Amor Extrasensorial

Capítulo 1: Encuentro

-Narra Sebastián-

Me levanto temprano. Otra noche más sin poder dormir. Me paro frente al espejo del baño y miro detenidamente las cicatrices en mis muñecas de las cortadas. Es un proceso lento. Me corto. Se cierra la herida. Me vuelvo a cortar. Y no sé cuándo parará esto. Hoy es mi primer día en la universidad, en la facultad de medicina. Intentaré dar lo mejor, pero ni siquiera puedo darle forma a mi pelo. A mis dieciocho años de edad ya debería saber peinarme solo. Igual no me interesa. Miro en el espejo mi cara pálida y mis ojos oscuros y siento una presencia detrás de mí. Volteo y veo el reflejo de una sombra pero ésta desaparece.

-Deja de jugar. –le digo a lo que sea que haya estado detrás de mí. Total… ya es costumbre.

Termino de alistarme y pongo rock en mis audífonos para no escuchar el mundo. O simplemente para no escuchar los quejidos de mi padre gritándole a su esposa. Salgo a la sala y veo a mi hermana de siete años terminando su desayuno. Trato de salir inadvertidamente.

-Sebas ¿no vas a desayunar? –me grita mi hermanita para que pueda escucharla.

-No Jenny. Nos vemos ahora. –le respondo.

La única que se preocupa por mi alimentación. Salgo de la casa. Prendo mi moto y me voy a la universidad. Al llegar estoy todo perdido. Como puedo busco información y entro a mi primera clase. Hermano, todo fuera tan diferente si estuvieras conmigo. Mientras el profesor habla y habla volteo y me doy cuenta que Michel está también en mi clase. Claro, ella dijo que iba a estudiar medicina acá. Uno de sus tantos planes con Henry. Esa chica me asusta. Es extraña. No digo que yo no lo sea, pero ella siempre me mira raro desde primer año de bachillerato.

Al terminar la clase todos salen del salón. Al intentar meter mi cuaderno el bolso se me cae y todos se salen. Yo de torpe como siempre. Me abajo para recoger los cuadernos y Michel se para en frente de mí. La miro y me está mirando tétrica. Se me puede erizar la piel con esa sombría mirada. Y estoy acostumbrado a ver estas cosas.

-Qué tonto. –me dice muy seria y seca.

La miro con algo de miedo y me levanto. Ella se ríe y me sonríe amablemente.

-Me alegra verte. –me dice cambiando completamente de ánimo.

Miro alrededor y todos los demás han salido del salón. Asiento con mi cabeza y me doy media vuelta para irme.

-¿Aún lo extrañas? –me pregunta Michel.

Aprieto fuertemente un tirante del bolso con mi mano.

-No tienes idea. –le contesto en tono muy bajo.

-Yo también.

Miro hacia la puerta y veo la figura de una mujer arrastrándose por el piso hacia nosotros.

¡¿Por qué ahorita?!

El demonio tiene toda la cara tapada con su pelo y se arrastra con sus brazos ¿Qué es esto? Veo que Michel mira también hacia la puerta.

-¿Tú la ves verdad? –me pregunta.

-Sí.

Michel me agarra por un brazo y me echa hacia atrás. La mujer desaparece. Luego volteamos y está detrás de nosotros. Mierda.

-¿Qué quieres? –le pregunta Michel.

-Los quiero a ustedes, a los médiums. –dice el demonio con una voz horrible.

-Vamos Sebas. –me dice Michel.

Salimos del salón y la sigo hasta afuera.

-Tenemos quince minutos de descanso. –me dice. – ¿Qué quiso decir con los médiums?

-¿Tú también ves…?

-¿Espíritus? Desde que tengo memoria.

Esto es nuevo…

-¡¿Todavía te cortas las muñecas?! –me dice, o más bien me reclama tomando mi mano.

-Desde que Henry no está…

Me siento en una banca del pasillo. No sé qué más decir. Ella se sienta a mi lado.

-Para mí también ha sido duro. Ha pasado casi un año desde entonces. Ustedes solían ser inseparables.

Henry y yo éramos los mejores amigos desde primer año. Yo siempre era solitario y callado. Y él insistía en hablarme durante horas. Siempre era muy divertido estar con él. Me incitaba a hacer cosas que ni yo creía que podía hacer. Y yo con mis depresiones. Él siempre estaba ahí para mí.

-No nos vemos desde su entierro. –me dice.

Ese día fue lo peor. Enterarme de que lo encontraron así de esa forma. Todo desangrado. Y más aún saber que fue un suicidio.

-Sebastián. –me dice Michel y me muestra una de sus muñecas cortadas. –No eres el único que ha tenido problemas.

-No sabía que tú hacías eso. –le digo.

-Hay muchas cosas que no sabes de mí. –me dice.

Me quedo mirando sus ojos grises. Siniestros y a la vez encantadores.

-Nunca he creído el supuesto suicidio de Henry. Nadie me mete en la cabeza que el haya atentado contra su vida. –me dice muy segura.

Siempre he tenido eso en mente pero no sé qué decirle.

-Mira. –saca un papel de su bolso. –Es una carta de Henry. La escribió luego de su muerte.

Leo la carta:

Michel, no sé en donde estoy. Estoy atrapado. No sé ni qué pasó. De lo único que me acuerdo es de haber estado durmiendo y luego ahí estaba tirado en el piso desangrándome. Intenté gritar pero no podía. Solo sentía cómo mi cuerpo iba muriendo y descendiendo poco a poco. Ahora solo me siento en el vacío. Esto es agonizante. He querido acercarme a ustedes pero hay algo que no me deja. No sé cuánto tiempo ha pasado. Habla con Sebastián, seguramente él sabrá que hacer. Si es que se puede hacer algo.



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En el texto hay: misterio

Editado: 03.03.2018

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