Bailando Hacia Ti (colección: Cde #1)

Capítulo XXXI

No soporto ser la novedad o el centro de atención, y a pesar de todo ese caos, otra parte de mí quiere conversar con naturalidad. Solo que tengo tanto miedo a decir algo mal o que me vieran raro, que me quedo completamente paralizada.

Parezco una niña pequeña.

──Rebeca, él es Daniel. ──presenta y le sonrío, Daniel extiende su mano para estrecharla con la mía──. Tiene quince años, pero es idiota y loco como todos, no te sorprendas.

Daniel se ofende.

──El loco eres tú ──gruñe──. Aunque nadie le gana a May.

May le arroja un trozo de pan, no puedo evitar reír.

Los tres primos comienzan a hablar sobre otros temas, tal parece que a Daniel le gusta mucho el dibujo. Se molestan entre ellos, pero se nota que se cuidan. No tardo en notar que Daniel comparte la ternura de Cristian.

Y al detallar a todos un poco, me doy cuenta de Cristian tiene razón, la mayoría son pelirrojos, pero entre todos, el más llamativo es el de mi novio.

Entonces sus hermanas comienzan a hablarme, todas al mismo tiempo.

──¿Estudias cierto?

──¿Cuándo te gradúas?

──Me encanta tu cabello, ¿dónde lo cortaste?

Mi cabeza da vueltas.

May, que se encuentra frente a mí, me mira con algo de pena.

¡No me veas así y ayúdame!

Una de las hermanas, enrolla su brazo con el mío.

──Yo sé que seré la cuñada favorita ──declara.

──Ya quisieras, Karen.

──Lo seré. ──responde con seguridad y voltea hacia Cristian──. Nadie puede tocarle ni un solo cabello negro, ¿verdad, Cristian?

Él sonríe.

──No, nadie. ──Se acerca y besa mi mejilla, causando que todos chillen en la mesa.

Me acurruco a Karen, que me abraza con más fuerza.

──¿Cómo está Mario? ──pregunta Karen. Noto como la mamá de Cristian hace una mueca, y también como May deja lo que hace para escuchar──. Tiene tiempo sin venir.

──Él está muy bien.

──¿Se está portando bien?

──Sí, sí. ──asegura y Karen asiente satisfecha.

Ni tan bien, pasa más tiempo en dirección que en el salón de clases.

──Deberíamos ir todos a casa de la abuela, queda aquí cerca. ──propone la mamá de Cristian, mirándome nuevamente emocionada──. Así podrás conocerlos a todos.

Ay, no.

Entonces Cristian se levanta de un salto.

──Muy bien, suficiente. ──dice, recogiendo nuestros platos──. Nos iremos a comer en la habitación, les dije a todos que es tímida y parecen querer comérsela viva.

──Estamos algo locos, ¿no lo sabias, Cristian? ──dice otra de sus hermanas entre risas.

──Míralo de esta manera, si ella sobrevive a toda la locura y no sale huyendo, entonces habrá superado la prueba ──comenta Karen.

──No hay ninguna prueba que superar, tómenlo con calma, dejen de asustarla ──responde en un regaño.

Cristian me mira y me hace una seña para que le siga. Yo solo miro la mesa, temiendo pararme, tropezar y caer.

May se apiada de mí y salta a mi rescate. Toma mi brazo y me levanta de la silla, todo mientras me dedica una sonrisa comprensiva. Volteo para despedirme con la mano, algo apenada por irme de esta manera. Pero todos y cada uno de ellos me miran con picardía.

Enrojezco de inmediato.

¿Por qué a mí?

May me deja en la habitación con Cristian y cierra la puerta para darnos privacidad.

Mis ojos se inundan en lágrimas sin poder evitarlo.

──Oye, oye. ──llama Cristian tomando mi rostro──. Lo lamento mucho, no debí… debí esperar… lo lamento, solo no llores, por favor.

──De seguro ya piensan mal de mí.

──Claro que no, Rebeca. Ellos saben que eres tímida.

──Debí poner más de mi parte. ──digo, sintiéndome completamente frustrada por no ser capaz de hacer algo tan simple como hablar.

──Ballerina, estuviste perfecta.

──No pude decir más de dos palabras.

──No te preocupes por eso, nadie te está diciendo nada malo.

Apoyo mi cabeza en su pecho, completamente avergonzada.

Él coloca sus manos sobre mi cintura, sus dedos se cuelan bajo mi blusa, acariciando mi piel. Aquel gesto me hace suspirar, liberando parte de la tensión que siento.

──Tranquila, Rebeca, poco a poco. Ellos te adoran en serio, verás que con el tiempo te sentirás cada vez mejor y en confianza.

No lo veo posible, tengo veinte años y aún no me siento en confianza con mi familia.

Subo la mirada, Cristian se acerca para juguetear mi nariz con la suya, sonrío un poco ante ese gesto y termino de acercarme para besarlo. Es un roce tan suave e íntimo que es lo que me calma por completo.




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