CAPÍTULO 6
Todo está listo para mi partida. La excusa del crucero y el año sabático pareció tranquilizar a mis padres, quienes mostraron una mezcla de emoción y nostalgia cuando les conté sobre mi plan. Les dije que era algo que había soñado desde hace mucho tiempo, una oportunidad única para desconectar y explorar el mundo. Y aunque me dolió mentirles, sentí que era la única forma de salir sin preguntas incómodas.
Mi abuelo, en cambio, ha estado actuando de forma extraña. No parecía convencido de mi historia, y aunque intentó ocultarlo, pude notar su ceño fruncido y la forma en que me miraba, como si estuviera viendo a través de mis palabras. Quizás su intuición le dice que hay algo más detrás de este “viaje”.
En realidad, no hay ningún crucero ni un año sabático. Mi destino es Suiza, donde planeo establecerme hasta que los mellizos nazcan y crezcan lo suficiente como para enfrentar el regreso. Layla, aunque no está del todo de acuerdo, me ha brindado su apoyo incondicional. Sabe que estoy tomando decisiones arriesgadas, y aunque sus miradas me dicen que quisiera que eligiera otro camino, me ha prometido estar a mi lado pase lo que pase.
Es un plan arriesgado, lo sé. Pero no puedo arriesgarme a revelar la verdad. Mi familia nunca entendería las razones que me han llevado a tomar esta decisión. Mi abuelo, especialmente, insistiría en cuestionarme y exigir respuestas que no estoy dispuesta a dar. Prefiero mantener todo en silencio, al menos por ahora. Porque lo que realmente está en juego es mucho más grande que mi reputación, y aunque me duela tener que mentir, mis hijos vienen primero.
El fin de semana se acerca rápidamente y, aunque mi mente está ocupada con los preparativos, no puedo evitar sentir la presión del tiempo. Mis padres y mi abuelo insisten en que los acompañe a un evento importante en la ciudad antes de que me “vaya de viaje”. Es una cena de beneficencia, un evento de alto perfil en el que mi madre tiene un papel destacado, y al que mis padres esperan que asista para hacer una última aparición pública como parte de nuestra familia.
Me he estado preparando para la noche durante todo el día, revisando mi ropa, el maquillaje, y tratando de parecer lo más tranquila posible. Aunque dentro de mí la ansiedad crece con cada minuto que pasa. La idea de estar rodeada de personas que no saben nada de lo que estoy viviendo me consume. Este evento es importante para ellos, pero para mí es solo otra excusa para retrasar el inevitable adiós.
Estoy tan concentrada en mis pensamientos que no escucho cuando entra Layla.
— Rouse, ¿estás bien? — su voz suena suave, pero cargada de preocupación.
— Sí, solo… — hago una pausa, sintiendo que el nudo en mi garganta me impide seguir. — Todo esto me tiene tan abrumada. Sé que cuando todos se enteren de mi embarazo, lo primero que harán será reprocharme por haber huido. Me acusarán de no enfrentarlo. Pero es una decisión que tuve que tomar, por el bien de ellos…
Acaricio mi vientre, como si de alguna manera esas palabras pudieran aliviar la presión que siento sobre mí.
Layla me observa con una mezcla de tristeza y comprensión, su rostro reflejando lo que muchos no verán: la angustia detrás de mi decisión. No es fácil para ella, lo sé. Pero lo que me cuesta más es que, a pesar de todo, me está apoyando.
— Sabes que no estoy de acuerdo con lo que haces, Rouse. Te estás yendo a otro país sola… cualquier cosa podría pasar. No es solo la distancia, es el riesgo, es lo desconocido. Y te lo he dicho antes, lo que estás haciendo no es lo mejor para ti, pero sabes que siempre te voy a apoyar en tus locuras, aunque no las entienda del todo.
Su tono es suave, pero hay una firmeza en sus palabras que me recuerda cuánto le importa. Mi amiga, mi hermana en todo menos en sangre, no sabe cómo equilibrar su preocupación por mí con la lealtad que siempre me ha mostrado. Y yo, en el fondo, sé que su apoyo, aunque a regañadientes, es el refugio que necesito.
— No quiero estar sola, Layla. Créeme. No quiero. Pero siento que es lo mejor. Aquí no soy yo misma, y necesito un espacio donde pueda serlo. Mis hijos necesitan que los cuide bien, y este lugar, mi familia… no es el mejor entorno para eso. Necesito estar tranquila, lejos de los juicios, lejos de todo lo que me consume.
— No quiero estar sola, Layla. Créeme. No quiero. Pero siento que es lo mejor. Aquí no soy yo misma, y necesito un espacio donde pueda serlo. Mis hijos necesitan que los cuide bien, y este lugar, mi familia… no es el mejor entorno para eso. Necesito estar tranquila, lejos de los juicios, lejos de todo lo que me consume.
Layla no responde inmediatamente, como si sus palabras se quedaran atrapadas en la garganta, pero finalmente se acerca y me abraza. A pesar de todo lo que está en juego, a pesar de las dudas que yo misma tengo, ella está aquí, dándome el apoyo que necesito para seguir adelante.
— Te prometo que estaré aquí, siempre que lo necesites. No importa dónde estés, ni lo que decidas. Yo estaré a tu lado, Rouse. Y si algún día quieres dar marcha atrás, ya sabes que tienes un lugar al que regresar.
— Gracias — susurro, sintiendo una mezcla de gratitud y culpa. No puedo prometerle que todo saldrá bien, ni que no me arrepentiré de esta decisión. Pero sé que si alguna vez necesito regresar, Layla siempre será la persona que me recibirá con los brazos abiertos.
Permanecemos abrazadas por un tiempo hasta que suena el timbre. Layla se encamina a la puerta mientras yo me retoco el maquillaje, intentando mantener la calma. Respiro profundamente antes de salir y me encamino hacia la sala, donde encuentro a mi abuelo hablando animadamente con Layla.
— Te quedan hermosos, cariño. Se ven muy bien en ti — le dice, admirando los pendientes que lleva puestos.
— Abuelo, son hermosos, pero no puedo aceptarlos. Son joyas de tu esposa, seguro que querría que los tuviera Rouse, su nieta — responde Layla, con un gesto de humildad.