Romina
Después de algunas horas de viaje por fin llegamos a casa, Daniel se despidió y se fue, mi apartamento estaba en un silencio que resultaba casi ensordecedor. Me dejé caer en el sofá, exhausta, y me pasé las manos por el rostro, sintiendo el peso de los acontecimientos que habían cambiado mi vida de manera tan inesperada.
Los últimos días habían sido una montaña rusa emocional. Desde el momento en que Daniel y yo nos embarcamos en esta loca apuesta, todo había sido una serie de altos y bajos que me habían dejado más confundida de lo que había estado en mucho tiempo. Cada uno de esos días había traído consigo un torrente de nuevas experiencias, emociones y desafíos.
Nunca había imaginado que alguien como Daniel pudiera tocarme tan profundamente. Su dedicación, su preocupación por mí, su manera de mostrarme cariño de formas que jamás había experimentado, todo eso había derrumbado muchas de las barreras que había construido a lo largo de los años. Me había convencido a mí misma de que la apuesta era solo un juego, una manera de demostrar que no me afectaba, pero la realidad era que todo eso estaba muy lejos de lo que había imaginado.
Y ahora, en menos de una semana, todo esto se acabaría. La apuesta, el reto, la excusa para estar cerca de él... Estaba llegando a su fin. No podía evitar sentir una mezcla de tristeza y confusión al pensar en ello.
En mi cabeza, las palabras que había estado evitando decir eran cada vez más claras. "Lo que ha pasado entre nosotros es real". Decirlo en voz alta era una idea que me aterrorizaba. Tenía miedo de que mis sentimientos no fueran correspondidos o de que Daniel se sintiera engañado por mis verdaderas emociones. Pero también sabía que estaba siendo deshonesta conmigo misma al tratar de ocultar lo que realmente sentía.
De repente, el timbre de mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Al ver el nombre de la persona que llamaba, mi corazón dio un vuelco. Era la representante de una prestigiosa firma internacional de arquitectura con la que había tenido una entrevista meses atrás. Respira hondo, y contesté.
—¿Romina Mondragón? —preguntó una voz firme al otro lado de la línea.
—Sí, soy yo.
—Hola, Romina. Soy Laura García de Arquitex Global. Tengo el placer de informarte que hemos decidido ofrecerte el puesto de Directora de Proyectos Internacionales en nuestra oficina de Londres. Es una posición de alto nivel que conlleva un desafío emocionante y la oportunidad de liderar proyectos innovadores. El contrato es por un año, con posibilidad de extensión. ¿Qué opinas?
Mi mente se quedó en blanco por un momento. Londres. Un año en el extranjero. La oferta era increíble, una oportunidad que cualquier arquitecta desearía. Pero también implicaba alejarme de todo lo que había empezado a valorar aquí, especialmente de Daniel.
—Es una oferta muy tentadora, —dije finalmente, tratando de mantener la calma—, pero necesito algo de tiempo para pensarlo.
—Por supuesto. Tómate el tiempo que necesites. Nos encantaría contar contigo en nuestro equipo. Te enviaré todos los detalles por correo electrónico para que los revises.
Colgué la llamada sintiéndome aturdida. La oferta era un sueño hecho realidad, pero la idea de estar lejos de Daniel me resultaba dolorosa. Estaba inmersa en un mar de incertidumbre cuando mi teléfono volvió a sonar. Esta vez era un mensaje de Daniel. Me sorprendió leer la invitación:
"Romina, quisiera invitarte a una cena esta noche. Me encantaría pasar un rato contigo y hablar sobre algo importante. Por favor, dime si puedes."
Mi corazón latía con fuerza. La oferta de trabajo y la invitación de Daniel se entrelazaban en mi mente, haciendo que la decisión sobre mi futuro se sintiera aún más abrumadora. Antes de tomar cualquier decisión, tenía que ser honesta conmigo misma y con Daniel sobre lo que realmente sentía.
En un impulso, respondí al mensaje aceptando la invitación. Necesitaba hablar con él, aclarar mis sentimientos y entender qué significaba todo esto para nosotros. Esta noche, tenía que enfrentar mi verdad y decidir el rumbo de mi vida.
Me levanté del sofá, sintiendo un nudo en el estómago. La oferta de trabajo era una oportunidad única, pero la incertidumbre sobre Daniel me abrumaba. Esta cena podía ser crucial. Respiré hondo, mirando el reloj. Tenía unas horas para prepararme y ordenar mis pensamientos.
Me dirigí a mi habitación, abriendo el armario en busca de algo adecuado para la ocasión. Quería verme bien, pero no quería parecer demasiado formal. Algo elegante pero sencillo. Después de algunos minutos de indecisión, opté por un vestido negro ajustado que siempre me había dado confianza, acompañado de un par de tacones discretos. Mi cabello lo dejé suelto, con suaves ondas que caían sobre mis hombros.
Mientras me maquillaba frente al espejo, mi mente seguía dividida entre la oferta de Arquitex Global y lo que sentía por Daniel. ¿Era este el momento de decirle lo que realmente pasaba por mi cabeza? ¿Y si todo lo que habíamos vivido juntos solo era parte de la apuesta para él, algo que terminaría en cuanto se acabara el tiempo? Me asustaba la posibilidad de confesar mis sentimientos y que él no los compartiera. Pero también sabía que no podía seguir engañándome ni ocultándole la verdad.
Cuando estuve lista, me miré en el espejo una última vez. Me veía bien, aunque mis ojos reflejaban la inquietud que sentía por dentro. Esta noche era decisiva, no solo para mi relación con Daniel, sino también para mi futuro.
Tomé mi bolso, las llaves y salí de mi apartamento, sintiendo que con cada paso que daba hacia el encuentro, me acercaba a una decisión que cambiaría todo.
La cena no solo sería una comida; sería el momento en el que, finalmente, enfrentaría mis emociones.