Bailando Hacia Ti (colección: Cde #1)

Capítulo VI

Mi corazón comenzó a extrañarlo de inmediato, la paz que siento a su lado no lo experimento con nadie, y no estoy exagerando. Me encuentro observando de la manera más disimulada que puedo por la ventana, esperando verlo, aunque sea un poco, pero no he tenido suerte.

Las horas se me pasaron lentas y cada segundo parece ser eterno, me sorprendo al darme cuenta de lo desesperada que me encuentro para que la clase termine, solo para verlo.

Y así fue, solo que la sorpresa fue más agradable, porque al salir de mi aula, él ya se encontraba en la salida, esperándome. Y más allá estaba Mario, parecía algo pensativo hasta que se dio cuenta que lo estaba viendo.

──Adiós ──dice Mario mientras se aleja, sacudiendo una mano en mi dirección, me despido lo mejor que puedo de regreso.

──Voy a tu casa más tarde ──le dice Cristian.

Mario asiente.

──Claro, hasta luego, López.

Me muerdo una uña; por alguna razón, me encanta escuchar su apellido.

Apenas pusimos un pie fuera del edificio, él vuelve a pasar un brazo sobre mis hombros, parece encantarle abrazarme y a mí que lo haga. Ver su mano, de reojo, sobre mi hombro me hizo sonrojar.

Caminamos hacia mi casa, yo solo escucho cómo él guía toda la conversación, con sus anécdotas personales y todo sobre él, básicamente. Le encanta ver anime, leer mangas, jugar videojuegos y cocinar. Sus anécdotas sobre lo último son las mejores; todos los primeros intentos fallidos de cada receta me hacen reír cada vez más.

──Cuéntame de ti ──pide. Y en ese instante muere el encanto de la conversación.

Porque yo me paralizo, de nuevo. Él sintiendo mi rigidez decide soltarme, en un claro intento de darme espacio para relajarme.

Odio esa pregunta, nunca sé cómo hacer una introducción a mi vida, me resulta de lo más estresante.

──No hay mucho que contar ──musito.

──Seguro que sí lo hay.

──La verdad no ──digo sin muchos ánimos.

──Vamos ──me anima chocando su hombro contra el mío──, sé que hay algo, algo que no sean los videojuegos, algo te debe gustar, algo te debe apasionar.

Creo que es la primera vez que me hacen esa pregunta.

Miro al frente y veo la calle de mi casa, por lo que detengo mis pasos y él hace lo mismo. Que respete mi límite me conmueve.

Volteo a verlo, algo cohibida.

──Me gusta bailar.

──¿Qué tipo de baile?

──Me encanta el ballet.

──¿Lo bailas?

──Muy poco ──miento.

──¿Por qué muy poco?

Bajo la mirada, algo avergonzada de la verdadera razón.

Sí bailaba y mucho, pero lo dejé. Pienso en decirle una de las muchas excusas que le había dicho a mi familia, de las muchas mentiras que me dije a mí misma en el momento en el que lo dejé.

Pero al mismo tiempo… siento que puedo ser honesta con él, me siento cómoda a su lado y eso es agradable, por lo que hago mi mejor esfuerzo y soy honesta por primera vez en mucho tiempo.

──No me siento lo suficientemente buena para hacerlo.

──Mientes ──dice de inmediato.

Levanto la mirada para verlo algo sorprendida.

──¿Cómo dices?

──Seguro eras muy buena en eso ──responde con firmeza, completamente seguro de sus palabras.

Me quedo en silencio, viéndolo.

──Nunca me has visto.

──No es necesario hacerlo, cualquiera que te conozca, sabe que eres buena en algo que te apasiona, porque das todo de ti. Así como cada día en clases.

Su mirada me pone tan nerviosa, que desvío la mirada. No estoy acostumbrada a que me digan cosas así, por lo que estoy sin palabras.

──Bueno… ──musito mientras retrocedo──. Supongo que nos vemos.

Cristian se acerca y, en un movimiento rápido, me besa la mejilla con más seguridad que esta mañana. Esta vez sí me quedo totalmente quieta cuando él permanece allí, con sus labios pegados a mi piel.

Siempre que besa mi cabeza, pasa esto: se queda tan quieto, que no puedo evitar quedarme quieta también, ambos pareciendo completamente a gusto con la cercanía.

──Descansa ──murmura sin apartarse──. ¿Algún día te veré bailar?

No puedo negarme si me lo pide así.

──Tal vez.

──Genial, eso me encantaría. ──Planta otro beso y se separa; verlo me deja sin aliento.

Está completamente sonrojado.

Mi corazón comienza a latir con demasiada fuerza, me siento hipnotizada por el tono miel de sus ojos, y un sentimiento que estaba ignorando vuelve con fuerza para crecer en mi pecho. Podría ser la verdadera felicidad, aquella que había estado buscando y anhelando. Él ha sido la única persona que se ha tomado el tiempo suficiente para ver cómo soy yo en realidad, y aunque nunca me ha visto bailar, no duda en creer en mí.




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