Charlie Y Los Espejos Malditos

Capítulo 6:

—Jack, necesito a Jack —dijo Charlie apenas vio el espejo.

Volvió a su habitación corriendo y como se lo esperaba, el espejo estaba, también, esperando por él. “Quizás así se la llevó” pensó. Pero, algo no tenía lógica, solo vio ese espejo, no obstante, el que le regaló a su madre no estaba. ¿Cuál de los dos se la llevó?, Iba a necesitar ayuda y solo podía pensar en su amigo del otro lado y ahora lo necesitaba más que nunca. Así que, sin pensarlo dos veces, entró.

Se demoró un poco en abrir los ojos. Tenía miedo de aparecer en otra parte, pero  la voz de su amigo Jack hizo que toda esa preocupación se esfumará.

— ¿Charlie?, ¿Qué haces aquí? ¿No te dije que tenías que tener cuidado con tu espejo en la noche? —le regañó. Aunque parecía más preocupado que enojado.

—Mi madre ha desaparecido y creo que se la llevó el espejo que le dí —le confesó angustiado. Jack estaba sorprendido.

—¿Estás muy seguro que fue su espejo?

—Si, lo estoy. No sé qué hacer. Todo esto es mi culpa. Perdí a mi papá y ahora a mi madre...¡Díos mío!

—¡No, no dig…! —fue muy tarde para detener la oración de Charlie. Jack no le había contado que no podía decir las palabras “Díos, ángeles, arcángeles, etc”. En resumen, no podía pronunciar ningún nombre o palabra de un ser divino.

Charlie se percató que todos los espejos del cielo se movieron y apuntaron, rápidamente, en dirección a su amigo y al mismo tiempo. Se asustó de inmediato. Eso no se veía nada bien.

Jack miró a Charlie por unos segundos.

—Charlie no mires y quiero que sepas que no te culpo y no es tú culpa.

Y apenas terminó de decir eso; los espejos se lanzaron como dardos hacia Jack.

Charlie no cerró los ojos. Estaba viendo cómo él era atravesado por los billones de espejos al mismo tiempo. Eran tan rápidos que Jack ni siquiera podía alcanzar a decir una palabra y el piso no se demoró nada en llenarse de sangre.

—¡Paren! ¡Dejen a Jack, maldita sea! —gritó desesperado, mientras iba a socorrer a su amigo. Sin embargo, los espejos no se detenían. Se dio cuenta que cada espejo lo apuñalaba o atravesaba una sola vez y luego se quedaban quietos. Una apuñalada por espejo. Cuando estaban todos listos, paraban y se quedaban incrustados en el cuerpo de Jack.

Cuando todo paró, Charlie se sentó a su lado y lloró por él, se reprochó por haber hecho, no sabía qué. No obstante, sabía que era su culpa. Él cometía un error tras otro.

Le acarició como pudo la frente, a pesar de que se iba cortando con el filo de los pequeños vidrios en el proceso. Ya no le importaba el dolor. No podía soportar… esto. No podía soportar nada más.

—Lo siento mucho. Lo siento, lo siento, lo siento mucho, Jack... —a Charlie se le quebró la voz y lo peor de todo, era que el espejo más grande que había en el cielo; fué el que le cortó a Jack el cuello y ni siquiera se lo cortó del todo. Y ahora no había manera de sacarlo, de hecho, Charlie no podía sacar ningún espejo del cuerpo de su amigo, era como si fueran parte de él.

Al ver a Jack agonizando, no pudo contener el llanto. Ya no sabía que había más; sangre o lágrimas. 
Entre su interminable llanto, de repente escuchó la voz de alguien. Miró hacia todos lados (aunque veía algo borroso por las lágrimas), no vio a nadie.

—¿Quién está ahí? —gritó temeroso y casi sin voz.

No hubo respuesta. Pensó que se lo estaba imaginando. Empero, volvió a escuchar la voz. Cómo no encontró a nadie en el lugar, se concentró en escuchar, pero quedó sorprendido cuando la voz le dejo:

“Charlie, soy Jack. Mi cuerpo está destruido, no obstante, mí ser no. No llores más. Sal de aquí antes de que sea tarde y vuelve mañana, durante el día”.

—¡Pero no quiero dejarte solo! — pero, Jack insistió.

“No te preocupes. Mañana podrás ayudarme. Solo hazme caso y ven durante el día y así, podrás ayudarme”.

Charlie no quería dejarlo así. Aunque, muy en su interior, sabia que él tenía razón. Si se quedaba por más tiempo no podría salir y no podría salvar a nadie.

—Lo haré. Mañana vendré sin falta. Quiero que sepas que, lo siento —a Charlie ya le escosian los ojos de tanto llorar—. Nos vemos mañana, amigo —se despidió Charlie.

“Adiós, Charl” —fué lo último que escuchó de Jack.

Al volver a su habitación, no sé percató de que Emilia estaba sentanda en una de las esquina de su cama. Charlie se asustó de inmediato. Se puso pálido. Él no quería contarle nada a ella, no obstante, ella lo había visto salir. Emilia también estaba demasiado sorprendida. Charlie le dijo que por hoy, quería estar tranquilo y le prometió contarle todo mañana.

Al día siguiente, Emilia se encontraba mirando con recelo en dirección al espejo de su hermano. Charlie iba a tener que contarle todo, aunque no le preguntaría en ese momento, ya qué ayer su hermano salió con los ojos hinchados y muy rojos, suponiendo altiro, de qué algo lo hizo llorar.

Charlie había dejado que su hermana se quedara observando el espejo. Bajó a tomar algo de agua y se topó con su tía Helena y al verla, recordó que su madre seguía desaparecida y que ella solo era su reemplazo.

—Hola, Charlie ¿dormiste bien? —aquella pregunta hizo que su estómago se revolviera, junto con unas horribles ganas de vomitar. Aún no podía superar lo de anoche. Le hubiese gustado decirle que había dormido excelente, pero no. Se sentía vacío y a él no le gustaba ser falso o mentir.

—No dormí para nada bien. Extraño a mamá, mucho —. Helena lo miró con compasión. Ella podía sentir el dolor de Charlie. Así qué, intentó con todas sus fuerzas, consolarlo.

—Vamos, no te preocupes mucho. Hoy iré a la comisaría y acompañaré a los policías con la búsqueda. Así qué, tendré que pedirte que te quedes con tu hermana hasta las cinco. Ya les tengo todo preparado. Toda la comida está en el refrigerador, solo deben calentarlo, ¿Okey?. Encontraremos a tu mamá, estoy segura.

—Bueno, tía —le respondió, sin ánimo.




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