Amor no correspondido

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 9

Rouse Moretti

Después de hablar con Alessandro y dejarle bien claras mis intenciones y términos, regresé a mi departamento. Necesitaba un momento a solas para calmar mi ansiedad. Mientras intentaba relajarme, Layla llegó y comenzamos a conversar. Me comentó que alguien ya se había hecho cargo de mi puesto en la morgue, pero, al parecer, esa persona no se llevaba muy bien con los detectives y policías que llegaban buscando información. La noticia me dejó pensativa; quizá había tomado una decisión precipitada, pero ya no había vuelta atrás. Me dirigí a la cocina y me serví un pedazo de pie de limón. Lo degusté lentamente, intentando encontrar en su sabor un respiro de la tensión acumulada.

Finalmente, me retiré a mi habitación y me quedé dormida casi al instante. El agotamiento mental y emocional me pasó factura, y caí en un sueño profundo. Sin embargo, me removí en la cama cuando un ruido desagradable me despertó. Era el timbre, sonando de manera insistente. Me fijé en la hora; ya eran las diez de la mañana. ¿Cómo había podido dormir tanto? Me puse una bata rápidamente y me dirigí a la puerta, con el malestar de haber sido despertada tan abruptamente. Al abrir la puerta, mi sorpresa fue mayúscula. Allí, de pie, estaba la mujer que más odio en este mundo.

—Vaya, ¿pero qué tenemos aquí? —dijo, entrando en mi departamento sin ser invitada, recorriéndome con la mirada de arriba abajo—. Si no es más que la princesa de los Moretti.

—¿Qué quieres, Corinna? No recuerdo haberte invitado —le respondí, cruzándome de brazos y tratando de mantener la compostura a pesar del odio que sentía al verla.

—No comprendo cómo lograste embarazarte de Alessandro —replicó, con una sonrisa maliciosa—. Siempre quieres lo que tengo, ¿no es así?

Su tono despectivo y sus palabras llenas de veneno solo confirmaron lo que siempre había sabido: Corinna estaba dispuesta a cualquier cosa para mantener su poder y control, incluso si eso significaba atacarme de la manera más baja posible.

—¿De verdad has venido hasta aquí solo para soltar esas estupideces? —le respondí, con la voz controlada, aunque por dentro hervía de rabia—. Alessandro es un hombre adulto, toma sus propias decisiones, no es una posesión que puedas reclamar.

Corinna rió suavemente, pero en su mirada había un destello peligroso, uno que siempre me ponía en guardia.

—Oh, querida, no te equivoques. Alessandro y yo compartimos más de lo que imaginas —replicó, dando un paso más cerca, sus palabras impregnadas de malicia—. Nosotros tenemos una conexión especial, algo que tú jamás podrías entender, pero me sorprende que no lo sepas ya.

Hizo una pausa, inclinándose un poco hacia mí como si fuera a compartir un secreto, disfrutando cada segundo de la tensión que estaba creando.

—Después de todo, estuvo a punto de casarse contigo porque me amaba y no porque lo embauqué —añadió, susurrando con una sonrisa que solo hizo que mi sangre hirviera más.

Su afirmación me dejó helada por un instante, pero no podía permitir que sus palabras me afectaran. Era lo que ella quería, desestabilizarme.

—¿Así que eso es lo que te dices a ti misma para dormir tranquila? —le contesté, mirándola con frialdad, tratando de mantener mi voz firme a pesar de la rabia que sentía—. Alessandro puede haberse sentido atraído por ti en algún momento, pero si realmente te amara, no estaría conmigo ahora. No eres más que una sombra del pasado que él ha dejado atrás.

Corinna me miró con esa sonrisa maliciosa que tanto detestaba, como si estuviera saboreando la confrontación.

—Sigue engañándote, Rouse. La verdad siempre sale a la luz, y cuando eso suceda, veremos si todavía puedes sostener esa actitud. —Su voz se volvió aún más venenosa, sus palabras cargadas de una malicia que me golpeó como un puñetazo—. No sabes cómo voy a disfrutar cuando Alessandro se entere de que los bastardos que llevas en tu vientre no son sus hijos.

Fue como si el tiempo se detuviera por un segundo. El impacto de sus palabras me dejó momentáneamente sin aliento. Mi visión se nubló por la furia, y antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, mi mano voló hacia su rostro. Le di una bofetada que resonó en el silencio del apartamento.

Corinna retrocedió un paso, sorprendida, llevándose la mano a la mejilla. Pude ver el asombro en sus ojos, pero también una chispa de satisfacción, como si hubiera logrado exactamente lo que quería.

—Podría tolerar muchas cosas, Corinna, pero no que te metas con mis hijos —le espeté, mi voz temblando de ira contenida—. No vuelvas a pronunciar esas palabras, porque te juro que te arrepentirás.

Corinna me miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de odio y desafío. Se enderezó lentamente, recuperando su compostura, y su sonrisa volvió a aparecer, aunque esta vez era más fría, más calculada.

—Te las devuelvo, Rouse —dijo con voz baja y peligrosa—. Recuerda mis palabras: todo lo que haces tiene consecuencias. Y cuando llegue el momento, no podrás esconderte detrás de esas amenazas vacías.

Con eso, se dio la vuelta y salió de mi apartamento, dejando tras de sí una atmósfera cargada de tensión y resentimiento. Me quedé allí, temblando de rabia, con mi mano aun ardiendo por la bofetada que le había dado. Sentía que mi corazón latía con fuerza, impulsado por la adrenalina que corría desenfrenada por mis venas.

No podía creer hasta dónde había llegado Corinna. Había cruzado una línea que jamás debería haberse atrevido a tocar. Mis hijos eran lo más importante para mí, y lo último que dijo sonó como una clara amenaza. Sabía que Corinna no hablaba por hablar, y sus palabras me dejaron una sensación de inquietud en el fondo del estómago.

Tenía que mantener los ojos abiertos. No podía darme el lujo de bajar la guardia, no con alguien como Corinna acechando en las sombras. Sus palabras resonaban en mi mente, una y otra vez, como una advertencia de lo que estaba por venir. Sabía que no se detendría ante nada para conseguir lo que quería, y yo no podía permitirme ni un solo error.



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En el texto hay: embarazo, celos drama, dolor amor

Editado: 02.09.2024

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