PERDÍ LA PRIMERA PARTIDA
Cami
8 de mayo del 2023 - un día antes de la caída del rey
«—Tené cuidado. Mirá por dónde vas y no te lastimes. Volvé a casa siempre a salvo».
Nunca pensé que le interesaría a él tanto así para evitar que yo tenga que agacharme para atarme los cordones o para pedirme que siempre vuelva a salvo.
Con Carla terminamos de llorar y de pedirnos perdón como dramáticas, después de eso nos quedamos concentradas viendo a los chicos, se habían puesto a jugar al voley con otros compañeros, sonreí y sin poder evitarlo me quedé viendo a Leo, dejándome expuesta. El sol acariciaba su piel mientras reía. El mundo a su alrededor parecía moverse en cámara lenta, como si todo se rindiera por un segundo al simple vaivén de su cuerpo saltando tras la pelota. Y yo… me quedé ahí, con los ojos más quietos que nunca, mirándolo un poco más de lo necesario.
No era solo que se viera bien—aunque lo hacía—, era que el sol parecía elegirlo. Lo acariciaba con una ternura descarada, como si supiera que yo lo estaba mirando. Como si quisiera mostrarme cada detalle: el brillo en sus cachetes, la forma en que la luz se quedaba atrapada en su cuello, él era una confesión no dicha, incluso mis ojos hablaban más que mi boca.
Me sentí tonta. Invisible. Y al mismo tiempo, completamente encendida por dentro.
Había algo en él, en su risa honesta, en su forma de moverse sin saber que alguien lo estaba dibujando con los ojos.
Era como ver el fuego sin quemarse… aunque una parte de mí ya ardía sin que él lo supiera.
Sentí como Carla me mueve el brazo para que hablara con ella, pero no podía sacar la mirada, como si mis ojos estuviesen congelados.
—Amiga...—La escucho, pero a la vez no.
En un momento Leo se cayó al suelo, tapé mi boca con preocupación, Miguel fue a ayudarlo, pero en ese momento Leo lo tiró con él, y al darme cuenta de que no se había lastimado, empecé a reír. Reí como nunca, y me sentí viva.
Escucho un suspiro exagerado de Carla y su mano apretaba mi pierna con fuerza, la miré sorprendida.
—No te gusta Miguel.—La miré con una sonrisa—. Te gusta Leo.—Sherlock Holmes, tendrían que llamarla a ella. Pensé con sarcasmo.
No sabía si golpearla, o reírme.
La miré como diciendo: "¿Recién ahora te das cuenta?"
—Tenía ojos pero no estaba viendo, es demasiado obvio. ¡Ah! Que imbécil.—Se insulta como si estuviese decepcionada de ella misma.
Agarré la libreta de comunicación y le escribí.
"Y a vos te gusta Miguel"
Ríe con sarcasmo.
—Já, ni en sus mejores sueños.
Negué con una sonrisa. Si ella no estaba enamorada de Miguel, entonces yo soy mejor artista que da Vinci. Cosas imposibles.
Seguimos viendo a los chicos jugar un rato más, hasta que tocó el timbre de salida. Teníamos que ir por nuestras cosas.
Mientras guardaba mis útiles, recibí un mensaje de un número desconocido, lo leí por pura curiosidad, hasta que después de hacerlo, ya no tenía nada de curioso.
«La partida empezó. Y vos sos mi reina. Una sola jugada equivocada… y hago jaque al rey. Seguí mis instrucciones si querés que las piezas sigan vivas.»
Recibí una foto de hace un rato, Leo y Miguel jugando y una de nosotras dos viéndolos. La piel se me puso de gallina, y las náuseas empezaron a invadirme.
—¡Cami!—Me llama Carla desde la puerta y levanto la cabeza—. Vamos, te esperamos afuera.—Asentí.
«¿Qué tengo que hacer, madrastra?»
Envié el mensaje y salí del aula con la mochila en la mano. Al unirme a los chicos, Leo se ofreció a llevarla como siempre.
Todo el camino yo iba adelante de ellos, pero solo unos pasos, perdida mirando el suelo. Pienso que esto no se va a terminar más, que nunca voy a poder ser feliz, nunca voy a poder salir del infierno.
Saqué mi teléfono al ver que tenía otro mensaje.
«Ya sé a quien destruir primero, así que te conviene mantener esto en secreto. Sos vos, o ellos».
Guardé el teléfono y seguí caminando. No había escuchado los gritos de los chicos, solamente sentí el momento en que Leo me agarró del brazo y me hizo subir de nuevo a la vereda. Levanté la mirada para poder verlo, sus ojos demostraban preocupación.
—¿Estás bien?—Pregunta Carla.
Asentí.
—Ni siquiera frenó para ver si estabas bien.—Se quejó Miguel.
No dije nada, porque sabía que no había sido accidente.
—Es que ella iba a cruzar bien, porque el semáforo estaba en rojo, nosotros teníamos el pase.
Las palabras de Leo confirmaron lo que yo pensaba. No fue un accidente, ni un imbécil que cruzó como si estuviera corriendo una carrera. No tenía intenciones de matarme, sino de advertirme que nadie estaba jugando.
Llegamos a casa, en el patio-jardín hacía frío, pero solamente el hecho de saber que estaba en casa, incluso el frío me parecía cálido y reconfortante. Ahí, en la mesita estaban tomando un café la abuela con Roque, mi papá biológico, hace mucho que no lo veía.
Se me acercó y me dio un abrazo.
—Sé que iba a respetar tu espacio por un tiempo, pero... te quería invitar a tomar un café conmigo mañana. ¿Te gustaría?—Sonreí forzosa y asentí.
Me gustaba la idea, aunque tuviese miedo de dejar a los chicos solos, pero si le decía que no, se van a dar cuenta de que me pasa algo. Y no quiero que ellos se enteren ahora.
—¿De verdad te gustaría? Tengo muchas cosas que contarte y darte.
Iba a asentir de nuevo pero el celular volvió a vibrar en mi bolsillo. Al saber de qué se trataba, no lo abrí todavía.
"Voy a dejar la mochila y voy al baño"
Escribí en la libreta, cuando me aseguré de que habían terminado de leer me fui de ahí.
Me encerré en el baño y abrí la foto que me había enviado mi madrastra. Mi corazón se aceleró al ver a Leo siendo protagonista de esa foto. Estaba riendo y su piel brillaba bajo el sol, tal como yo lo había visto hace unos minutos, no había sido mi imaginación, así se veía él realmente, lleno de luz. Fue por eso que mi corazón se estremeció el doble.
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Editado: 19.07.2025