Greg Oland, un hombre de 29 años, se encontraba de camino al norte de Suecia en el año de 1355. Pues la pandemia de la peste negra lo había devastado, no le quedaba nada, la poca familia que tenía había muerto, y según rumores, el norte era mucho más "tranquilo".
Caminaba con mucha pesadumbre y con pocas ganas de vivir, y como era obvio; discurría con una actitud afligida:
-Aún tengo pesadillas, recuerdo con todo detalle y asco a esos malditos cadáveres que habían sido arrojados sobre la calle, lo más raro de todo, es que había personas; mayormente mujeres, que se llevaban a esos cadáveres quién sabe a dónde.
Mientras viajaba, aún observaba fosas comunes que permanecían repletas de cadáveres, personas que luchaban por sobrevivir y a los caballeros de las cruzadas que rondaban por ahí de vez en cuando. A pesar de todo, tenía claro su objetivo, llegar a un bosque, y construir una cabaña con madera que hubiese en ese lugar; quería estar alejado de todo, y si era posible, no quería saber acerca de las guerras que había entre las dinastías de ese entonces.
Era un hombre tranquilo e inteligente, amén de ser muy atractivo, así que se las arreglaría para conseguir comida fácilmente y sentirse cómodo en su nuevo "hogar". En el camino no tuvo mayor complicación, era un simple viaje que, tenía previsto recorrer en dos o tres meses, dependía mucho del clima que hubiese por ahí, cuando la temperatura disminuía, era mucho más difícil seguir adelante, ese frío en sus piernas no le dejaban seguir con tranquilidad.
Lo único que Greg llevaba consigo, era una bolsa de cuero grande con un crucifijo, una biblia, telas que usaba como ropa de repuesto y muchas monedas de oro. Pues venía de una familia acomodada y religiosa.
Y como era de esperarse, al cabo del tiempo se sintió cansado y decidió beber algo. Se detuvo en la taberna más cercana y estaba dispuesto a pagar las monedas de oro que fueran necesarias.
Después de beber algo de cerveza, comer un poco de pan y salir, vio su reflejo en un charco de agua y lodo que había. Ya estaba finalmente cicatrizada esa marca en su rostro que recorría a través de su ojo formando una diagonal. La razón es que hacía un tiempo atrás, había tenido un accidente con su propia hacha. Casi se parte la cara al tratar de talar un fresno norteño; pero debía admitirse así mismo, que esa cicatriz le daba un toque rudo y sexy a su apariencia.
Tomó su pechera de mezclilla, y ya con energía se la colocó nuevamente. Su cabello casi pelirrojo combinaba perfectamente con el color corinto de su pechera, amén de esa barba garibaldi que crecía desde ya un tiempo atrás. Tan sólo tenía 29 años, pero aparentaba ser mayor.
Una idea fugaz que Greg concebía a veces, era la de hacerse con la compañía de una chica, nunca concretó estas ideas. Se quedaban únicamente en eso: "ideas", que al cabo del tiempo iban desapareciendo.
No perdía las esperanzas, pero sabía perfectamente que era casi imposible casarse con alguien en aquel tiempo, y más aún, después de una pandemia que devastó por completo a las personas.
Sin más pensamientos raros o "tontos", decidió reanudar su viaje, el cual no tuvo mayor complicación, pero mientras más se adentraba en las venas del norte, donde ya se veían algunos bosques y más lejos estaba de los pueblos, más se sentía solo.
Después de dos largos, pero tranquilos meses por fin estaba muy cerca de llegar.
Era raro en ese entonces, ver adornadas o señalizadas ciertas partes del bosque, pero en un bosque específico; que estaba relativamente cerca del lugar donde él viviría, había una especie de... "colgantes" hechos con ramas, estaban empalmados entre sí, con la ayuda de un henequén viejo. Había varios, pero al igual que todo, no le importó realmente a Greg, lo único que ya deseaba, era llegar al lugar.
De vez en cuando, Greg se topaba con caballeros templarios, los cuales le ayudaban en su viaje, ya sea, dándole alimento o ayudándolo a recorrer más fácilmente el camino con la ayuda de sus caballos. Empezó pues, a ver mucha más nieve que antes, muchos más árboles y por supuesto, empezó a sentir mucha más soledad.
Antes de empezar con todo, decidió ir a un pequeño poblado que no estaba muy lejos. Caminó por un par de minutos y para su sorpresa, había mucha más gente de la que pensó.
Encontró a un herrero que estaba forjando armaduras para unos caballeros templarios. Se acercó y pagó un par de monedas por un hacha nueva, misma que usaría para talar los árboles y posteriormente construir un hogar.
Luego de adquirir el hacha, comenzó a caminar lentamente hacia el lugar donde construiría su hogar, a pesar de todo lo que había vivido y de todas las pesadillas que aún le atormentaban, caminaba tranquilo y muy satisfecho.
Con una ligera sonrisa en su rostro barbado, entró por un sendero. Mientras pasaba, se dio cuenta que había más colgantes que antes y esta vez se percató que cada uno tenía formas diferentes. Aunque no hubiese viento, estos se movían perpendicularmente de un lado a otro; como si alguien los hubiese puesto en ese preciso momento.
Siguió por el sendero un par de minutos más, hasta llegar a una pradera con hierba alta, pero ideal para vivir. Había un lago de agua cristalina cerca, que no tardó en llamar la atención de Greg gracias al sonido del agua fluyendo entre los pasajes del bosque.