La gente suele decir que William se parece mucho a mí, y cuando lo veo caminar hacia mi encuentro, compruebo de que cada vez se parece más.
Will dejó crecer su cabello azabache, de forma que se le presentan unos pequeños bucles en las puntas, como a mí. El estilo le queda hermoso, pero al parecer, él prefiere esconderlo detrás de su gorro de lana gris.
Es recién cuando deja de observar su móvil que me presta atención, y al verme con sus ojos marrones, le niego con la cabeza. Sabe que si algo no me gusta de la actualidad, es la gente idiotizada con la tecnología en momentos donde no es debido.
Una sonrisa angelical se presenta en su rostro, y me recuerda a cuando era pequeño y la abuela apretaba sus mejillas regordetas. Bueno, hasta el día de hoy lo sigue haciendo. Y, por más pena que me de, también lo hace conmigo.
—No me regañes a esta hora de la mañana, por favor —me dice al llegar, con un brillo especial en sus ojos chocolate—. Soy sólo un adolescente.
Al decirme esto, hace pucheros, lo que me lleva a quitarle su gorro de lana y despeinar su cabello. Cosa que odia, pero en cierta manera, estamos a mano.
Cuando deja de insultarme, vuelve a esconder sus bucles, y me observa cual asesino a su presa.
—Te detesto, Gia Elizabeth.
—No me llames por mi segundo nombre, August.
Su rostro se transforma como si hubiera olido algo feo, y no lo culpo, le dije a mi padre que Will iba a odiar ese nombre de la misma manera en que yo odio mi segundo nombre.
—¿Podemos irnos de una vez? Estoy llegando tarde —lo miro de mala manera. Si es así, no es por culpa mía, fui puntual—. ¿Cuánto me has esperado? ¿Diez minutos? Superalo. Además, si no tuvieras el auto en el taller, hubiéramos llegado a horario.
Empieza a caminar hacia donde sea que esté el lugar del que tanto me estuvo hablando desde que me pidió que lo acompañara.
—Diez minutos en tu realidad. Media hora en la mía. Superalo, nada —lo empujo de forma juguetona, y me repite el movimiento—. Ya, basta. Respeta a tu hermana mayor —rueda los ojos—. ¡Hey! —atino a quitarle el gorro una vez más, pero se defiende y nos reímos—. ¿Y bien? ¿Saben papá y mamá? —ladea con la cabeza—. ¡Will!
—Saben que quiero estudiar música, sí. Pero no saben que estoy contigo, yendo a donde en verdad quiero hacerlo.
—¿Qué quieres decir?
Suspira y mete sus manos dentro de su chamarra de algodón.
—Mamá quiere que estudie con los señores Morrison —lo dice sin ánimo y sonrío—. Y quiero a los señores Morrison, siempre son buenos conmigo. Pero… no quiero estudiar música con ellos, lo intenté y me aburrí. Quiero pasarla bien mientras lo hago, quiero disfrutarlo —me mira con esos hermosos ojos, acompañados por esas largas pestañas ¿cómo puede ser que el muy maldito las tenga y yo no? —. ¿Está mal?
Edmond y Tiana Morrison, son la pareja vecina de mamá y papá. Me vieron crecer, y ahora están viendo crecer a Will. Son adorables, yo los amo. Todo el vecindario los aman debido a su enorme bondad y simpatía.
Y entiendo si Will no se siente motivado en sus clases. Hay una enorme diferencia de edad entre ellos, y por ende, mucha diferencia de pensamientos, gustos musicales, realidades, y tiempos.
Estoy segura de que Will, al nombrar a sus artistas favoritos, los señores Morrison se sintieron perdidos, y le hablaron de otros artistas a los que Will ignora, o no tiene conocimiento alguno.
—No, no está mal. Y lo entiendo, quieres a alguien más joven —suspira aliviado y asiente—. Pero si está mal que le ocultes esto a nuestros padres. Así que, si luego de la clase, te sientes cómodo, hablaremos con ellos ¿de acuerdo?
Asiente y sonríe.
—Él es sensacional, Gia.
—¿Quién?
—El profesor.
—¿Y cómo lo sabes?
—Tiene su canal en YouTube. A ese tipo lo consume la música, y no exagero —vuelve a sonreír, y detiene sus pasos—. Llegamos.
Se trata de una pequeña casa de color azul. La única colorida en la manzana en donde nos encontramos, eso me agrada. Mientras las otras residencias se muestran un tanto aburridas con sus colores apagados, esta le da más vida al todo. Incluso el patio delantero es hermoso, hay muchas flores coloridas, todas muy bien cuidadas.
Will se acerca a la puerta blanca, lo sigo y toca timbre. Pero la música adentro está tan fuerte, que dudo que escuche que estamos llamando.
Sin embargo, mi hermano sonríe ante la canción que está sonando, y vuelve a tocar timbre, seguido de un leve golpe en la puerta.
—Basket case, Gia —dice feliz. Para alguien que el día de ayer limpio su departamento con Miley Cyrus de fondo, Basket case me suena a nada.
La música se baja, y se escucha que alguien se está acercando.
—Llegas tarde —dice esa persona del otro lado, y abre la puerta. Cuando nos encontramos con el chico, mi corazón late con fuerza ¿acaso es…? No, no lo creo ¿o si es?
¿Es Steven, o estoy equivocada? El recuerdo que tengo de Steven es un tanto diferente al chico que tengo frente a mí, ya no hay barba de días, y su cabello castaño está corto, ya no cae sobre su rostro. No sé si estoy equivocada, o no, pero el chico me resulta familiar.
Los ojos color miel del chico caen en mí, y me estudia por completo de pies a cabeza. Cuando vuelve a mis ojos, alza ambas cejas, y medio que sonríe.
Mis ojos también lo estudian. Ambos estamos siendo dos detectives, sólo que uno de nosotros sonríe ante el descubrimiento del caso.
—Lo siento, tuve problemas para salir de mi casa —se excusa Will.
—Tienes mi número, podrías haber avisado —le responde el chico, dejando de mirarme—. Pero por esta vez lo dejo pasar —sus ojos vuelven a mí—. ¿Y tú eres?
—Ella es mi hermana —responde Will—. Pero nos puede esperar afuera mientras tenemos la clase.
—¿Qué? De ninguna manera te dejaré solo con un extraño.