Amor no correspondido

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 7

Hoy finalmente es el día en que mi familia y la de Alessandro se reunirán, y estoy con los nervios de punta. Espero que esta vez la reunión sea más fructífera que la última, y que no se repitan los conflictos que viví anteriormente. He pedido a Layla que me acompañe; ella es la única en quien confío plenamente en este momento.

Durante estos días de soledad y reflexión, he reconsiderado todas las opciones disponibles. Después de mucho pensar, he decidido aceptar la propuesta de mi abuelo, pero con ciertas condiciones que pienso discutir con Alessandro en privado. Mi objetivo es asegurarme de que, a pesar de las circunstancias, pueda garantizar el bienestar de mis hijos y mi propio equilibrio emocional.

Al llegar, Sofía me recibe y me informa que todos ya se encuentran reunidos en el jardín. Le agradezco y me dirijo hacia allí, encontrándome con todos los miembros de mi familia. El ambiente está cargado de expectación y una pizca de tensión.

— Cariño, ¿cómo estás? — me saluda mi madre con una calidez que me reconforta mientras me envuelve en un abrazo. — Siéntate aquí.

Me siento a su costado, aliviada de no tener que ocupar el lugar junto a mi hermano o su prometida, quien me observa con un odio evidente. Aunque intento ignorarla, no puedo evitar sentir un nudo en el estómago. Mi decisión de aceptar la propuesta de mi abuelo y las condiciones que planeo discutir con Alessandro son un peso constante en mi mente.

Finalmente, mi abuelo se dirige a todos con una actitud autoritaria, marcando el inicio de la conversación formal.

— Agradezco a todos por estar aquí — comienza, con una voz firme que resuena en la sala —. Este encuentro es crucial para definir los próximos pasos en la unión de nuestras familias.

Me mira y asiente, dándome la palabra. Me levanto con una mezcla de nervios y determinación, y respiro hondo para calmarme.

— Yo… — titubeo un momento, sintiendo la presión de todos los ojos sobre mí. — He decidido aceptar el matrimonio bajo todas las condiciones que conlleva.

Mis palabras parecen resonar en el aire mientras miro directamente a Alessandro. Siento su mirada fija en mí, y aunque su expresión es impasible, puedo detectar un destello de sorpresa en sus ojos.

— Sin embargo — continúo, tratando de mantener la firmeza en mi voz — quiero ser clara en cuanto a mis condiciones.

— Rouse… — intenta hablar mi abuelo.

— No, abuelo — le interrumpo con decisión. — He tolerado todo esto porque sé que ustedes solo buscan lo mejor para mí, pero ya fue suficiente. Acepto casarme con Alessandro, pero solo por el bien de mis hijos. Eso es todo.

Pía, que estaba sentada al fondo, murmura algo que no logro entender del todo, pero su tono es despectivo. La miro con recelo, y decido no dar más importancia a sus comentarios.

— Tú prometiste que te harías cargo de tus hijos, y sabes que esta es la única forma de asegurar su bienestar — le digo a Alessandro con un tono que no admite discusión. Nos miramos fijamente en un duelo de miradas. Quiero detallar mis cláusulas, pero entiendo que eso es algo que solo corresponde discutir entre él y yo.

— Dijiste hijos — murmura Alessandro, su sorpresa apenas disimulada. Solo en ese momento me doy cuenta de la magnitud de mi revelación. Quería que fuera una sorpresa para él, pero ahora que lo mencionó, no puedo evitar sentir un leve arrepentimiento.

El silencio se vuelve pesado en la sala mientras todos procesan la noticia. Mi abuelo me mira con una mezcla de preocupación y sorpresa, mientras que Pía parece aún más contrariada, su expresión un torbellino de emociones.

— Sí — confirmo, tratando de mantener la calma a pesar de la creciente incomodidad. — Estoy esperando gemelos.

Las palabras parecen absorber todo el aire de la habitación. Alessandro, sorprendido y abrumado, se deja caer en la silla más cercana, su rostro pálido como el de alguien que acaba de recibir un golpe inesperado. Preocupada, me acerco a él para asegurarme de que se encuentra bien.

— Alessandro, ¿estás bien? — pregunto en voz baja, manteniendo una mano en su hombro.

No obtengo respuesta. Alessandro sigue en silencio, su mirada perdida en el vacío, incapaz de asimilar lo que acaba de escuchar.

— Hija, ¿estás segura de lo que dices? — interviene mi padre, su voz cargada de preocupación y escepticismo.

— Sí, papá — respondo, intentando mantener la compostura. — Hace unas semanas lo confirmé. Estoy esperando gemelos.

La sala se sumerge en un silencio tenso, todos procesando la noticia. Aunque siento el peso de sus miradas, mi enfoque permanece en Alessandro, esperando que finalmente reaccione.

El silencio es interrumpido por una risa sarcástica que proviene de Pía, quien no tarda en aprovechar la situación para lanzar uno de sus comentarios venenosos.

— ¿Gemelos? — dice con una sonrisa torcida, como si disfrutara de la incomodidad en la sala. — Vaya, Rouse, realmente sabes cómo acaparar la atención. Siempre supe que eras ambiciosa, pero esto… es bastante impresionante, incluso para ti.

— Pero miren quién habla de ambiciosa — dice Layla, levantándose con calma y acercándose a Pía con pasos lentos pero decididos —. Una mujer que no tiene ni dónde caerse muerta, y lo primero que hizo para salir de la ratonera en la que vivía fue enganchar al primer idiota que se dejó llevar por un par de tetas y la ramera con la que comparte cama, en lugar de apoyar plenamente a su propia familia.

Pía se pone de pie, furiosa, su rostro enrojecido de ira.

— No te voy a permitir que me hables de esa forma — espeta con la voz temblorosa, tratando de mantener su compostura.

Layla se detiene frente a ella, mirándola con desdén.

— Y yo no voy a permitir que sigas insultando a Rouse o a su familia — responde Layla, sin ceder terreno. — Ya es suficiente, Pia. Si no tienes nada constructivo que decir, te sugiero que te quedes callada.



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En el texto hay: embarazo, celos drama, dolor amor

Editado: 02.09.2024

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