Ni corto ni perezoso, y con ayuda de una escoba improvisada de ramas, empezó a remover la maleza grande y hierba alta que estorbaba. También ayudado de su fuerza, arrancó arbustos y ramas. Quería un lugar limpio para construir.
Empuñando con su mano derecha la nueva hacha que había adquirido y sin pensarlo mucho, Greg comenzó a talar un par de Robles.
Como era de esperarse, la soledad del bosque pronto entró escena, amén de los últimos rayos de sol que aún había. Ayudado de un pedernal encendió una hoguera y lo último que recuerda haber escuchado antes de quedarse dormido, era el sonido de los animales grandes que se movían entre la hierba alta.
Era muy raro que el sol saliese tan temprano y se alzara tan alto, pero ese día en especial fue así. Los rayos del sol que entraron como aguja entre las ramas de los árboles, fueron finalmente quienes empezaron a calentar el rostro de Greg; que, por la misma luz, fue despertando.
Por fin despierto, Greg tomó algunas monedas de oro que había dejado regadas, acomodó su pechera y regresó al poblado a abastecerse de los recursos necesarios. Empezó a caminar, y llegó al poblado, y al igual que el día anterior, vio más gente de lo normal.
Caminó hasta donde vendían cuero para hacerse con una bolsa aún más grande. Luego compró algunas semillas y las metió en su nueva bolsa.
Notó que únicamente una persona vendía partes animales, tomó rumbo hacia el lugar y asimismo compró unos cuantos pedazos de carne; no tenía miedo que se echaran a perder, el frío era lo suficientemente helado para mantener en buen estado la carne.
Greg estaba abandonando el poblado para continuar con los asuntos pendientes que tenía, hasta que dos personas se le acercaron repentinamente.
Una de las dos personas: un padre que iba acompañado de su primogénito, le dijo:
+ ¡Ey! Su señoría. ¿A dónde te diriges vos con tanta prisa?, bufones me han comentado que vos no perteneces al norte. Dime extranjero, ¿Desde dónde vos nos visitas?
Greg confundido con el extraño acercamiento, y con una voz fuerte respondió:
- Os visito desde el sur, pues la peste ha acabado con casi todo por allá y he decidido mudarme al norte con vosotros. Se me hace raro que aún podáis vivir con tranquilidad y en paz después de lo que ha pasado. Ya he pasado una noche por acá y estoy seguro que me acostumbraré pronto.
+ ¿Desde el sur? ¡Vaya! Si que habéis sufrido mucho los sureños. Quiero que vos me cuentes ¿Cómo fue tu primera noche aquí?
- Debo de comentaros que fue de lo más tranquilo, a pesar de la soledad del bosque —señalando hacia un lugar— me sentí bien en todo momento, y os he de admitir que el ruido de los animales moviendo la hierba fue de lo más agradable.
+ ¡Pero vos eres tonto! —dijo el padre entre risas— hace mucho que animales tan grandes no rondan por aquí, y menos con el tamaño ideal para mover la enorme hierba. De seguro lo has soñado, una pesadilla con hierba, o quizá...
- ¿O quizá qué?
+ ¡Nada! perdón su señoría, te deseo suerte a vos en tu estadía por el Norte, mi hijo y yo debemos regresar a nuestra morada.
Greg molesto, porque ese extraño no completó la última frase de su oración, decide darse la vuelta y seguir con su camino. Avanzó un par de metros hasta que sintió como una mano tocó su hombro, inocentemente pensó que se trataba del mismo padre. Para sorpresa grata de él, era una chica; que parecía burlarse de lo que había pasado pues se le podía ver qué reía nerviosamente.
Las personas pueden pensar que, Greg al ser un leñador, robusto y con mal temperamento, no tenía sentimientos. Pero esta chica, cuyo nombre aún desconocía, desafió por completo esta regla.
Greg estaba avergonzado, y esta vez con una voz completamente contraria a la de antes, mucho más dulce y nerviosa preguntó:
- ¿De dónde has salido? No he visto cómo llegaste y ¿Qué es lo que quieres?
+ ¡Hola! ¿Eres un bufón o algo así? Es que me has hecho reír.
- ¿Reír? ¿A qué te refieres?
+ Se me hizo agraciado cómo hablabas solo y después te dabas la vuelta —dijo entre risas, y por supuesto, nerviosa también—
- ¡Venga! ¿Acaso me tomas el pelo?, justamente estaba hablando con un padre y su hijo.
+ Te prometo que te vi solo, estaba concentrada en lo que hacías y no había nadie, aunque, a decir verdad, tu altura me distrajo bastante.
- ¿Mi altura? ¿Qué hay de malo en ella?
+ ¡No hay nada de malo en ella! al contrario, me parece elegante una persona tan alta como vos. En el norte no hay muchas personas altas. Y se me hizo curioso verte.
- ¿Y acaso en el norte hay muchas personas así de atrevidas como vos? —dijo Greg con una voz un poco más fuerte—