A través del hielo

❄️ CAPÍTULO 8❄️

❄️IVAN❄️
Dejé la casa de punta en blanco, sabiendo que el día de hoy era importante. Mientras Cece dormía, me encargué de ordenar los alrededores esperando que nada estuviera mal colocado. Pese a que la idea de tener una niñera no era de mi agrado, no quería dar una mala impresión de mi casa, por lo que me dediqué a dejar las cosas ordenadas.
Al terminar, comencé con la tarea de hacer el desayuno a mi pequeña. Sabiendo que pronto iniciaría la escuela, la dejé dormir más. Quería que estuviera descansada, ya luego tendría que levantarse demasiado temprano.m y ser responsable.
Mi teléfono comenzó a sonar y vi el nombre de mi hermana en la pantalla. Estaba tratando de que yo no arruinara esto.
—Pareces algo neurótico —dijo apenas contesté la videollamada.
—Si Mason te dice que eres divertida, miente —devolvi a lo que ella sonrió—. Estoy que cancelo todo.
—Eso sí que no, esa chica es buena. Solo tienes que darle la oportunidad.
—¿Recuérdame de dónde la conoces?
Ella había sido hermética con respecto a eso, tal vez sospechaba que la haría pasar un pandemónium para solo cerciorarme que no robaría mi ropa interior. Cosa que ya he vivido en el pasado.
—De la pista.
—Seguro es una Groupie.
—Por supuesto que no, la chica no patinó más porque no pudo. Pero créeme no sabe nada, nada de hockey.
Dudaba de eso último, el deporte aquí por la naturaleza era el de hielo. Que no le gustara se sentía como una especie de sacrilegio. Sin embargo funcionaba para mí.
—Prometeme que no la harás pasar un mal momento.
—¿Por quién me tomas?
—Por un padre sobreprotector. No me defraudes.
Solo pude poner los ojos en blanco. —No lo haré. Te lo prometo.
—Confío en ti.
Cortamos comunicación y decidí que era hora de arreglarme. Me tomé el batido de proteínas y subí a ducharme con agua fría, necesitando concentrarme y activarme. El día sería largo y lo estaba preparado para ello.
Primero la cita con la niñera, una reunión con inversionistas para la arena, luego una entrevista en una radio local, después entrenamiento y último gimnasio. Mi pequeña hoy sería cuidada por mi papá para poder hacer todas las cosas ya que Katerina tenía que viajar en la tarde para Boston. Lo que me dejaba en un aprieto. Realmente necesitaba que está niñera funcione y no se convierta en una loca.
Me vestí con un traje y fui directo a despertar a mi chipilina. Ella abrió esos hermosos ojitos azules que me volvía nada las entrañas. —Papi, es muy temprano.
—Vas a quedarte con el abuelo. Tía Katerina vendrá en un rato y te llevará.
Ella saltó de la cama al oír a su tía. Resulta que su tía al ser patinadora la elevaba en la escala de favorito en este momento por lo que aceptó de buen agrado levantarse temprano. No estaba celoso, obvio que no.
Ella se cambió el pijama por un conjunto abrigado y me senté con la tarea más difícil del repertorio. Peinarla. Con su cabello largo y abundante, era una cosa que se hacía trabajosa. Pero en los últimos años había tenido que perfeccionar mi técnica.
Haciendo una diadema con su propio cabello, ella se miró al espejo. —Soy la niña más linda.
Oh, si. Esto era mío. Esa gracia era mí marca.
—La más bella, pero todas las niñas son preciosas a los ojos de quienes las aman. No quiero oírte que hiciste sentir mal a alguien diciendo que no es bonita o buena persona. Le rompería el corazón.
—No, papi. Lo prometo —dijo muy solemne y mi corazon se volvió una cosa inservible llena de amor. Estaba orgulloso del ser maravilloso que era mi niña.
Cuando estuvo lista, la dejé mirando un ratito de Masha y el oso. Su dibujo animado favorito. Como estaba aprendiendo ruso como el abuelo, lo veía en el idioma original. Mi hija era demasiado inteligente para su bien.
Le dejé su plato de desayuno para hacer las cosas al mismo tiempo y seguí en lo mío.
Termine de arreglarme y mi hermana entro en la casa. Traía en sus manos uno de sus batidos y sabía que acababa de venir de correr. —¿Donde dejaste el pobre Mason?
—Dando clases. Vine a evitar que echarás a la chica apenas pusiera un pie en la casa.
Mi hermana me conocía bien. No en vano éramos gemelos —Lo haré sino da la talla.
—Te caería bien si la conocieras. Es una chica muy agradable.
—Primero quiero verla.
Ella bufó, pero no dijo nada más. Solo fue a ver a Cece en su habitación mientras que yo me iba al despacho.
Revise algunas cosas en la computadora para la reunión de hoy y justamente uno de los que acudiría me llamó. Contesté hablando en ruso, permitiendo que las palabras se deslizaran con facilidad de mis labios. Agradecida que mi madre nos hizo aprender el idioma pese a que no era el primer lengua de nuestra familia.
Escuché el timbre sonar, pero no pude colgar. Sabía que mi hermana tomaría la batuta y la traerla aquí. Esuchdaba una perorata sobre precios y ganancias, cuando la puerta se abrió. Tarde uno segundos en girarme y caminar hasta donde estaba la chica. Y de nuevo, sentí que todo estaba en contra.
Era demasiado
—¿En serio, Katerina?
Mi hermana me miró como si no entendiera y era probablem
—¿Qué sucede?
—Katerina ella no puede ser. —de una vez me fui por la negativa. Seguía sin confiar en ella. Aparecerse aquí, en mi casa, me hacía dudar demasiado.
—¿Se conocen?
La morena y yo nos miramos fijamente. —Lo siento, no debí venir.
—Ah no, nada de eso —mi hermana la tomó del brazo pidiendo que se fuera—. No puedes echarla sin conocerla. Me lo prometiste, Vanya.
—Su hermano cree que soy una paparazzi. Me acusó de querer vender su contenido —recordar lo de la salida de aquel día me hizo rechinar los dientes.
—Ivan, por Dios. ¿Cómo vas a pensar eso?
—No sería extraño y hoy aún más. ¿Meterse en mi casa? Discúlpame si dudo, pero la seguridad de Claire lo es todo para mí.
Katerina entendió, lo supe porque relajó sus hombros, pero aún la veía enojada.
—Ni siquiera le dije que eras tú.
—Seguro lo sabía de alguna manera —mascullé.
—Katerina, lo mejor es que me vaya. Gracias por tomarme en cuenta, pero no funcionará. Lamento haberte hecho perder el tiempo.
—Alana, no. No te puedes ir así sin siquiera tener una disculpa de nuestra parte. —la miré sabiendo que eso no lo haría—. Sí, de ambos. Nadie merece ser tratado como lo estás haciendo Iván. Es un inepto de lo peor.
—Katerina.
—Ivan —devolvió. —. Discúlpate
No podía, era imposible, no cuando no confíaba en ella.
—Vanya —susurró.
—Lo siento —dije a regañadientes—. Mi hija es lo más importante para mí. No se si me dices la verdad o no, pero prefiero no arriesgarme.
—Al menos tiene sentido lo que dices —vaya, aceptó rápido. No estaba tan poco cuerda—. Solo para la próxima, no haga sentir a la gente como basura. El hecho de que haya personas que lastimaran su confianza no le da derecho de hacer sentir mal a otros.
Se había dado cuenta de que hubo una historia en medio que no comenté. La chica era demasiado intuitiva y eso elevaban los puntos, pero era tarde.
Y remató con las palabras que le había dicho Claire en la mañana y estaba mordiéndome el culo.
Creo que esta vez sí me pasé. Y metí la pata hasta el fondo. Muy, muy, muy en el fondo. Yo merecía un puñetazo en la nariz.
Comenzó a caminar hacia la puerta, sin embargo mi pequeño torbellino abrió la misma. —Papi, papi. ¿Ya vamos a dónde el abuelo?
Claire vio a la chica morena y sonrió al darse cuenta que había más gente aquí. —Hola —saludó dulce.
—Hola, Cece —dijo Alana como si la conociera.
—Es la chica que echó el café en tu camisa, papi —Katerina me miró sin entender—. Tienes un pelo bonito. Quiero peinarlo así algún día.
La sonrisa genuina en la cara de Alana no me pasó desapercibida. —Cuando seas mayor podrás hacer todo lo que quieras. Pero ahora ese peinado que llevas es precioso.
Escucharla hablar así, tan suave, nadie pensaría que acababa de darme una descarga y dejarme knockout.
—Lo hizo mi papi —si, al escuchar que fui yo quien lo hizo tuvo una mueca y me lo merecía—. ¿Quieres ver mis patines nuevos?
¿Cómo mi hija confió tan rápido en ella? Yo no podía y ella lo hizo tan fácil. Me hacía sentirme un ogro, peor que Shrek.
—No puedo, pequeña. Debo ir a trabajar.
La boca de mi hija hizo un puchero que me hizo querer dar mi corazón en sacrificio. Solo quería verla siempre feliz.
—Está bien.
Salió de mi oficina para terminar de arreglarse. Pero sabía que estaba triste y tendría que consolar a mi pequeña luego. No comprendía nada de lo que acababa de suceder aquí.
—Te acompaño, Alana. Y de nuevo, discúlpame por hacerte pasar este mal momento. No hay forma en que yo pueda ganarme tu perdón.
Mi hermana se veía acongojada y supe que no tendría tregua. Las escuché mientras salían y yo intenté tranquilizarme. Pero sabía que la había cagado.
Cuando regresó, parecía molesta. —En serio, Iván
Te pasaste. La chica no hizo nada malo.
—Sabes lo que pase. Esa mujer casi arruinó mi carrera y también se estaba llevando a Cece en el medio. No puedo confiar tan fácil. No después de aquella loca que robó fotos de mi hija cuando fue su niñera.
Había dicho todos mis miedos. Fue un mal momento para mí, sobre todo porque eran de mi niña estando algo desarreglada porque estaba enferma. La gente empezó a decir que era un mal padre y que mi bebé podría peligrar conmigo.
Aparte de que se inventó que tenía una historia de amor conmigo, eso fue la gota que derramó la copa.
—Lo sé Iván, pero tienes que confiar. Alana dijo algo que tiene mucha razón. No puedes medir a la gente con la misma vara de los que te han dañado. En el mundo hay más gente buena que mala. Estaríamos en completas tinieblas si todos los que conociéramos fueran malos.
Odiaba cuando mi hermana se comportaba más madura que yo.
—Alana fue la chica con la que alguna vez celé a Mason —esperen ¿qué?—. No pienses mal, ni siquiera salíamos en ese entonces. Fue en el momento en donde yo pasé por mi mala racha con la bulimia —sabía a qué se refería y me dolió el corazón oírla—. Cuando la encontré años después me disculpé con ella. Y si te soy sincera, me cae bien. Ahora dañaste la oportunidad de tener una amiga por tus chorradas.
Mierda.
A mi hermana le costaba hacer amigos, sobre todo porque su mundo era el patinaje y tenía muy poco tiempo libre. Después de juntarse con Mason, eso cambió, pero aún no era asidua a tener amistades mujeres, más que su entrenadora con la que entabló una hermandad única.
—Lo siento, Kate.
—Tienes que resolver esto, porque se acaba el tiempo. Voy a ver a Cece para llevármela a casa de papá y mamá.
Me quedo solo y pensé cientos de cosas. Me sentía mal y tenía un peso en el estómago. Miré el postre en la mesa y suponiendo que lo trajo Kate, le di un bocado. Y joder, estaba buenísimo.
¿Dónde había estado toda mi vida esto?
Note que era un pastel de tres leches, pero tan bueno como nunca lo había probado. Quería comerme una tarrina entera yo solo.
Y justo la puerta se abrió.
—¿Dime en qué tienda compraste esto?—y señalé el envase vacío.
—Eso yo no lo traje —espera un segundo, ¿Qué?
—Katerina, no juegues con eso.
—Lo trajo Alana. Lo hizo ella. Y te lo comiste todo. No lo merecías.
¿El postre más delicioso que había comido en la vida lo hizo la chica que acababa de despedir?
—Mierda. Tal vez le echó cianuro.
Ella río. —No es como que no lo merecieras después de como la trataste.
La culpa se hizo pesada en mi estómago.
—Me dijo que tal vez no sería la mejor niñera, pero de hambre no se iban a morir. Al parecer ibas a conseguir niñera y chef al mismo tiempo. Eres un idiota.
Maldita sea mi vida.
—Y mira, no tienes ninguna de las dos en tu vida. Tu pérdida será la ganancia de otro. Ahí te lo dejo.
Y se fue haciéndome saber que había cometido un error.
Mierda.




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