El inconfundible sonido del cántico de dos abejarucos adornaba auditivamente el paisaje. Un sol con luz casi blanca empezaba a trepar y hacerse notar entre los árboles.
Esa luz proveniente del este empezaba a calentar lentamente el agua que el hermoso lago cristalino aguardaba en él. La temperatura era más alta con respecto a días anteriores, habían pasado unas semanas tranquilas y ya no era invierno.
Así que Greg decidió tomar un baño en dicho lago ese día. Con delicadeza, tomó una navaja y empezó a cortar su barba garibaldi, se aburrió de ella y no la necesitaba más; pues las épocas de frío intenso comenzarían a retirarse.
Astuto, aprovechó también para lavar su ropa, cortó las semillas de un árbol de jaboncillo y frotó las mismas en ella. Greg debía de admitir que, por más hombre y varonil que fuese, su olor no era tan agradable.
Terminó por fin con ese laborioso y exhausto trabajo; de lavar ropa, y la dejó secar en unas rocas. No había nadie al alrededor así que atrevidamente se desnudó y entró al lago.
Pequeñas olas de agua iban chocando entre sí mientras Greg tomaba el baño, cerraba sus ojos mientras regaba un poco de la misma en su cabeza. Los recuerdos de los sucesos extraños que había pasado anteriormente se esfumaban tan rápido como se esfuma el humo que sale de una chimenea y sube por el costado de una casa. Greg se sentía tranquilo y lleno de paz.
Tal hermosa situación fue interrumpida en el momento que Greg escuchó pasos entre la hierba. Esta vez no pensó, ni de manera accidental, que fuesen los animales quienes hacían ese ruido; recordaba perfectamente que ese hombre le comentó, semanas anteriores, que ya no rondaban animales tan grandes como para mover la hierba alta.
Greg giró su cabeza lentamente y notó que algo se escondió entre la hierba y arbustos. Valiente y decidido, empezó a caminar hacia donde estaba esa cosa, pero justo en el momento en que por fin salió del lago, esa cosa se había marchado. Pensó que se trataban de bufones; que estaban burlándose de él o algo similar. Las condiciones de ese día perfecto, impedían que pensamientos escalofriantes atravesaran la cabeza de Greg.
Terminó de bañarse, tomó su ropa ya limpia y decidió ir a comprar cosas al pueblo. Mientras pasaba por su morada, una sensación de satisfacción llenaba su cuerpo. Esa cabaña era realmente hermosa, muchos creerían que era imposible que un sólo hombre hubiese hecho eso. Pero así era Greg, determinado y capaz de hacer lo que se propusiera.
También, en el transcurso de esas semanas, aprovechó para vender madera a unos norteños; pues las monedas de oro que traía con él, estaban por terminarse.
Terminó pues, de tomar sus bolsas de cuero que estaban dentro de su morada, y tomó rumbó al poblado. En un movimiento de ambas manos estiró el cuero de sus bolsas, preparando las mismas para introducir en ellas lo que Greg compraría más adelante. Así mismo, pasó por varios comercios y compró semillas de trigo, algunos frutos, e intercambió más madera por una navaja.
Mientras caminaba por la multitud, vio pasar a una persona mayor junto a una chica. La chica estaba viendo al suelo mientras caminaba, le contaba algo a la persona que le acompañaba y jugaba nerviosamente con un par de moras que llevaba en una especie de canasto.
El hombre con quien iba, accidentalmente chocó su hombro con uno de los costados de Greg; aunque realmente ya está acostumbrado a eso. Es demasiado alto en comparación a los norteños. Más que el pequeño golpe, la conversación que ambos mantenían fue la responsable de atraer finamente la atención de Greg.
Greg paró de moverse, volteó un poco su cabeza y una sensación rara le invadió el pecho, pues escuchar que una voz familiar proveniente de la chica le decía algo al hombre:
+ Lo vi en el lago, casi me descubre, pero salí de ahí antes que me reconociera, espero no haya pensado que le estaba robando o algo similar a eso. Creo que no me vio. —comentó la extraña, mientras revolvía con más nerviosismo y velocidad el canasto con moras—
- ¿Estás vos segura que viste al mismo forastero de quien me hablas? ¿El que llegó del sur hace unas semanas? —preguntó el hombre, tratando de calmar a la chica—
+ ¡Cien por ciento segura! Además, ¡Vos debes de creerle todo a tu favorita y dulce sobrina! ¿O no? ¡Siempre has dicho que soy la favorita! —detuvieron la marcha y rieron, mientras la chica levantaba el rostro hacia el hombre—
- ¿Cómo no voy a creerle a una doncella así? ¡Tan sólo mírate! ¡Eres igualita a tu madre! —resaltó el hombre al ver a su sobrina—
Era obvio que el hombre que acompañaba a su sobrina, no sería el único que la vería al levantar su rostro. En el fondo de la escena, estaba Greg ya con la cabeza completamente puesta hacia la dirección de estos dos. Y como un verdadero acosador; bueno, no tanto, vio con claridad el rostro de la chica.
- ¡Es ella! —dijo Greg emocionado, y comenzó a caminar con gran velocidad a dónde estaban, casi como si estuviese corriendo— ¡Rachel! —gritó desde el fondo de la multitud—
+ Tío, ¿Me creerías vos si ahora te digo que escucho su voz en forma de alucinaciones? ¡Ja, ja, ja!, sí que me afectó haberle visto de esa manera. —carcajeó nerviosamente la chica, con su identidad finalmente revelada, era Rachel Boysen—