La selva gritaba.
Amazonia ardía como si el alma del mundo hubiese despertado de golpe y lo hiciera con furia.
Las bestias blindadas y los humanoides reforzados con nanotecnología, guiados por Godric y Makia, chocaban contra los soldados y arcángeles rebeldes que habían traicionado al Imperio. Las explosiones se mezclaban con los rugidos. Era una sinfonía de caos, de acero y sangre, de gritos que cruzaban la selva como cuchillas invisibles.
Y entre toda aquella tormenta de guerra… descendió el juicio.
Dravus Noxaurum Blackgold.
Como un meteoro encarnado, saltó desde su nave colosal con capa roja al viento y ojos verdes como el corazón de un sol enfermo. Su armadura negra parecía latir. Su energía no era comparable a nada que hubiera pisado Amazonia antes.
Un relámpago encarnado, Dravus corría hacia todo lo que osara interponerse en su camino, pulverizando líneas enemigas y aliadas por igual. No tenía aliados. Solo tenía objetivo.
La batalla seguía. Pero Godric, sabiendo que aquel era el núcleo del desastre, se escabulló entre las líneas. Llegó a su destino. Alzó su arma. Los halcones de guerra.
Disparó.
Pero no fue suficiente.
De un solo golpe, Dravus lo noqueó.
Un impacto seco, brutal, casi silencioso. Godric, el General Monarca Interino, cayó como una estatua rota.
Dravus ni siquiera se detuvo a mirar.
Había algo más importante.
Desapareció por un instante, y cuando volvió a manifestarse, fue justo frente a Sofía.
Sin tiempo para que ella alzara las manos, la noqueó, la tomó de sus ropajes con una sola mano, como si fuese una prenda vacía, y la arrojó al cielo. La silueta de una figura la recibió en lo alto.
Un oficial de cabello rosado, largo y lacio, ojos azules y armadura de comando.
—Objetivo asegurado. —dijo con voz seca, mecánica.
Y Sofía fue llevada a la nave colosal.
Makia gritó.
Ian vio la escena y palideció. Su energía tembló.
—¡¡SOFÍA!! —rugió Brenda, corriendo desesperada. Arjun la seguía. Eldar, Thorgar, todos. Como una estampida de corazones rotos.
Pero la plataforma los esperaba con más horror.
Aralim el Trono de armadura dorada.
Se había convertido en una criatura con tres ojos ciclópeos que se abrían como fauces cósmicas llenas de colmillos. Al abrirse, comenzaron a absorber todo a su paso.
—¡Maldición! —gritó Eldar, hundiendo sus garras en la tierra para no ser arrastrado—. ¡Brenda, no…!
Brenda corría con todo, pero la presión era abismal.
Aralim se la llevaba.
Arriba de la nave, la silueta del oficial de cabello rosa dejó a Sofía sobre la plataforma.
Y su cuerpo… se desvaneció.
Absorbida dentro de la nave como si se hubiese fundido con su núcleo.
El objetivo de Dravus era claro.
Sofía.
Y nadie sabía por qué.
—¡DEVUÉLVEMELA! —gritó Ian, enloquecido, la mirada reventando de desesperación—. ¡¡TE DIGO QUE ME DEVUELVAS A SOFIA!!
El oficial lo observó, sin pestañear.
—No será posible.
Ian frunció el ceño, los dientes apretados.
Makia, a su lado.
—Te juro… —gruñó Ian, con voz temblorosa—. Te juro por todo lo que queda en este mundo…
Si no me devuelves a Sofía…
Te mataré.
—No será posible. —repitió el oficial.
Ian rugió:
—¡¡¡DEVUÉLVEMELA!!!
…
A unos metros, el cuerpo de Godric flotaba inconsciente, siendo arrastrado por los ojos de Aralim.
Thorgar, testigo de la escena, paralizado entre dos lealtades.
¿Su deber como Capitán Monarca del escuadrón de Kraven?
¿Su promesa de lealtad?
¿O su corazón que temblaba al ver caer a un amigo y compañero?
Su alma eligió por él.
—¡GODRIC NO! —rugió, y sin pensarlo, saltó a tomar el cuerpo de Godric para salvarlo.
Brenda y Eldar seguían siendo arrastrados, sus pies arañando el suelo.
—¡Arma Táctica! ¡Flujo primario!—gritó Brenda.
Y de sus brazos, salieron cuerdas de energía viva, entretejidas por la nano tecnología. Una se ancló al suelo. Otra a un árbol. Anclándose, deteniéndose.
—¡Eldar! —gritó, y Eldar se sostuvo a una de las cuerdas. Ambos resistiendo.
Pero Dravus… no se movía.
La presión del ojo no le hacía absolutamente nada. Su capa roja ondeaba como si fuera viento artificial.
Y justo cuando Thorgar levantaba a Godric, aún inconsciente…
Dravus apareció frente a él.
—…No lo harás, traidor. —susurró.
Y de un solo tajo, le arrancó la cabeza.
El mundo se detuvo.
Brenda gritó del pánico.
Eldar se congeló.
Thorgar, Capitán Monarca…había sido asesinado como un insecto.
El cuerpo de Godric cayó al barro. Sin contención. Soltado.
La absorción de Aralim se lo tragaba.
Eldar lo alcanzo a tomar en el aire , pero el ojo de Aralim los tiraba con fuerza. No podían aguantar más.
Y en su mente… solo un pensamiento cruzó.
“Si no lo hago, vamos a morir.”
Brenda, atrapada.
Eldar, suspendido.
Ian, enloquecido.
Sofía, capturada.
Y frente a todos…
Dravus.
El monstruo que el cielo jamás debió escupir.