Delirios Juveniles

Irene cargaba con el peso de su propia autoestima e inseguridad.

A Helena le sobraba mucho de ambas cosas.

Ambas tenían que aprender algo una de la otra, porque el ser distinto hasta el más mínimo centímetro de tu piel no te impide formar lazos de amistad más fuerte que el mismo primer amor juvenil.

Helena e Irene eran tan distintas como lo son la playa y los fríos bosques, pero de alguna u otra forma el ser tan distintas era lo que las hacía tan buenas amigas.
Juntas enfrentaran la aventura que es ser adolescente, porque no todo es color de rosa como lo pintan las series americanas.
Porque el ser adolescente no es sinónimo de "no problemas".

Porque nosotros vivimos en un mundo que los adultos no quieren ver...o recordar.