A través del hielo

❄️CAPÍTULO 2❄️

❄️IVAN❄️

Estaba enojado, con ganas de incendiar el mundo y apenas eran las nueve de la mañana. Todo estaba saliendo como una mierda y tenía una reunión con el equipo y el cuerpo directivo y yo estaba hecho un desecho humano.

Todo por culpa de la morena que me tiró todo el café en el traje gris. Ahora tenía que dejar a Claire en su clase de patinaje y no tenía tiempo para siquiera cambiarme.

El café en mi sistema no estaba haciendo ya su efecto, pero me había vuelto adicto a la bebida negra desde que mi vida cambió. Ser padre soltero hizo que muchas cosas de mí mudaran para siempre.

Como el hecho de no tener un día de paz por la preocupación de no ser el padre que merecía mi pequeña bebé.

Esa misma que ahora tenía cinco años y que estaba creciendo demasiado rápido. ¿Cómo es que ya mi pequeña tendría sus primeras clases de patinaje?

Aunque no podía culparla, desde sus primeros meses de vida había estado cerca del hielo y mi hermana la llevaba siempre que podía. Anormal sería que no le gustara. Aunque si fuera ese el caso, la apoyaría por completo.

Ahora que la veía, era igual a mi gemela a su edad. La gente decía que era su hija cuando las veían juntas. Y sabía que mi hermana la amaba tal como si lo fuera. Ella y su novio -mi mejor amigo- eran sus tíos favoritos y únicos.

Llegué a la Arena Volkov y escuché los sonidos de siempre, el hielo, los generadores y el aroma a limpio. Mi padre estaba en la oficina y mamá en casa, de reposo, porque había sufrido una trombosis en su pierna, lo que la tenía bajo cuido.

Y me dejaba sin alguien a quien cuidar a mi Claire.

Sabía que no debería ser la responsabilidad de mamá, pero no confiaba en nadie más para hacerlo. Había tenido malas experiencias con las niñeras y prefería que nadie fuera capaz de dañar lo más importante de mi vida.

—Papi, apresúrate. —Claire era una fuerza a tomar en cuenta y me llevaba de la mano acelerada. Siendo mi hija no me extrañaba en lo absoluto que amara el hielo más que otra cosa—. Vamos tarde.

—Ya llegamos, Cece.

Entramos al hielo con nuestros patines puestos y yo con un abrigo sobre mí que era por completo innecesario puesto que eso no me congelaba ya, pero no quería dar una mala impresión a los demás representantes de las nuevas compañeritas de mi hija.

Efectivamente, éramos los últimos pero ya estaba acostumbrado a que la gente mostrara deferencia por ser quien era. Accionista de la pista y jugador de Hockey del equipo ganador de Pensilvania uno tenía sus privilegios.

—Buenos días, señor Volkov —me dijo la entrenadora. La misma que había investigado hasta el cansancio antes de acceder a que fuera la encargada de mi hija—. Hola, señorita Volkov.

Mi hija sonrió como un hermoso sol. —Hola, entrenadora White.

Tenía la edad para ser mi madre, baja y de cabello rubio. Había ganado muchas competencias con sus chicos y era recordada por ser una de las entrenadoras más cariñosa y justa. Había pagado una cantidad insana de dinero para que pudiera acceder a trabajar aquí.

—Les recordaré un poco de lo que estábamos hablando. Lo importante es el compromiso de los padres aquí —sentía que venía el tiro de gracia por ahí—. Para mí es necesario saber que sus hijas tendrán todo el apoyo. Esto no es algo para ser la niñera de las chicas y que no estarán pendiente de sus avances, sino queremos que tanto padres, niñas y mi persona seamos un equipo.

Joder.

Para mí Claire era todo, pero sabía mi horario, mis entrenamientos y lo mucho que tenía que compaginar las cosas para no colapsar. Desde hace cinco años no duermo más de cuatro horas por noche y sí, había sobrevivido a ello, pero esto era más de lo que planeé.

¿Cómo podría no decepcionar a mi bebé?

—Ahora vamos a aprender las cosas básicas, las chicas pueden ponerse sus patines y empezaremos la lección.

Mi hija ya era experta en eso. Pero igual nos fuimos a las gradas y saqué de su mochila rosa los patines blancos a medida. —Papi, yo puedo hacerlo sola.

Estaba a nada de llorar, porque recordé la primera vez que la ayudé. Como mi niña de tres años en ese momento estaba emocionada por patinar. Ahora era grande y estaba haciéndome sentir nostálgico.

—Lo sé, Cece. Pero papi quiere ayudarte. ¿No me vas a dejar? —sabía que estaba llegando tarde a mi reunión, pero todo lo demás podía irse al demonio. Claire no tenía a su madre, yo tenía que ser bueno para que no sintiera nunca su falta.

Ella hizo un puchero que volvió trizas mi corazón. —Claro que sí, papi. Te amo.

Me tragué el nudo que se hizo en mi garganta. —Y yo te amo a ti, mi Cece.

Le amarré los patines con el nudo fuerte que siempre me hacía y la tomé de la mano para ir al hielo. Ella se veía realmente feliz con sus mallas rosas. Ella era todo color rosa, por muy distinta a mi hermana Katerina que siempre había sido la más oscura de los dos.

Y hablando de ella, la vi entrar en el hielo. Venía con una sonrisa y mi hija no tardó en verla. —¡Tía Katerina! —Chilló Claire patinando como una velocista hasta donde estaba mi hermana. Si no hubiera sido porque mi bebé amaba ver a su tía bailando en el hielo estoy seguro que habría sido una delantera espectacular de hockey.




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