Cap. 4 *La Animaicirce*

Lía se había quedado perpleja al comentario de Elin, cómo era posible que el bosque las estuviera ayudando solo porque Hana perteneciera a él, nada tenía sentido.

Las tres se adentraron más en la espesura, hallando una fuente de agua cristalina. Elin sacó un bote y lo llenó por completo del vital líquido.

Era silencioso, no se escuchaba nada más que el ruido del viento y los pájaros dando una sinfonía nocturna. La oscuridad cubría como un manto sus ojos, la única luz provenía de las luciérnagas que brillaban de vez en cuando siendo el exclusivo destello que se contemplaba en medio de la noche.

Después de los repentinos acontecimientos del día, todas ellas se podían dar el gusto de descansar observando las estrellas. Lía por su parte tenía un montón de preguntas en su cabeza, pero no dijo nada, sabía que todas estaban agotadas, y habría tiempo en la mañana para poder sentarse a procesar por completo lo acontecido en el transcurso del día.

Elin se alertó con el ruido de los pájaros, cuando abrió los ojos miles de ellos estaban en los árboles observándolas con detenimiento.

Lia a no sentir el calor que emanaba el cuerpo de su amiga en su costado comenzó despertar. Elin sostenía su arco apuntando hacia el cielo las llamas salían de su flecha vigilante.

-Despierta Lia, hay muchas aves alrededor de nosotras.- Le comunicó.

Lia se levantó con su hermana en brazos, la pequeña bostezo mientras un diminuto pájaro se le posaba en su cabeza.

-Hana quédate quieta y no muevas ni un solo músculo-. Dijo Lia mientras dejaba a su hermana en el suelo sin apartar ni un momento su vista del diminuto pájaro amarillo que se posaba encima de sus cabellos batiendo sus alas.

-Pajaritos-. Balbuceo Hana con felicidad, mientras intentaba tocarse la cabeza.

El ave se alzó en vuelo y con ella la siguieron todas las demás.

Hasta ese momento ninguna de las tres se había percatado de lo hermoso y mágico que se veía el bosque a plena luz del sol.

Los rayos atravesaban las hojas dándoles una tonalidad anaranjada, el agua transcurría transparente dejando ver las rocas que se encontraban en el fondo y los pequeños renacuajos flotando en las orillas.

-¿Dónde estamos?-. Preguntó Lia sacudiendo las hojas que se le había enredado en el pelo mientras dormía.

-En el bosque Tivita-. Respondió Elin tomando su abrigo y llevando a Hana a lavarse el rostro en el arroyo.

-Sabes que hay muchas cosas que no entiendo, y no me estás dando ninguna respuesta.- Cuestionó Lia a su amiga parándose enfrente de ella con todo su cuerpo exigiendo claridad sobre lo que estaba sucediendo.

-Está bien-. Suspiro Elin. - Unos días atrás mi madre, conversó con la reina, quien exigía mi presencia en la sala. Comenzó a hablar de un bosque mágico que se encontraba a las afueras del castillo. Le entregó un mapa de dónde podía descubrir el lugar, ordenándole que las escoltara hasta ahí, ya que hallarían protección. Por prevención me hizo aprenderlo de memoria por si esta situación llegaba a ocurrir.

-Mi madre.- Sollozo.

El dolor de su recuerdo le daba una punzada en el corazón, anhelando volver a ver su rostro.

-Si-. Contestó. -La reina habló sobre una leyenda, asegurando que todo ello era real. Las Brujas elementales existen Lia, creo que tú lo entiendes bien, tu madre es una de ellas.

-Mi madre es una bruja elemental, eso no tiene sentido-. Objeto

-Lia ella nos dijo que tú entiendes bien la leyenda. La reina te lo contaba cada vez que tenía oportunidad, para que tú supieras de su existencia.

Eliana tomaba a la pequeña Hana en brazos mientras observaba a sus alrededores buscando un lugar para cazar.

-Si lo hacía-. Dijo mirando perdidamente el suelo.-Pero solo hablaba de cómo las ninfas del bosque hicieron un pacto con los dioses, dando origen a las brujas elementales. Todo ello para derrotar a los renegados y obligarlos a rendirse, no me platico de nada más.

-Las ninfas del bosque son originarias de Tivita y es exactamente en dónde estamos-. Informó Elin ofreciéndole la mano de Hana a Lia para que ella la cuidara mientras caminaba delante de las dos, atenta a algún animal que pudiera cazar.

-Entonces este bosque nos protegió porque venimos en nombre de mi madre-. Exclamó Lía con la mirada de incertidumbre en su rostro.

-En realidad no-. Replicó Elin.-Todo fue por tu hermana, antes de salir de los aposentos de la reina, ella confesó que Hana poseía los poderes de las Brujas elementales-. Dijo mirando el rostro de Lia quien sostenía a hana de la mano para pasarla por encima de una gran rama-. Es por ello que la pequeña puede controlar las plantas, una habilidad que nadie posee en la casa Terra, es única-. Prosiguió.

-Es por eso que nunca nos dejó salir del castillo, y no teníamos contacto con nadie más aparte de unas pocas personas-. Susurro.

Todas las respuestas a sus inquietudes caían con un gran peso sobre sus hombros, su madre intentaba proteger su inmenso secreto.

Elin se preparaba para cazar un conejo salvaje que se encontraba comiendo hierba cerca de un frondoso árbol, su flecha ardía en llamas escarlatas listas para atravesar el corazón del animal.

Lia observaba con detenimiento las proezas de su amiga.

La flecha salió disparada a gran velocidad con la flama ardiendo, cuando un enorme ave con plumaje café oscuro parecida a un águila, pero más magnifica e imponente, intercepta la flecha con agilidad, apagando la flama con sus gigantescas alas y el ondear del viento. La majestuosa criatura sobrevoló los grandes árboles dando dos giros en el aire antes de posarse en una rama observando con detenimiento a las tres intrusas.

-Creo que ninguna de ustedes debería estar en este lugar, y acabar con la vida de aquellos que viven aquí-. Rechisto.

La voz salía en medio de los árboles, si en esos segundos no hubiera aparecido una anciana separando las hojas de las ramas, las chicas no tendrían ninguna duda de que la gran ave les había hablado a ellas.