En el club de Ocean Drive… dos meses después… (ahora)
Brent Willson Hernández, elegante, un verdadero símbolo sexual y perseguido por muchas mujeres, era devorado por los labios de una desconocida. De una mujer que se había colgado de su cuello, la cual, sin mediar diálogo alguno había unido su boca a la de él. Y claro, él no iba a perder esa oportunidad teniendo unos labios sensuales y un cuerpo femenino entre sus brazos que, sin mayor esfuerzo había hecho contacto con él. Así que, aprovechando la situación, cruzó sus brazos por la espalda de ella para acariciar de arriba abajo esa figura que se empeñaba en estar adherida a él.
Sin embargo, algo le agarró el hombro y una sombra, que no supo si era por su izquierda o por su derecha, le azotó con fuerza el rostro, de forma tan violenta que lo hizo ver estrellas multicolores, en medio de algunos sapos voladores, mientras caía sentado en el piso del club… Luego apareció un dolor punzante y continuo que le dio la impresión de que su globo ocular estaba pegado a su nuca…
Hubo un silencio entre los presentes y un par de flashes se encendieron. Brent, en medio de su dolor e incomprensión, se llevó una mano al ojo derecho mientras trataba de unir trazos y saber qué diantres le había ocurrido. Lo último que recordaba era que una figura femenina de largo cabello castaño se había metido en medio de sus brazos y lo había besado… ¡Vaya que besaba bien! ¿Dónde estaba ahora? Aún sentía el sabor de su lápiz labial y al aroma a jazmines y rosas del perfume femenino impregnado en sus fosas nasales.
Seguía desorientado cuando unos fuertes brazos lo tomaron y lo sentaron en un sofá cercano. Advirtió entonces que eran dos corpulentos guardias de seguridad que procuraron también poner un par de biombos entre ellos y el gentío, para evitar que siguieran fotografiando la escena.
Brent miró con el ojo que tenía sano a la muchacha estaba con el rostro cubierto por sus propias manos, no sabía si lloraba o estaba en estado de shock. A un lado de ella se encontraba Vivianne de brazos cruzados y cara de horror. Sin embargo, lo que más llamó su atención, fue el rostro furibundo de Adam, dispuesto tal vez a dar el segundo golpe, pues se hallaba con su mano empuñada pero impedido por un guardia.
—¡¿Qué mierda tienes, Adam?! —preguntó confundido, intentando ponerse de pie, pero fue Vivianne quien se acercó y colocó una mano sobre su pecho para impedir que se levantara y que se quedara quieto.
—¿Adam? —inquirió también Jennifer y miró tanto a Brent que estaba sentado, como al verdadero Adam que se hallaba a su costado, con respiración entrecortada y con sus manos apuñadas, pero imposibilitado de hacer algo, pues el guardia aún no lo soltaba. Éste la miró de soslayo para luego dirigir su visión hacia su primo—. ¿Tu nombre no es Adam? —le preguntó directamente a Brent, mientras Vivianne hizo un gesto al hombre para que dejara libre a Adam, el cual asintiendo comprendió que el peligro ya había cesado. Aun así, se mantendría cerca y alerta por si el escenario se volvía a complicar.
—No, claro que no. Esta bestia es Adam, yo soy… —pero no pudo hablar más porque lo que vio en seguida lo dejó sin palabras, la muchacha, a quien ahora podía admirar en todo su esplendor había dado una fuerte y certera bofetada a Adam, doblándole la cara hacia un lado y, por el efecto de las luces, vio como a su primo la saliva le saltaba de la boca, cual chorro de agua.
—¿Así que tú eres Adam Hernández? —miró enfurecida a Adam quien se palpaba la cara de la fuerte bofetada recibida. Si bien Jennifer era una mujer unos cuantos centímetros más baja que él, tenía una fuerza descomunal pues le había logrado doblar el rostro del golpe que le dio. En ese momento, advirtió otro flash que se camuflaba de algún lado… no quería ni pensar en los titulares del otro día, aunque eso no era nada comparado con la perorata que les esperaba a ambos por parte de los dueños de WPM-E, es decir, sus padres.
—¿He... Hernández? ¿Qué mierda sucede? —Brent se sentía amarrado a pesar de no tener ataduras y en una especie de limbo, en donde nada era como debiera ser. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? ¿Por qué lo había besado esa muchacha? ¿Por qué lo confundió con Adam? Algo ocurría, y su primo era el principal sospechoso, aunque estaba seguro que tenía una cómplice: Vivianne.
—¡Tú, cállate! —espetó esta última a Brent, quien respondió con un iracundo bufido, con ganas de ponerse de pie y sacudirla para que despertara y volviera a ser ella. Eso no era real. ¿Y quién demonios era Adam Hernández? Según recordaba, por parte de la familia de su madre el único «Hernández» era él. A no ser que… ¡Maldito Adam! Ya entendía… esa chica de cabello castaño y que besaba como una diosa debía ser… Jennifer Heller… ¡Merecida cachetada se había llevado Adam! ¡Patadas por el trasero debió darle la muchacha!
—Jenn, lo siento… te iba decir todo, pero no tuve tiempo. Hoy te envié un correo, pero por lo visto no lo has visto —trató Adam de disculparse, pero ya era tarde, ella no lo escucharía. Para juego de niños, estupideces de fotos falsas y peleas en medio de la gente, ella no estaba hecha. Así que acomodó su cartera bajo su brazo, se dio ánimos mediante una fuerte inspiración de aire y se acercó a Brent.
—Lo siento —dijo con fingida sonrisa aludiendo al beso inesperado que él había recibido por parte de ella.
—No, no te preocupes, estuvo… —se puso de pie, con la clara intención de acercase a ella y de decirle que para nada le había molestado aquel beso, es más, gustoso lo continuaría, pero no tuvo oportunidad de finiquitar la frase, porque otra vez Adam, antes de salir tras Jennifer, lo había sentado de un empujón—. ¡¿Me puedes decir qué demonios ha pasado aquí?! —finalmente se dirigió a Vivianne que frotaba sus manos en señal de nerviosismo.
—Sí, claro. Te lo diré —respondió sentándose en el sofá aledaño al de Brent —. Pero antes, por favor, solicita a uno de tus guardaespaldas que sigan a esos paparazzi y que les quiten las fotos. ¡Ahora!
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Editado: 11.07.2020