Cap.1 *El concejo*

En el principio de los tiempos los dioses creadores admiraban la belleza de las estrellas, como forma de darle vida a las agrupaciones estelares crearon trece seres a partir del polvo de cada constelación. Materializando en la tierra lo que había en el cielo los marcaron en su muñeca como recordatorio de su procedencia.

Los dioses orgullosos de su creación les regalo el don de manejar uno de los cuatro elementos primordiales. Para mantener el equilibrio, les asignaron tareas específicas de acuerdo a las habilidades y algunas particularidades de la personalidad determinadas por cada astro.

 El mundo vivía en armonía, con la naturaleza respetando las leyes universales hasta que la guerra se desató cuando el signo ofiuco se hallaba en desacuerdo a cómo el mundo determinado estaba por las divinidades y sus reglas.

Los descontentos declararon la guerra con los dioses asociándose con las deidades oscuras. Los creadores se enojaron con aquellos que desafiaron el poder, desterrándolos de la ciudad, quitándoles el don que se les había otorgado y obligándolos a ocultarse dentro de las sombras. 

Cuenta la leyenda que para poder desterrar aquellos marcados por la oscuridad los dioses crearon un ser cuya alma estaba asociada a un animal con el poder de manejar las energías y el fuego celestial, las ninfas del bosque hicieron un pacto con los dioses ofreciendo a sus hijos como guerreros de la batalla, dando origen a las brujas elementales.

-¿Por eso es que los regidos por la constelación de Leo, nacimos para liderar?- Preguntó Lía mientras miraba los ojos color miel de su madre.

 -Exacto es por esa razón que tu padre es rey y tu su futura heredera.- Contesto- y una bella reina tiene que dormir temprano porque mañana tienes entrenamiento.

-¿Tú crees que la leyenda sea cierta?-. Indagó la pequeña.

Isis dio una media vuelta, la miró dulcemente con sus labios rojos carmesí dibujando una sonrisa.

-Las leyendas pueden contener un poco de verdad o ser una completa mentira, depende de lo que tú quieras creer-. Respondió dándole la espalda y agregando un poco de misterio a su respuesta.

Isis cobijo a Hana que se encontraba en la otra cama y salió del cuarto.

Lía no podía dormir, era la primera vez que escuchaba esa leyenda. Su madre siempre le había contado del inicio de su raza y de donde provenían sus poderes. Pero aquella leyenda le causaba un palpitar en el corazón.

Se levantó despacio, el reloj que estaba en la mesa junto a su cama marcaba las diez de la noche. Trató de no despertar a Hana que dormía profundamente a su lado, tenía solo tres años y no quería que comenzara una pataleta por no llevarla con ella. Así que se puso sus zapatos, ató muy bien sus cordones y salió de la habitación en silencio para no levantar a su madre que dormía en el otro cuarto. 

El pasillo oscuro estaba, la luz de la luna entraba por las grandes ventanas dando un aspecto un poco tenebroso al lugar. La gran biblioteca real quedaba en medio de largos caminos y al otro lado de la torre este.

Hace algunos meses descubrieron con Elin, que en medio de una de las grandes paredes se encontraba un túnel. Se adentraron en él llenas de curiosidad, y fue así como descubrieron que hacía el camino más corto en dirección a la biblioteca y la torre este.

Aquel pasadizo lo descubrieron por accidente mientras jugaban al escondite para superar el aburrimiento de estar siempre en el castillo. Desde entonces Lía se la pasaba la mayor parte del tiempo leyendo libros sin que nadie la observara.

El estrecho corredor pasaba por un gran salón donde se hacían las reuniones del consejo. Lía nunca había visto a la gente que se sentaba a debatir sobre el destino del reino ya que cuando ella pasaba por ahí el sitio se encontraba vacío. Hana y ella estaban aisladas en esa torre sur del castillo, sin tener contacto con ningún individuo aparte de los profesores, los sirvientes y sus padres.

 La sala del consejo estaba repleta de personas que no había visto, pero cada una tenía el collar de su casa en su pecho y el elemento que dominaban.La gran sala era amplia y llena de ventanas grandes, del techo colgaba un gran candelabro de cristal que aportaba una luz tenue al recinto.Cada representante sentado estaba en un círculo dividido por elementos, con su padre a la cabeza de este, a Lía le impresionaba como él se veía imponente, sentado como un verdadero rey y no le importó quedarse un poco más a escuchar. 

 -¿No crees que estás siendo un rey muy sosegado?-.Replicó.- Estoy seguro de que los dioses nos dieron las habilidades para que las podamos desarrollar, no con el pensamiento de que nos escondamos pacíficamente en las montañas-. Declaró un hombre alto y corpulento que tenía tatuado todo su antebrazo derecho, por lo que se podía observar del collar que se movía sobre su pecho se trataba de la casa escorpio, era el más joven del concejo y Lía no entendía muy bien a qué se refería.

 -La paz se ha mantenido por siglos desde el principio de nuestros tiempos, y no pienso crear una guerra contra los demás seres-. Proclamó el rey Aodh. - Sé que cuando murió tu padre ha sido un poco difícil para ti, pero sé cómo gran amigo suyo que una guerra no es lo que él hubiera querido.

 - Mi padre tenía una visión diferente, desde que murió dejándome a cargo de representar nuestra casa me he dado cuenta del potencial que poseemos. No quiero desperdiciar todo lo que somos. Los dioses nos crearon con un propósito. Sé que fue para gobernar el mundo. ¡Es que no lo ves! .- Exclamó. El cuerpo del representante se había tensado por completo colocando sus dos brazos sobre la mesa, posando su mirada fija en el Rey y alzando la voz eufórica. 

-Respeto tu posición para representar la casa escorpio, ya que era la voluntad de tu padre, pero deberías saber muy bien que sigo siendo el Rey, los dioses nos crearon no para gobernar el mundo, sino para mantener el equilibrio de este.