Eliam Ferrari
París, Francia
— Hermanito, ¿no crees que es hora de que te cases? Digo, ya cuántos tienes, ¿30? ¿31?
— Sí, hermano, nunca nos has presentado una novia. ¿Qué acaso te gustan los hombres?
Elevo mi mirada hacia dos pares de ojos verdes, ambas son tan idénticas que no hay nada que las diferencie. “Mis hermanas gemelas” son tan bellas, curiosas, inteligentes y, sobre todo, entrometidas.
— Podrían dejar de fastidiar, siguen con lo mismo. —demandó, ya harto de lo mismo de siempre, queriendo meterse en mi vida privada.
— Ya he dicho que no necesito novia, ni esposa, ni nada. Estoy bien así, soltero sin compromisos. —opino. — Además, me interrumpen. Estoy trabajando. – Terminó la conversación para que me dejen en paz.
— Aish, eres imposible. Vamos, Isa.
— Sí, mejor vamos. Hermanito, veo que te están saliendo canas. —Ambas se ríen y se van corriendo por el pasillo hasta sus asientos en el jet.
Paciencia, paciencia. Mientras me masajeo el entrecejo.
[•••]
Montecarlo, Mónaco
Después de dos horas, acabamos de llegar por fin a Mónaco, hogar dulce hogar. Mi familia vive en París, y decidieron venir a Mónaco a pasar unas semanas. Gracias a Dios tienen donde quedarse porque en mi pent-house no quiero a nadie, quiero estar solo. Además, tengo que pasar por los casinos, revisar que todo esté en perfecto estado.
— Hijo, mañana quiero verte en el desayuno. 8 a. m., no olvides. —Mamá me habla, mientras voy a entrar en una de las camionetas que nos esperan en la pista privada.
— Sí, madre, ahí estaré. Hoy pasaré por uno de los casinos, a ver si están en orden. Solo Fabricio sabía que hoy llegaba. Además, también necesito pasar por la empresa, tengo mucho trabajo, pero sin falta estaré a esa hora mañana.
— Te vemos después, hijo, salúdame a Fabricio. —Comunica mi papá, entrando a la camioneta.
— ¡Chao, hermanito, no te olvides! —Exclaman las gemelas al unísono.
Ruedo los ojos y entran a la siguiente camioneta riéndose. No sé qué tanta exigencia al querer verme casado.
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Miro por la ventana el enorme edificio con letras forradas en oro que da nombre a “Ferrari S.a.” Aparte de los casinos, soy el CEO de la empresa de automóviles más grande a nivel mundial. Mi padre me cedió el poder a los 27 años. No quería, ya que estaba haciéndome cargo de los casinos que me heredó mi abuelo Alessandro Ferrari. Pero mi papá insistió y accedí a asumir la presidencia.
Desde entonces han pasado tres años. Hoy con 30 años de edad, soy el hombre más importante en Mónaco y a nivel mundial, siendo el número uno en Forbes por ser el billonario más joven, soltero, guapo, inteligente.
En fin, me abren la puerta y el grupo de guardaespaldas me cubre; todos me quedan viendo. Nadie hace ningún ruido, ya saben que no me gusta que hagan ruido en la empresa, porque no es un mercado. Tiene que ver orden y silencio, cada quien en lo suyo.
Entró al elevador privado exclusivamente para mí. Último piso, PRESIDENCIA. Una vez que llega al piso destinado salgo del elevador y aquí ya me esperan mi secretaria y el vicepresidente, quien a su vez es mi mejor amigo, Fabricio, quien también lo veo como un hermano.
Nos conocimos en la universidad, y cuando asumí la presidencia, lo puse como mi mano derecha y vicepresidente. Confío al 100% en él. Cuando no estoy presente, él asume las decisiones.
Asiento la cabeza hacia ambos e ingreso a mi oficina, seguido ingresa Fabricio. Dejo mi saco en el perchero y me siento en la silla. Antes de hablar dos toques en la puerta se hacen escuchar y Domenica ingresa.
—Señor, disculpe la interrupción. ¿Desea tomar algo? ¿un café? ¿Un té?.
—No, gracias. Estoy bien por ahora.
—Pero hasta donde hemos llegado Domenica me ofende. ¿Acaso estoy pintado aquí?. —Fabricio la mira serio.
—No señor, disculpe. Solo que usted ya le había ofrecido un café… —Mi amigo se comienza a reír, interrumpiendola.
—Tranquila querida Dome. Gracias, ¿puedes dejarnos solos?. —Ordena.
Sin más se retira, dejándonos solos. Pongo mi mirada en él.
—Bueno, ahora necesitas que me pongas al corriente de las últimas novedades de la empresa. —solicito.
—Sí jefe.
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Me pongo de pies y caminó hacia el minibar que tengo aquí y me sirvo un vaso de whisky.
— ¿Cómo estuvieron las vacaciones? —cotilla. — Ya era momento de que regresaras, esta noche tengo reservado el VIP del club. —Anuncia mientras se sirve un vaso de whisky.
— Sí, necesito desestresarme un poco. Además, ya me hace falta tener un poco de acción. Estas semanas con mis padres y hermanas no pude salir a ningún lado. Sabes que cuando viajo con ellos, me dedico a pasar tiempo en familia. —Mencionó.
— Y yo, ¿qué crees? Con tanto trabajo aquí e ir al casino, ni tiempo he tenido. Pero bueno, esta noche ya no estaremos en abstinencia, hermano. Salud por eso. —Comenta.
— Paso por ti a las 9 p. m., ¿estarás en casa de tus padres o en el pent-house?.
— Penthouse, ya necesito libertad. —mencionó, mientras termino mi whisky. Y camino recogiendo mi saco, posteriormente para salir de la oficina. —¿Mi auto está listo ya?.
— Sí, ya te lo trajeron, está en el estacionamiento. —anuncia, mientras sale detrás de mí. No digo nada más, y entramos al elevador directo al estacionamiento.
— Por cierto, Caroline me llamó ayer, preguntando por ti. Esa mujer sí que es como un grano en el trasero. —expresa.
— Ni que lo digas, me tiene harto esa mujer. No entiende que yo no repito dos veces con la misma mujer. – Culmino y caminó en dirección hacia mi McLaren 720S.
Fabricio hace lo mismo subiendo a un Ferrari F8. Algunos me preguntan por qué, si siendo dueño de Automóviles Ferrari S.p.a., no conduzco uno de ellos. Bueno, la respuesta es sencilla: si tengo, pero el McLaren fue mi autoregalo para mis 30 años, que fue hace 3 meses. Algo que me gusta lo uso y ya. Quién lo va a utilizar soy yo. No me importa las opiniones de la gente, no vivo de ellos.