Me abro paso entre la multitud de gente que aguarda en la entrada, y no tardó en averiguar La razón por La cual están allí. El profesor se retraso media hora. Suspiro aliviada. Después de todo lo que pasó está mañana finalmente llegué a tiempo, sin embargo me invade una amarga sensación de frustración. Todo el quilombo que hice esta fue para nada, y podría haberme quedado con Roma al menos diez minutos más.
Busco a mí beast friend con La mirada pero ella me encuentra primero, y me lo hace sabes gritando sin vergüenza mí nombre a todo pulmón. Camino hacia ella con una sonrisa dibujada en los labios, mientras me pregunto que sería de mí vida sin Sofía. Llevamos más de media vida juntas, así vamos que para este Punto de nuestra historia ya estamos en La categoría "hermanas de diferentes padres" aunque somos polos opuestos. La rubia y la morocha. La chica buena y el desmadre personificado. La obsesiva, y la que camina por la vida sin hacerse drama por absolutamente nada. La brutalmente honesta y la que juega a ser diplomática. No se que sería de mí sin su dosis de locura y de ella sin que alguien le diga "detente, ya es suficiente". Confío ciegamente en ella, estuvo para mí en los buenos y en los malos momento, siempre tiene una respuesta cuando mí cabeza es un caos, una palabra de aliento cuando siento que ya no puedo mas, y café para que no me quede dormida en clases. Me extiende el vaso de Starbucks y el dulce olor inunda mí nariz. –Eres la mejor amiga que puede existir Sofi.–
–Lo se.– Responde fingiendo soberbia. –Pero ese café no te saldrá gratis. Tienes que contarme porque justamente vos, La histérica reina de La puntualidad, llegó diez minutos después de La hora oficial de ingreso a clases...–
–Solo me quede dormida...– respondo restando importancia al asunto, y luego le doy un largo sorbo al café. Me sabe más delicioso que nunca.
Sus ojos están fijos en mí, ni siquiera parpadea. Puede leerme como a un libro, y no se conformara con una respuesta tan simple. Su ojos entrecerrados convidados con el La expresión seria en su rostro en general, me indica que no solo no está feliz con mí respuesta, sino que también está buscando La suya. Y luego, de la nada, sonríe ampliamente y suelta un chillido ensordecedor que hace que todos volteen a vernos y casi tire el café sobre mí del susto.
–¡¿Que te pasa Sofía?!– Exclamo asustada mientras se acerca demasiado a mí.
–¡Anoche estuviste con Romano!– Mí mejillas se encienden violentamente, y maldigo la capacidad camaleónica de mí piel que me delata siempre que me pongo nerviosa por algo. –Y al parecer te dejo un regalo para que no lo olvides por algunos días.–
–¿Que?– pregunto sin saber a qué se refiere. Ella señala su cuello y aunque puedo imaginar a que se refiere, rebusco entre mis cosas un espejo y examino La región para ver qué tan grave es... Y para mí desgracia tengo una terrible marca roja que se vuelve más y más morada imposible de disimular. Maldita sea, esta mañana al salir de casa no tenía ninguna marca. Entonces vuelve a mí mente nuestra "despedida" es su auto minutos antes...
Me quito en cinturón, y cuando estoy dispuesta a simplemente bajar del auto, me detiene sujetando delicadamente mí brazo.
–¿Quieres que también te enseñe a despedirte de tu novio?– Mis mejillas se encienden automáticamente y el sonríe. Si solo supiera que no es que no quiera besarle, es que tengo miedo a no poder detenerme. –Amo cuando haces eso...– susurra acercándose peligrosamente a mí. Al demonio con todo. ¿Quiere una despedida? no se va a olvidar de mí en todo el día. Lo sujeto por la camisa y termino el juego que él empezó. Grabe error, besa jodidamente delicioso que se me esta volviendo una adicción. Mí auto-control amenaza con irse al carajo. No es un beso romántico, es un beso lleno de pasión y de deseo, es un beso carnal que enciende el fuego que fluye entre los dos. No puedo evitar soltar un gemido y esto solo logra que Romano pierda completamente la cordura y me tome por la cintura para que la distancia que nos separa se desvanezca aún más si eso es posible. Sus labios abandonan a los míos y bajan a mí cuello, besando, mordiendo, provocando que mí cuerpo entero responda al mas mínimo contacto de su piel. Me olvidó incluso de que estamos en un estacionamiento en hora pico del que entran y salen personas constantemente, de que estamos dando todo un espectáculo... Pero al final, antes de que pase a mayores, voy en contra de todo lo despierta en mí y pongo mis brazos entre nosotros para lograr separarnos.
-Detente por favor...- Suplico logrando que se rompa la magia y se aparte de mí tras soltar un suspiro cargado de derrota. Me quedo unos instantes más sentada a su lado en silencio, intentando que mí respiración se normalice al menos un poco. Sus labios están hinchados y enrojecidos, los míos seguramente estén igual. Su pecho baja y sube aceleradamente, y sus ojos están cerrados. –Tengo que irme Romano...– murmuro.
–Esta bien Ali, pero solo quiero decirte que esto no termina acá... Paso por ti después de clases.– Toca un botón y el centralizado se desactiva.
–¿Me tenías encerrada?–
–Tenía miedo de que te escaparas de mí sin despedirte.- sonríe de lado y me atrae nuevamente a él, pero esta vez, su beso es tierno y dulce.
–Tienes que contarmelo todo, y darme una explicación convincente acerca de porque no me llamaste tan pronto se fue...– Quiere escuchar los detalles, a pesar de que sabe que soy extremadamente vergonzosa para hablar con ella o con cualquier otra persona de esos temas.
-No te llamé porque Romano se quedo a dormir conmigo...-
–¡Que!– Exclama sorprendida, casi escupiendo su café. –Eso si no me lo esperaba Alai...–
–Yo tampoco... solo, paso...– termino por confesar sin rodeos.
–Te felicito amiga... el idiota la lucho bastante, ambos se merecían una oportunidad.–
–Resultaste ser efectiva cupido.– Suelta una carcajada y me abraza.