El Estadio Celestial temblaba bajo un silencio imposible. Las miles de almas reunidas contenían el aliento, atrapadas entre el asombro y la incredulidad. En lo alto, las pantallas flotantes proyectaban la figura de Garreth Fitzgerald, caminando envuelto en fuego negro, sus ojos violetas ardiendo como gemas ancestrales, y los dos revólveres colgando de sus manos como jueces de otro mundo.
Un susurro rompió el hielo. Una voz curiosa, casi burlona, desde uno de los palcos:
—¿Por qué tanto alboroto? ¿Quién demonios es ese tal Garreth? —preguntó un joven aristócrata, ajeno al peso de las palabras que pronunciaba.
Un anciano a su lado —rostro surcado de cicatrices, ojos como cuchillas, un veterano de muchas guerras— giró lentamente hacia él. Su voz, grave, rugió como un trueno contenido:
—¿En serio… no lo sabes?
El joven parpadeó, confundido. El anciano se inclinó hacia él, casi con lástima, pero también con rabia:
—Estás viendo… a la leyenda de los Fitzgerald. Garreth Fitzgerald. El ídolo de la rebelión de hace doscientos años. El hombre que desafió al Imperio cuando los Jardines Celestes llevaban ya cien años suspendidos sobre el mundo… y quiso volver a bajarlos.
Un murmullo recorrió las gradas, como olas de electricidad. El anciano continuó, su voz subiendo en intensidad, atrayendo miradas de nobles, soldados y plebeyos por igual:
—Él era uno de los dos más fuerte en su época. El portador original… de los Ojos Violetas. Sí, habían existido siglos antes… pero él fue el primero en despertar ese poder tras generaciones dormidas. El primer heredero… y el bastardo olvidado de su linaje.
El joven aristócrata abrió los ojos, asombrado.
—¿Bastardo…? ¿Pero entonces…?
—¡Exacto! —asintió el veterano, golpeando con el puño el barandal del palco—. ¿No lo ves? Su cabello… ¡es negro! ¡sus ojos violeta! Como el de esa niña del examen, la de los espectros. La chica que invocó la Danza de los Espectros… es una bastarda Fitzgerald. ¡Como él! Algo que la Casa Fitzgerald a tratado de borrar de su historia decorando falsos retratos de Garreth con cabello fino y dorado y orejas puntiaguda para ocultar su vergüenza, su mayor orgullo era un bastardo.
La multitud quedó paralizada. Los ojos de todos volvieron a la pantalla, a Sofía, rodeada de los espectros ardientes, atrás del espectro mismo de Garreth Fitzgerald, avanzando hacia Godric como un presagio de muerte.
El anciano prosiguió, casi como un relato prohibido:
—Él fue quien creó las primeras armas de energía través del flujo primario. Pero no se conformó… las reforzó con nanotecnología. Garreth fue quien fundió por primera vez las nanopartículas con energía vital , creando una síntesis que nadie jamás igualó. Por eso las armas Fitzgerald no solo son armas… son obras vivas, extensiones de su alma.
Otra voz desde las gradas preguntó, incrédula:
—Pero… ¿esa técnica…? ¿La Danza de los Espectros…? ¿que es el flujo primario?
El anciano sonrió, una sonrisa que era mitad reverencia, mitad temor:
—Una técnica que nadie… nadie ha podido replicar desde que Garreth murió. Solo él fue capaz de invocarla. Ni siquiera los Fitzgerald de sangre pura la heredaron. Ninguno.
Su mirada volvió a la pantalla, su tono bajó casi a un susurro reverente:
—…hasta hoy. Su voz se volvió más solemne aún:
—El flujo —dijo— es la energía vital que recorre todo ser vivo, canalizada de formas distintas según la naturaleza de la técnica o poder que se desee usar. Algunas habilidades requieren uno o varios flujos: espiritual, psíquico, celestial, cósmico, elemental, bestial o divino. El flujo primario, en particular, es el que permite crear y manipular la materia misma. Crear un arma a través de flujo primario es algo extremadamente difícil y avanzado, y mucho más complejo aún lanzar un proyectil a través de ella. Por otro lado la técnica de invocación de espectros requiere canalizar la energía a través del flujo espiritual, pero no cualquiera puede usar esta técnica: solo quienes poseen sangre Fitzgerald pueden despertar esta técnica genética heredada, y solo cuando logran activar su flujo espiritual. Además, no todos los Fitzgerald pueden usarla: solo aquellos nacidos con ojos violetas tienen la capacidad de invocar la Danza de los Espectros; un Fitzgerald de ojos azules o verdes jamás podría.
Las palabras flotaron como un presagio. El rostro de Garreth Fitzgerald en las pantallas era un poema de fuego y sombras, avanzando en medio de los espectros danzantes.
El anciano murmuró para sí:
—Y ahora… reaparece… en otra bastarda… igual que él.
El silencio que siguió fue absoluto. En los palcos, en las gradas, en el mismo cielo… era como si el mundo entero estuviera esperando.
Allá abajo, Sofía y Garreth caminaban juntos, las sombras arremolinándose a su alrededor. Y en sus ojos violetas ardía la misma chispa que había encendido hace dos siglos la rebelión de un hombre contra los cielos.
La historia… acababa de repetirse.
Y esta vez… nadie sabía en qué terminaría.
Allá abajo, el aire temblaba como una cuerda tensa a punto de romperse. Godric, inmóvil frente al espectro ardiente de Garreth Fitzgerald, miraba con los ojos abiertos de par en par, las pupilas encogidas como las de un animal atrapado.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Su labio inferior tembló. Sus palabras salieron entrecortadas, rotas, cargadas de incredulidad y furia:
—N-no… no me digas que… —tragó saliva, incapaz de apartar la vista—. ¿Garreth… Garreth tenía… el pelo negro?
Un susurro venenoso recorrió su mente, como una daga enterrándose más y más. Su rostro se contrajo en horror y rabia.
—Eso… eso quiere decir que era un bastardo… —la voz le tembló, la mandíbula se aflojó—. ¡La leyenda… de nuestro linaje… es un bastardo!
Sus rodillas cedieron. Cayó al suelo, arrodillado, las manos temblorosas apretando los puños contra la tierra.