Capítulo I
──Rebeca, ¿aún no has terminado con lo que te pedí? ──pregunta mamá.
No tengo la fuerza para responder, por lo que es cuestión de tiempo para que ella venga directamente.
Mi cabeza pulsa con fuerza, sin decir nada, solo cierro los ojos buscando algo de alivio. Pero al escuchar los pasos de mamá acercándose, me enderezo de inmediato en la cama. Mi cuerpo entero tiembla ligeramente de frío, seguramente me estoy enfermando.
Mamá abre la puerta y me ve con claro enfado al verme aún en cama.
──¿Se puede saber por qué no te has levantado?
Ni me molesto en responder, no hay excusa que valga. Simplemente me levanto con cierta dificultad, sintiendo cierto dolor en las piernas.
──¿Me vas a responder o estoy hablando sola?
──Lo siento, mamá. Enseguida empiezo. ──Mi garganta duele, pero intento ignorar la molestia y hablar como siempre.
Estar enferma siempre me ha resultado incómodo, por lo que prefiero no decirlo o demostrarlo.
Ella se aleja murmurando quejas sobre mí, duele, pero no profundizo en ese sentimiento.
Abro el gabinete de mi estante para buscar un ibuprofeno que pueda ayudarme a sentir mejor, y, aunque me aterre el tamaño de la pastilla, me la trago con dificultad para así poder estar bien y no recibir más regaños ante la torpeza de mis movimientos.
Tomo toda el agua que puedo, con desesperación al sentir la pastilla aún en la garganta.
Una vez dejo de sentirla, suspiro de alivio.
──Que asco ──murmuro, dejando la botella de agua.
Odio tomar pastillas.
Me veo al espejo, haciendo una mueca al detallarme. La verdad es que me veo horrible y claramente enferma, por mucho que quiera descansar, dudo mucho que pueda hacerlo.
Recojo mi cabello en una coleta alta, y salgo de mi habitación. Papá se encuentra trabajando en silencio en la sala de estar como siempre, sin reaccionar a mi presencia cuando paso a su lado, demostrando lo sumergido que está en lo suyo.
Tomo la escoba y comienzo a barrer la casa, ignorando aquellas punzadas de dolor en la cabeza que se me exigían descanso. Tengo que respirar hondo para ignorarlas.
──Lo estás haciendo mal ──dice mamá.
Suspiro.
Llegan mis tías de visita, saludo con toda la amabilidad y alegría que tengo para no parecer una rara incapaz de socializar con normalidad. Solo que ellas rápidamente desvían su atención a otro lado en lugar de responder cuando les pregunté cómo estaban.
No puedo culparlas, hablé demasiado bajo.
Entonces una de ellas se acerca a mí.
──Oh, estás barriendo ──musita, entonces me evalúa con atención──. ¿Te sientes mal?
──Solo me duele la cabeza…
──¿Ajá? ──pregunta de forma distraída, volteando para hablar de otro tema con mamá.
Aprieto los labios.
Estoy más que acostumbrada a eso, por lo que simplemente vuelvo a mi tarea. Viendo de reojo cómo ellas hablan animadamente.
Quiero acercarme y volverlo a intentar, pero me da cierta timidez hacerlo. La idea de hablar de una forma muy rápida o muy baja, me consume y me hace entrar en pánico. No quiero ser objeto de burla en este momento.
Entonces mamá se acerca a mí.
──No terminaste de limpiar y ya llegaron ──se queja viéndome con total desaprobación.
Bajo la mirada.
──Lo siento ──es lo que pude decir, no tengo la fuerza para llevarle la contraria.
Ellos se reunieron en la sala, noto cómo papá deja de trabajar para participar en la conversación.
Mmm.
Cuando termino, recojo todos los artículos de limpieza que usé, dejando todo en el mayor orden posible para que mamá esté satisfecha. Y al estar cerca de la sala de estar, sin ser vista, sus palabras llegaron a mis oídos.
──Y entonces, Rebeca se dedicó toda la mañana a dormir sin hacer nada.
Son las diez de la mañana. Pienso con cierta ironía.
Esto es más normal de lo que parece, nunca he entendido por qué siempre que doy un paso no es suficiente.
Ya llegué a un punto donde considero que el problema de todo esto soy yo.
──Ella es un caso perdido, ¿cómo hará cuando esté sola? ──preguntó una de mis tías.
Comienzo a juguetear con mi cabello.
──No lo sé, es completamente floja, hay que estar detrás de ella para que haga algo ──respondió otra de ellas.
Me recuesto contra la pared. Miro el techo, escuchando la conversación como toda una masoquista.
──¿Algún día se interesará por participar más en las conversaciones? ──pregunta nuevamente mi tía──. Es llegar y verla seria como siempre, no habla, no tiene iniciativa, no es nada sociable. Eso es de mala educación.
Casi quiero reír, ella fue la que me dejó para hablar con mamá. Ya ni las entiendo.