Seguimos en descuento
—Buen día, señora Santoro. Cuidado me gasta, con tanto mirar — dice sorprendiéndome, embobada, mirando sus tatuajes.
—Yo… no te estoy mirando — digo, tartamudeando.
Una carcajada sonora, inunda la habitación.
—Como tu digas, nena — dice, mientras se incorpora, para ir al baño.
Me es imposible apartar mi mirada de su cuerpo y es que quede como niña, a la que le dan un caramelo. ¡Quiero más!
Lo veo regresar y entonces aprovecho yo para ir al baño, y tomar una ducha.
Me meto bajo la regadera, y cierro los ojos, intentando ordenar mis ideas. Esto no estaba en mis planes, pero soy débil, una vil. pecadora que sucumbió a la tentación.
—En esta casa, somos ambientalistas — dice Romeo, entrando junto a mí a la ducha.
—¡¿Qué?! —digo extrañada, girando para quedar de frente a su fornido pecho.
—Que vamos a bañarnos juntos, para economizar agua, todo sea por el medio ambiente— dijo, justo antes de atrapar mi boca con fiereza, mientras el agua baña nuestros cuerpos.
Ay madre, aquí voy de nuevo flojita y cooperando. Pero que no se diga, que no cumplo con mis deberes de esposa.
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