CAPITULO PRIMERO
Sobre los sueños y la Moral
Una brisa abrazadora envuelve una mañana de abril, el silbido disimulado del viento corre por entre las rendijas de un departamento cálido.
Es hora de iniciar el día, Victoria se queda tendida en la cama pensando en lo que será el día, llena de incertidumbre por su futuro.
Corre, corre y en su afán oye a Satie, su favorito en el piano, aunque su favoritismo con Chopin, lo deja a Satie en un segundo lugar.
Los arreboles que reciben la mañana, el ruido incesante de los autos, personas corriendo a sus labores matutinas, todo, todo se convierte en un ir y venir para Victoria que aterrada vive soñando con huir.
El día parece un Deja Vu constante, no hay día diferente, se detienen sus sueños, a quién culpar… veamos… ¿A la falta de tiempo? ¿A la falta de oportunidades? ¿A la falta de dinero? ¿A ella misma? Victoria se cuestiona todo esto camino a su trabajo, y ahí no paran sus pensamientos, “sus pensamientos van a mil por hora”, como ella suele decir.
Abre sus apuntes y anota;
En mi intento de huir de la tristeza y las lágrimas, siento que he muerto, es como si todos los focos de mis sentimientos se hubiesen fundido de repente. Me da miedo aceptar la idea que he analizado una y otra vez, ¿me equivoqué entonces en mi tan anhelado deseo?
(¿) Es entonces la felicidad, un algo tan vil, que no merece ser sentido y por esa causa la vida tiene un favoritismo con la tristeza (?)
Hice todo, al pie de la letra los requisitos de los que la gente y estudiosos decían podrían servir para obtener la felicidad, la felicidad no es un algo que se obtiene. Tan angustioso ha sido para mí, tan triste, que cada paso sirvió. Pero es que la felicidad te roba los sentimientos, se los come sin piedad, los devora completitos hasta los huesos. Huiré de ella, no la soporto, se ha robado mi esencia, mi melancolía, mis medios de expresión.
La felicidad es un algo tan liviano que no se siente.
¡No quiero nada!
Despierto en la madrugada algo desconcertada el sueño se va y la angustia me invade ¿Qué se supone que debo hacer con mi vida? ¿O qué requisitos debo seguir para sobrevivir a las lágrimas?
Quizá es algo paradójico, pero en la mañana me es difícil levantarme, es una necesidad enorme por no despertar, a quedarme tendida el resto del día, entiendo que no es debilidad, pero no quiero sentir vulnerabilidad, no quiero sentir que me he rendido, entonces a regañadientes regreso al plano de la realidad y me ducho. Baño cada parte de mí, lavo con cuidado cada sentimiento y lo regreso a su lugar, no me desharé de ninguno, ellos son parte de mí, son mi esencia. He reflexionado acerca de darles rienda suelta, pero no, he entendido que debo manejarlos, con mucho cuidado, ellos son míos, yo no soy de ellos.
Victoria escribe todo aquello que la perturba, tiene la extraña creencia de que su cabeza puede estallar un día si no drena por completo sus pensamientos.
Su labor en el trabajo es simple, debe cuidar de las flores bajo una carpa que cubre toda su área. El calor a medio es sofocante, pero no ha tenido más opción que aprender a apreciar y valorar su trabajo.
Y es que de eso se hablaba mucho en el pueblo, cualquier mujer que trabajase en flores, independientemente de quien fuese, ya lo era.
Victoria sabe ser astuta en sus respuestas, y mas cuando se trata de un pisoteo ajeno, pero a ella misma no se sabe enfrentar.
Vivía sola en un departamento, su sueldo cubría lo básico; renta comida y pago de sus facturas.
- ¡Cuando será el día en que me quede para un pancito! -Decía, burlándose con su amiga, en esa visita semestral- Bien Yan, empecemos con las confesiones de tus pecados en este último semestre…
-Vicky… y si te consigues un Sugar Daddy…
- ¿Eso existe? ¿un papi dulce? ¿Qué es? -Repetía Victoria divertida-
- Vicky que desactualizada, o sea un patrocinador ¿Me entiendes? -Yan le hacia gestos de complicidad, Victoria reía ahora nerviosa y sorprendida.
- No Yan, no quiero que alguien me eche en cara lo que me da, eso jamás, sabes que soy independiente con mis gastos -Yan la interrumpe-
- Vicky. No necesitas que te alcance para un “pancito” mira tus sueños, tus deseos, tus caprichos ¿eso no hace parte de tu búsqueda para ser feliz? Y… justamente puedes conseguirlo al alcance de un Sugar.
- Que locuras dices Yan, y de donde se supone que saque un Sugar. – Pregunta Victoria con sus ojos muy abiertos y expectante - además tendré que dormir con él, ¡No! Ni de chiste.
- Vicky, no insisto, esta bien, pero piénsalo, no me respondas ahora, piensa bien, de que te sirve matarte trabajando, si, cumples tus sueños, pero llegaras cansada, quizá hasta te conformes con lo que logres, así sea poco. Solo piensa en tus sueños, en tus comodidades, además no le harás daño a alguien, tu Sugar sabrá para qué lo quieres…
Como era costumbre de ambas se volvían a hablar después de pasado mucho tiempo. Mientras tanto Victoria siguió con normalidad sus días. En las mañanas su trabajo y después de las cinco sus clases de música, la música le daba algo de forma sus sueños, aunque no era por completo lo que buscaba, soñaba, soñaba con ser de todo, pero su escaso tiempo y cansancio no le permitían hacer todo lo que deseaba.
Victoria es una chica de tez blanca, pequeña en estatura, delicada y hermosa, pero insegura de si, tímida y nerviosa. Aun así, portaba carisma, sencillez y nobleza. Su sensibilidad hacia que las personas se sintiesen extrañamente atraídos hacia ella. Entre sus conocidos e incluso familiares se dudaba de su verdadera sexualidad, ya que a su edad tan solo había tenido un novio que nunca le gusto. Lo tuvo para demostrar que si gustaba de los hombres.