Amor Inesperado (en Edicion)

Capitulo 4

Eliam Ferrari

Después de cuatro horas de conversación con colegas, tomé la decisión de dirigirme al baño. Al regresar, ya me siento bastante ebrio. Observo detenidamente la pista de baile y mis ojos se posan en un grupo de chicas: una rubia y dos morenas. Mi atención se centra específicamente en la rubia, cuya belleza destaca sin exageraciones. Las otras dos son más curvilíneas, pero tampoco desagradables. Se sientan y la rubia queda justo frente a mí, bebe un sorbo y se levanta, probablemente en dirección al baño.

—¿Ya te ha llamado la atención alguien? –pregunta Fabricio.

—La rubia del fondo me llama la atención. –comentó.

—¡Oh! Ya la veo. Se aprecia desde aquí que está bonita. –opina.

—Pero no es mi tipo. –aclaro.

—Si tú lo dices. Si no te lanzas, lo haré yo, hermano. Voy a conquistar a la rubia. –dice, levantándose del asiento.

No sé por qué, pero algo me hace sentir incómodo, así que lo detengo agarrándolo del brazo.

—A donde vas, dije que no era mi tipo, no que nunca me la iba a ligar.

—Lo sabía. –responde con burla, sonriendo. —Solo quería ver qué harías para evitarlo, se nota que te interesa la rubia. –añade antes de volver a sentarse.

—Bueno, cambiando de tema. Ya que estamos solos, ¿cómo va el casino? Durante las semanas que estuve fuera, no revisé los correos. Solo vi algunos en el jet y respondí. ¿Todo en orden? –pregunto.

—No te preocupes, todo está funcionando excelente. Tanto el casino como en las otras sedes van de maravilla. Cada segundo te vuelves más rico. –informa.

—Excelente. El lunes tengo que estar en la sede en París. Tengo una reunión de junta para discutir los nuevos modelos que saldrán a finales de este año.

—Sí, todo está listo. Doménica ya avisó en la sede para que tengan todo preparado ese día. El vuelo será temprano, ya que la reunión es a las 11 a.m. –dice.

—Perfecto. —concluyó la conversación.

—Me voy, ya tengo con quién desahogarme. Nos vemos mañana en casa de tu mamá, no olvides no dar mi número a nadie. —aclara.

—Sí, sí. Como digas. Yo me voy a la cacería. –señaló a la rubia que sale del baño.

Él se aleja y, sin dudarlo, me aproximo a la rubia, que baja la cabeza y parece tambalearse un poco. En el roce, sus ojos encuentran los míos por un fugaz instante. Choca conmigo, se gira, y está a punto de continuar su camino. ¿Acaso soy invisible? Mi molestia crece, así que, decidido, la tomó suavemente del brazo y la atraigo hacia mi pecho. Así que comienzo con mi juego de seducción.

—Excusez-moi, vous allez bien? (Disculpa, ¿te encuentras bien?) –preguntó con preocupación, notando el sutil perfume que envuelve su presencia.

Ella alza la mirada, y juro que nunca he visto unos ojos tan cautivadores como los suyos. Ojos que parecen tener historias por contar, un misterio que me invita a descubrir. Una sonrisa juguetona se forma en sus labios.

—Juste un petit déséquilibre, merci. (Solo un pequeño desequilibrio, gracias.). —responde con una voz suave, casi susurrante.

El momento parece detenerse mientras nuestros ojos siguen entrelazados. "Ojos de hechicera", pienso para mí, asombrado por la intensidad de la conexión. Mis propios pensamientos me sorprenden, pero intento no darles importancia. La energía entre nosotros es palpable.

—Excusez ma maladresse. (Perdona mi torpeza.). —le digo, sujetándola suavemente, pero manteniendo un leve contacto.

Ella sonríe con complicidad y, con un guiño, continúa su camino. No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado, pero siento como si el mundo se hubiera detenido por un instante, dejándome intrigado y ansioso por descubrir más sobre esa misteriosa rubia. Pero comienzo a caminar rápidamente.

—Excusez-moi (perdón). —murmuró antes de cogerla de la nuca y besarla apasionadamente. Al principio no responde, la aprieto más a mí, le agarro la cabeza con las dos manos para devorarla y es ahí donde ella corresponde al beso. Nunca he probado unos labios así, carnosos, rosados, suaves. Después de un largo tiempo nos separamos por falta de aire.

—Il n'y a pas de problème (no hay problema). —responde con un acento que me hace notar que no es francesa, aunque lo pronuncia perfectamente. No digo nada más. Me lanzó a besarla de nuevo sin importarme quién nos viera. La levantó y la llevó hacia la salida del estacionamiento.

Le abro la puerta con cortesía, ella sube al auto y rodeó el vehículo para ocupar mi asiento. Salimos directo hacia mi penthouse. Durante el trayecto, nos sumimos en un cómodo silencio, solo interrumpido por el suave sonido de la música que ambienta el automóvil. Mi mano derecha reposa con ligereza en su pierna, y después de un rato, ella coloca su mano sobre la mía, entrelazando nuestros dedos.

— ¿Qué te pareció la noche hasta ahora? —le pregunto, desviando mi atención de la carretera por un momento para mirarla.

Ella sonríe con complicidad antes de responder.

—Fue una sorpresa agradable. No esperaba que la noche tomará este giro. —dice, su voz suena melodiosa.

Asiento con una sonrisa, agradecido por su respuesta. El paisaje nocturno se extiende ante nosotros, las luces de la ciudad parpadean como estrellas lejanas.

— ¿Te gusta la música que estoy poniendo? —pregunto, ajustando ligeramente el volumen.

—Sí, es perfecta. —responde, apreciativa.

Nos sumergimos nuevamente en el silencio cómodo, disfrutando de la compañía mutua y del viaje hacia mi penthouse. La conexión entre nuestras manos entrelazadas refleja una complicidad creciente, y siento una anticipación agradable por lo que pueda deparar la noche.

Después de unos minutos, llegamos al imponente edificio que alberga mi penthouse. Ingreso al estacionamiento, busco mi puesto y estaciono mi McLaren con elegancia. Bajo del auto y me encamino hacia su puerta, la abro con un gesto caballeroso, pero antes de que pueda decir algo, me dejo llevar por el deseo y la beso apasionadamente.




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