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Ihoam es mi verdadero nombre, sacado de algún libro olvidado que se perdió con la memoria de mi abuelo y que recibí hace 22 años a la madrugada de un domingo tormentoso.
Pertenezco a tierras altas, frías y fértiles; de clima caótico y cubiertas por los vestigios de antepasados que llenaban sus cuerpos con oro, leyenda que volvería locos a iberos y demás europeos del pasado.
Bacatá era el núcleo de la confederación, capital de todo el territorio ancestral de un pueblo que adoraba a los astros y los inmortalizaban en oro fundido y moldeado. Ahora Bogotá se alza, manteniendo en su nombre las raíces chibchas de quienes eran dueños de estas montañas y sabanas.
He vivido mis años entre el Salāt en las mezquitas y el Ramadán cada noveno mes marcado por la luna, influenciado siempre por ese pueblo desértico de perfumes de aceite y alfombras milenarias.
En mi vida he tenido muchas aficiones, pero desde hace tiempo me dedico a recorrer el camino de Carême y Escoffier, estudiando a fondo y escribiendo por igual sobre todo el contexto de algo tan antiguo como la historia misma.
Pertenezco a tierras altas, frías y fértiles; de clima caótico y cubiertas por los vestigios de antepasados que llenaban sus cuerpos con oro, leyenda que volvería locos a iberos y demás europeos del pasado.
Bacatá era el núcleo de la confederación, capital de todo el territorio ancestral de un pueblo que adoraba a los astros y los inmortalizaban en oro fundido y moldeado. Ahora Bogotá se alza, manteniendo en su nombre las raíces chibchas de quienes eran dueños de estas montañas y sabanas.
He vivido mis años entre el Salāt en las mezquitas y el Ramadán cada noveno mes marcado por la luna, influenciado siempre por ese pueblo desértico de perfumes de aceite y alfombras milenarias.
En mi vida he tenido muchas aficiones, pero desde hace tiempo me dedico a recorrer el camino de Carême y Escoffier, estudiando a fondo y escribiendo por igual sobre todo el contexto de algo tan antiguo como la historia misma.