegó al límite cuando me estrechó contra sus caderas para que sintiera como correspondía a mis gemidos. Sus ojos se abrieron, recogiendo cada gesto que delataba el hambre apremiante que me sacudía y a pesar de verlo en el mismo éxtasis, no podía creer que ese hombre severo y formal, fuera tan libre y desprejuiciado a la hora de hacerme suya. Finalmente estaba cediendo y se lo debía a mis armas, a esas armas que me instigaron a usar para derrotar las murallas alzadas por el astil del fuego.
Ya saben mis ninfas, besen, déjense besar por quien las ama y las merece… Feliz día del beso.
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