Lo único que necesito es respirar, respirar y respirar.
Muy profundo.
Llevo mas de cinco minutos metida en el baño, siento que el aire abandona mis pulmones desde el momento en el que abrí los ojos esta mañana. Recargo las manos sobre la puerta y cierro los ojos, aunque con esto solo logro que los recuerdos de ese maldito día regresen a mí.
5 años, 5 malditos años y sigue doliendo como aquel día en el que todo se derrumbó. No importa que hoy tenga el trabajo de mis sueños, una vida normal y un techo propio, los recuerdos del pasado no me dejan continuar como quisiera. Hoy hace 5 años que murió Hanna, esta fecha me marcó desde ese día y por mas que quiera no puedo olvidar su ultima mirada cargada de odio hacia mí. Si solo pudiera hacer algo para retroceder y que Hanna no hubiera llegado a casa en ese momento.
—Emma ¿estás bien? —pregunta Taylor desde afuera.
Sorbo por la nariz y limpio mis lágrimas, necesito fingir una vez más, para eso soy experta. Cojo un poco de papel y limpio la humedad de mi cara sin llevarme el maquillaje y hacer más desastre.
—Sí, ya voy.
Vuelvo a suspirar y abro la puerta, camino directamente al lavamanos y miro mi cara en el espejo sabiendo que ella no deja de observarme.
—¿Algún día querrás platicar conmigo sobre lo que te ocurrió? Cada año te pones así en esta fecha.
—Quizá algún día, vamos, tenemos trabajo y un jefe del demonio.
Hago bolita el pedazo de papel que lleva mis lágrimas y lo tiro a la basura, ojalá pudiera deshacerme tan fácil de las tristezas. El jefe nos encuentra saliendo del baño, con las manos dentro de los bolsillos y su sonrisa de lado tan picarona, a veces pienso que intenta algo conmigo cuando me mira de esa forma, pero cuando me doy cuenta que las mira a todas igual que a mi regreso a la realidad. Es tan mujeriego, jamás ha tenido una relación seria y aseguro que ni siquiera la quiere.
—Señoritas —dice e inclina la cabeza.
—Hola Harry —contesta Taylor sonrojándose.
Pongo los ojos en blanco y continuo el camino hacia mi oficina. Cuando cierro la puerta detrás de mí miro alrededor de todo esto. Hace un año que entré a esta editorial, la mas grande de Los Ángeles y hasta hace un mes atrás me nombraron jefa del departamento de ficción general, estoy tan emocionada y me parece completamente increíble hasta donde he llegado, la forma en la que llegué sin tener nada en las manos, trabajando en la cafetería de la universidad por medio día y los fines de semana en un bar para poder pagar mis clases, aunque muchas veces estuve a punto de rendirme, estuve a nada de mandar todo al carajo, pero ahora que estoy en mi propia oficina me doy cuenta de que todo valió la pena.
Hoy soy la persona que siempre quise ser, sin embargo, no estoy bien del todo. Me siento en la silla frente a mi escritorio, donde está mi computadora y un montón de papeles y recargo la frente en mis manos.
¿Algún día podré vivir sin tanto remordimiento? Algunas veces he soñado con Hanna, y en esos sueños ella me reprocha tantas cosas.
Por mi culpa se le fue la vida, destruí a su familia y aun así tengo la esperanza de que algún día tendré un poco de paz.
Meneo la cabeza y abro la computadora, abro el correo electrónico y comienzo a revisar uno por uno. Nos llegan tantas propuestas al día que es imposible revisarlas todas. He escuchado algunos compañeros decir que no los revisan todos, que solo leen los que mas les llaman la atención o a veces hasta al azar.
Eso me parece tan malo, hubo un momento de mi vida en el que pensé ser escritora y no me hubiera gustado que me hicieran lo mismo. Yo sé el esfuerzo y dedicación que se le brinda a una novela, sobre todo el amor como para que sea menospreciado así. Mi teléfono suena, pero dejo que lo siga haciendo cuando abro el correo que acaba de llegarme, lo abro y leo el contenido del correo.
Una novela que habla de lo prohibido, una historia de amor que nadie debe saber.
Llama tanto mi atención que descargo el archivo adjunto. Lleva por titulo prohibido y es de un autor cubano. Me gusta mucho cuando un hombre se dedica a escribir novelas de romance. El celular vuelve a sonar y lo saco del cajón del escritorio.
—Diga —contesto.
—¿Estás muy ocupada?
Es Alex, escuchar su voz siempre me relaja y me saca una sonrisa.
—Un poco.
—Lamento molestarla señorita, solo quería recordarle lo de esta noche.
—Jamás lo olvidaría.
—Me agrada saber que estoy anotado en su apretada agenda.
Dejo de lado la computadora y empiezo a hacer garabatos en una hoja de papel.
—Estás en el top de mi lista.
—Eso me agrada mucho más, no vayas a faltar, por favor.
Suplica.
—¿Cuándo te he fallado?
—Espera...
Doy una risita y finjo estar ofendida.
—Oye...
Ríe y suspira.
—Nunca.
—Ahí estaré.
—Perfecto.
Editado: 09.07.2023