Alexander Valkov:
Sofía me arrastra a la guardia por compromiso, y luego de dejarme allí, volvió al quirófano. Tampoco es como si me importara o quisiera cerca a esa vivora pero... No sé cómo explicarlo. Algunas veces me siento demasiado solo supongo, y me gustaría sentir que de verdad le importó a alguien. La joven enfermera que me atiende se enfoca en su labor, y con cuidado retira el vendaje impregnado de sangre. Su cálida mirada brillante llena de ternura y admiración se posa en mí, buscando alguna señal de queja de mí parte, y sus mejillas se vuelven rosadas cuando le regalo una sonrisa. Para ella y para toda esta gente soy un héroe, y no me tomé el trabajo de desmentirlo. Ellos solo vieron que un chico desangrandose, caminó hasta su casa, tomó su auto, subió a sus dos amigos al vehículo, y condujo con ellos dos kilómetros hasta aquí. Lo que no saben que en realidad todo fue mí culpa. Además, sino fuera por Alai, hubiera dejado al perro infeliz de Emiliano sobre el pavimento. Detalles...
–Te dijimos que era mejor permanecer aquí... La herida volvió a abrirse.– Me reprende casi como si fuera una maestra de colegio, o mí madre. –Hiciste más de lo que deberías hacer una vez más.–
–Necesitaba saber qué Ali estaba bien, verla aunque sea un instante.– Respondo escusandome con ella por alguna razón.
–Que suerte que tiene tu novia, como quisiera encontrar a alguien que me ame de la forma en que la amas...– Suelta al viento con ilución.
–No es mi novia.–Corrijo apesadumbrado. –Un día lo fue, o algo así. A ninguno de los dos nos gustaban demasiado los títulos, y en esa época creía que ponerle nombre a lo que teníamos me quitaría un poco de mí libertad... De lo que si estoy seguro es de que esa chica es el amor de mí vida y yo el de ella, aunque me odie y posiblemente no me quiera volver a ver.–
–Eso suena muy triste. ¡Pero puedes cambiar las cosas!– Dice en un intento inútil subirme el ánimo –Pusiste tu vida en riesgo para salvarla. Incluso ahora te sigues exponiendo por no dejarla sola. No importa que haya pasado entre ustedes, eso vale mucho. Ella sería una tonta si te rechazara después de todo esto.–
–¿Perdonarías a alguien que te traiciono, te humillo y te hizo sentir que no valías nada?– Solo desvía la mirada y aunque no pronuncia una sola palabra, su silencio lo dice todo. –Ahí esta tu respuesta... No la culpo, yo tampoco lo haría. Merezco que me odie. Las buenas acciones del presente no borran el pasado, sin embargo, eso no cambia lo que siento por ella ni lo que ella siente por mí... ¿Terminaste?– Pregunto terminando bruscamente la conversación. Los consejos de una desconocida no me interesan. De hecho, ni siquiera se porque comencé a responder sus preguntas en un principio. Supongo que está situación me pone un poco voluble. Ella asiente y sin decir más, me pongo de pie. –Muchas gracias señorita.–
–¡Espera! ¡tienes que quedarte aquí!– Ordena alarmada. –¡No estás bien!–
–No puedo quedarme... Mí lugar es a su lado. Quiero que sea lo primero que vea cuando despierte.–
–Si vuelves a regresar en herido, te amarraré a la cama.– comienzo a reír una vez más, pero un es una buena idea porque siento que todo comienza a doler al mismo tiempo, sin embargo, disimulo. –Cuidate.–
–Lo haré esta vez.– Prometo falsamente, y luego sigo mí camino.
Recorro por el largo pasillo blanco hasta el ascensor y de allí, sin escalas al sexto piso, terapia intensiva. Para mí suerte, no hay nadie. No se donde estará Romano pero tampoco me importa, necesito pensar y no tengo ganas de sus interrogatorios. Mí cabeza es un caos. Es la primera vez en mucho tiempo que no tengo idea de que carajos voy a hacer.
–¿vas a decirle que yo lo sabía todo? ¿vas a decirle que la traicionaste por mí culpa?– Dice una desafiante Sofía –Si quieres, se lo confirmo... eso no cambia lo que le hiciste lindo. Tus acciones no tienen justificación y ambos sabemos que Ali no te perdonara. Apártate de ella y déjala ser feliz con Romano. No vuelvas a destruir su vida y acepta de una vez que perdiste muñeco.–
–¿por que todos creen que Romano es mejor que yo? La única diferencia entre nosotros, es que yo voy de frente y el finge ser el chico bueno. Pero, ¿Acaso tuvo algún escrúpulo para utilizarte para llegar hasta Alai?–
–El que me engañó fue Marco, Romano no tiene nada que ver.–
–Lo que digas... Sigue justificándolo. De cierta forma entiendo tu negación. Fuiste la responsable de que estén juntos y aceptar que él es una mierda igual que yo, sería aceptar que condenaste a tu amiga una vez mas.– Sofía solo se va sin decir más cuando la primera enfermera se acerca.
Odio admitirlo, pero tiene razón. Yo fui quien lo jodió todo. Era tan simple como hablar con ella y preguntarle que sucedió. Tan simple como escuchar a mí corazón, que gritaba desesperado que ella no era la clase de chicas que engañan y rompen. Alai siempre fue de las que se entregan en cuerpo y alma, de las que cuando se enamoran ya no tienen ojos para nadie más, de las que sanan y te hacen sentir pleno y completo. ¡Y yo lo sabía! jamás me dió un solo indicio que me hiciera sospechar que haría algo así, no era capaz... y aún así...
–¡Maldición! ¡Por que fui tan idiota!– Me reprocho a mí mismo, mientras aprieto mis puños con fuerza. Quiero que todo sea como antes, cuando me sentía pleno, completo, feliz, cuando la tenía a mí lado, cuando me miraba con amor y no con odio. Cierro los ojos y vuelvo al día en que todo comenzó...
21 de septiembre, Argentina celebra el día de la primavera y al mismo tiempo el día del estudiante, y eso solo significa una cosa, no hay clases. Alai y sus compañeros habían decidido organizar un día de campo en el Tigre. Llegaron temprano con sus mochilas cargadas de comida y bebidas, y levantaron campamento bajo un gran sauce. Pronto el lugar comenzó a llenarse de adolescente como ellos que venían a disfrutar del buen clima, y entre ellos llego Alexander Valkov. El solo fue por obligación, pero apenas vio a la vio, sus ojos se encendieron y solo tuvo un objetivo en mente, lograr que Alai salga con él una vez mas. Habían pasado varias semanas desde el día del accidente, Ali estaba completamente recuperada, y se veía radiante. Le había escrito con la escusa de saber cómo seguía, pero solo había recibido esporádicas y cortantes contestaciones. Alex no es de los que persiguen, y tal vez eso era lo que le llamaba la atención de ella, que lo ignoraba. Lo volvía difícil, pero al mismo tiempo interesante.