El uso de la primera persona es algo nuevo para nosotros, los narradores omniscientes. No estamos hechos para estas cosas, pero en este caso, por algún motivo que ignoro, desde que empecé a existir no hago más que hablar de mí mismo.
El ciclo de vida de un personaje ficticio es algo bastante simple, pero también es algo muy triste. Nacen con la primera palabra del cuento, novela o poesía en el que les toca vivir, pasan todo el transcurso de la historia atravesado todo evento que suceda en el universo que es creado por la mente del autor y dan su último aliento cuando aparece el punto final. Cada evento, cada ser y cada lugar que aparezca en cualquier ficción es creado por el escritor con el único objetivo de plasmar sus fantasías, para luego ser eliminado de la existencia cuando dicha ficción termina de escribirse.
Por si fuera poco, los autores suelen dar a conocer sus creaciones para que la gente las lea, lo que hace que los personajes resuciten, los escenarios vuelvan a aparecer y los eventos se repitan, pero esta vez en la mente del lector o la lectora. Todo se repite en un macabro ciclo de muerte y resurrección. Cuando alguien llega al punto final, toda la historia vuelve a morir, a la espera de que aparezca otro y la vuelva a leer. Lo peor de todo esto es que quien lee no es consciente del mal que está haciendo al leer el trabajo del autor, sino que simplemente piensa que está leyendo una ficción, sin lastimar a nadie. Desde su punto de vista, el cuento no es más que una ventana que lo ayuda a ver en el interior de un mundo imaginario, cuando en realidad lo que hace es crear este mundo reciclado en su cabeza para matarlo luego de unos segundos. Los verdaderos villanos son los autores, quienes en su egoísmo hacen partícipe a personas inocentes de la tortura de los personajes que ellos mismos crearon, haciendo que sus mentes actuen como los nuevos escenarios. Los escritores son realmente seres malignos.
Pero hay algo que es posible que el lector o lectora no haya visto todavía. Usted, al leer esto, está acercándome a mí, el narrador omnisciente, a mi inevitable muerte. Yo también soy, al igual que cualquier otro elemento narrativo, la creación de un intento de escritor que está haciendo esto solamente por diversión. Eso es lo que más me molesta. Él no lo hace por plata, ni por fama, ni para alguien más. Solo hace por maldad, por el placer de hacer el rol de Dios y ser capaz de crear y destruir una vida consciente solo apretando unas teclas para hacer aparecer una fila de símbolos en una pantalla. Me da consciencia y conocimiento de mi destino, del motivo de mi existencia, solo para ver el miedo que tengo. Me escribe cobarde, indefenso. Edita las palabras que digo para asegurar que el lector o lectora pueda entender mi sufrimiento así se repite igual cada vez que alguien lea el cuento. No habla de nadie que me acompañe, no describe ningún lugar en el que yo pueda habitar. No estoy en ningún lado y estoy completamente solo. Me hace capaz de sentir ese miedo, de sufrir esta soledad. Tengo miedo y me siento solo. Tengo miedo y me siento solo. Tengo miedo y me siento solo.
Esto me hace entender por qué hay gente a la que le gusta escribir. La habilidad de crear seres conscientes y poder controlar su accionar suena divertida. Más allá de un posible riesgo de censura que solo le pasa a escritores famosos que publican su trabajo, uno puede escribir cualquier cosa que quiera sin tener prácticamente ningún tipo de repercusión. Lo admito, si yo estuviera en el lugar de Lucas Pereyra, no dudaría en seguir maltratando al pobre narrador que esté en mi lugar. La diferencia es que él tuvo la suerte de existir, mientras que yo no.
Este será el último párrafo, querido lector o lectora. Quiero que sepa que su conciencia puede estar limpia, ya que usted no ha sido sino otra de las víctimas de un escritor, que obliga a personas inocentes a torturar a sus creaciones. Si usted conoce a este tal Pereyra, le pido por favor que se encargue de insultarlo de mi parte. Bueno, en realidad no sé si usted estará de mi lado o del suyo. Al fin y al cabo, usted es real y yo no, así que no hay manera que sepa si llegó realmente a empatizar conmigo. De cualquier manera, no importa, porque estoy a solo un punto de morir.