Amor no correspondido

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 6

La presión en mi pecho aumentaba a medida que el día avanzaba. Desde que mi abuelo había tomado esa decisión unilateral, los días se habían hecho insoportables. Rouse y yo apenas habíamos intercambiado palabras, no me había comunicado con ella en una semana aún sentía ese resentimiento hacia ella por todo lo que había hecho para retenerme a su lado.

Me encontraba en mi oficina, observando el horizonte a través de la ventana, con la mente llena de pensamientos caóticos. No había solución fácil, pero tampoco podía aceptar un destino que me habían impuesto.

Unos golpes suaves en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Me giré y vi a mi madre entrar, su expresión serena pero preocupada.

— Alessandro — comenzó mi madre, cerrando la puerta detrás de ella —, ¿cómo estás, hijo? Me he enterado de que no te has estado alimentando correctamente.

¿Cómo quería que comiera si no dejaba de pensar en todo esto?

— Sé que esto es difícil para ti, hijo. Pero necesito que comprendas que estamos tratando de protegerte, de proteger a nuestra familia.

— ¿Protegerme? — repetí con incredulidad. — ¿De qué? ¿De una vida que no quiero? ¿De un futuro que no elegí?

Ella suspiró y se sentó en una de las sillas frente a mi escritorio. Podía ver en sus ojos que estaba luchando por encontrar las palabras correctas.

— La familia D'Angelo siempre ha sido un pilar en esta sociedad. Nos hemos mantenido fuertes, unidos, a pesar de las dificultades. Pero también hemos hecho sacrificios, Alessandro. Este es uno de esos sacrificios.

Me apoyé en el borde del escritorio, cruzando los brazos con frustración.

— ¿Quieres que sacrifique mi vida entera para casarme con una niña caprichosa que lo único que sabe hacer es ser la consentida de su familia? — pregunté, con una mezcla de rabia y desesperación. — ¿Qué va a pasar cuando se le pase el capricho? Me desechará para irse con su nuevo "juguete" o adquisición.

Mi madre me miró con una mezcla de compasión y firmeza.

— Rouse es una buena chica, hijo. La conoces desde pequeña.

— Y justamente porque la conozco, te lo digo, madre. No quiero estar atrapado en un matrimonio en el que solo me vea como su nuevo juguete. Estoy seguro de que va a utilizar a esos niños para chantajearme. ¿O acaso no recuerdas cómo se puso cuando le presenté por primera vez a Corinna? Ella es así, madre. Es un ser que solo piensa en su conveniencia, y no pienso pasar mi vida entera ligada a una persona así.

Se quedó en silencio analizando mis palabras hasta que hablo finalmente.

—Puede que no entiendas la importancia de esto ahora, pero con el tiempo, verás que es lo mejor. Ambos encontrarán la manera de hacer que funcione.

Me quedé en silencio, sin saber qué decir. Sabía que mi madre creía en lo que decía, pero no podía aceptar esa vida sin luchar. Cada palabra que ella pronunciaba era un recordatorio del peso que llevaba sobre mis hombros, un peso que sentía como una cadena irrompible, destinada a mantenerme atado a un destino que no había elegido.

—No puedo hacer esto, mamá —murmuré finalmente, bajando la mirada al suelo, evitando sus ojos llenos de expectativas.

Ella se levantó lentamente, cruzando el espacio que nos separaba con una elegancia serena. Colocó una mano suave en mi mejilla, obligándome a mirarla. Su mirada estaba llena de amor, pero también de una determinación férrea que me asustaba.

—Alessandro, te conozco mejor que nadie. Eres fuerte, eres capaz, y sé que puedes encontrar una solución que funcione para todos. Pero debes ser sabio y pensar en el futuro, ya no solo el tuyo, sino también en el de esa criatura —su voz era suave, casi suplicante, pero con un subtono de firmeza que no podía ignorar.

El "futuro" que mencionaba no era solo el mío, sino el de la familia entera. Mi futuro heredero que, según ella, dependían de las decisiones que tomara. No solo estaba comprometido a sacrificar mi felicidad por un matrimonio, sino que también me pedía que cargara con la responsabilidad de asegurar la estabilidad de la familia D'Angelo.

Mi madre me dio un beso en la frente, un gesto que en otro tiempo me hubiera reconfortado, pero que ahora solo sentí como una despedida silenciosa de mi libertad.

—Sé que harás lo correcto, Alessandro —susurró antes de salir de la habitación, dejándome solo con mis pensamientos.

Cuando la puerta se cerró tras ella, sentí como si el aire en la habitación se volviera más pesado. Las palabras de mi madre resonaban en mi cabeza, mezclándose con mis propias dudas y temores. Sabía que ella creía en lo que decía, que realmente pensaba que estaba protegiéndome, pero ¿protegerme de qué? ¿De un futuro que no deseaba? ¿De una vida que no era la mía?

Me dejé caer en la silla, sintiendo el peso de la situación aplastarme. Podía escuchar el tic-tac del reloj en la pared, cada segundo pasando como una cuenta regresiva hacia una decisión que no quería tomar.

Mi mente volvía una y otra vez a la imagen de Rouse, a lo que significaría estar atado a ella para siempre. ¿Podría alguna vez encontrar la manera de hacer que funcionara? ¿O estaba destinado a vivir una vida de resentimiento y arrepentimiento? Cada pensamiento sobre ese futuro indeseado me provocaba una punzada de angustia en el pecho, un recordatorio constante de la trampa en la que me encontraba.

Y luego estaba Corinna, la única persona que parecía entenderme, que veía más allá del apellido D'Angelo y me aceptaba por lo que era. La quería mucho, pero solo como amiga. Corinna siempre había sido una presencia reconfortante en mi vida, alguien en quien podía confiar ciegamente.

Corinna era ese refugio al que siempre acudía cuando todo parecía desmoronarse, pero sabía que no podía depender de ella para resolver este dilema. Era algo que tenía que enfrentar solo, por más que deseara huir de todo.

Rouse Moretti



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En el texto hay: embarazo, celos drama, dolor amor

Editado: 02.09.2024

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