Como estrella fugaz

CAPÍTULO 12: EL CHEF Y LA AUTORA BEST SELLER.

La semana transcurre lenta, demasiado lenta. Pareciera que hace dos semanas es miércoles, en serio, no exagero para nada.

Es realmente insoportable cuando sucede eso con el tiempo, cuanto más quieres que llegue algo, más se tarda el todo.

Sí, quiero que sea sábado de forma inmediata. Quiero saber a dónde me va a llevar Steven, la curiosidad me devora a cada minuto.

Siento mucha, pero demasiada ansiedad. Y por otro lado, me siento extraña. El hecho de saber que hace mucho no me siento así por un hombre, revoluciona todas y cada una de mis emociones. Las mismas están a flor de piel, sintiendo todo, incluso hasta sintiendo miedo.

Hay veces que se recomienda avanzar, aún con miedo. Y supongo que hacerlo, es sólo para valientes ¿acaso soy alguien valiente?

Me estoy entregando por completo a lo desconocido, así que supongo que sí, eso me vuelve una valiente. Pero no me siento así en absoluto.

Como sea, debo dejar de darle vueltas al asunto. Hace media hora estoy detenida en la misma página del manuscrito que estoy corrigiendo. Debo darle acción a los personajes, y darle pausa a mis pensamientos.

Pero cuando quiero concentrarme en la historia, mi móvil vibra en señal de la llegada de un mensaje. Desbloqueo la pantalla, y me encuentro con un mensaje de Steven. En ese instante, los personajes de la historia de amor desaparecen, y mi completa atención está en él.

Muy mal, Gia Beckman, tú no eres así. Maldito seas, Steven Fry.

 

Gia Beckman, puedo hacerte una pregunta?

 

Claro, dime.

 

Los días tienen 24 horas, cierto?

 

Cierto. Esa es tu pregunta? Vaya duda existencial....

 

No, esa no es mi pregunta. Si el día dura 24 horas, por qué hace 85 que es miércoles?

 

Leo el mensaje y sonrío.

 

Bueno, no sabría qué decirte. Para mí está durando 98 horas.

 

Ufff... eso es mucho, no crees?

 

Demasiado, diría yo

 

Comprendo. Y por qué esperar al sábado si o si?

 

Porque es lo que acordamos

 

Sí, pero, haces algo hoy?

 

Me temo que sí. He quedado en ir al cine con Will

 

Bueno, qué vamos a ver?

 

Jaja, disculpa?

 

Steven no me responde, pero a diferencia de ello me llama. Sonrío, niego con la cabeza, y atiendo.

—¿Te acabas de invitar solo? —digo a modo de saludo y se ríe.

—Puede que lo haya hecho para ti, pero no es así.

Frunzo el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Anda, dí algo, mi amigo —dice Steven y alguien más se ríe. Conozco esa risa, sólo conozco a una persona con risa de cerdo: William.

—¡Yo lo invité! —grita mi hermano.

Cierro los ojos, y ambos se ríen, como si estuvieran frente a mí, viendo mi reacción.

—¿Con qué has sobornado a mi hermano? —le pregunto a Steven y hace un sonido como si le hubiera roto el corazón. Tal cosa me hace rodar los ojos.

—Gia Beckman, es muy feo que pienses eso de mí. No he sobornado a nadie, sólo soy un maldito genio para tu hermano, y por eso me ha invitado.

Sonrío negando con la cabeza.

—Como sea, tú invitas las palomitas.

—Siempre y cuando sean saladas.

Tanto Will como yo hacemos un sonido dando a entender el asco que eso nos produce. Steven se ríe.

—Nada de eso, las palomitas tienen que ser dulces —digo.

—Ustedes los Beckman no entienden nada.

Me río.

—Como sea, salgo del trabajo y paso por ustedes.

—De acuerdo, chica agenda.

Suspiro, se ríe, su risa me hace sonreír, pero le cuelgo sin decir más nada.

Bueno, supongo que esperar al sábado no va a ser tan largo con este corte de semana.

 

 

 

Tengo un manojo de nervios mientras más me acerco a la casa de Steven. Y cuando lo veo junto a Will, parado en la vereda, mi corazón se acelera. No es normal que lata tan rápido, ¿cierto?

Cuando me ve llegar, me sonríe, y es esa maldita sonrisa la que puede aún más conmigo. Si es eso posible. Bien, esto está siendo demasiado. Auxilio.

Mi hermano se sube al asiento trasero, mientras que Steven es mi copiloto, ambos se suben hablando de algo que desconozco por completo, pero se los nota muy entusiasmados.

Hasta que por fin me ven, y me saludan. Will se queja de mi música, como siempre, y conecta su móvil al estéreo, alguien grita desde los parlantes y empieza así un lío de instrumentos. Tanto Will como Steven mueven sus cabezas al ritmo, mientras que yo no comprendo nada.

Para cuando llegamos al cine, y apago la música, mis oídos me agradecen. Pero Steven y Will siguen iguales de eufóricos, siguen cantando, incluso hasta hacen el sonido de los instrumentos.

Hasta que, finalmente, y por suerte, se quedan en silencio, con una sonrisa en verdad satisfactoria en el rostro. Me agrada saber que tienen una buena relación, y mucho más me gusta saber que Will en verdad disfruta de las clases de Steven.

Me encargo de sacar las entradas, mientras que ellos van en busca de las palomitas, que, por supuesto terminaron siendo dulces.

Tuvimos la suerte de conseguir entradas para una función que está a nada de empezar, así que ya nos encontramos en la sala, esperando mientras salen los anuncios.

—Tengo muchas expectativas sobre esta película —dice Steven—. He oído muy buenas críticas.

—Sí, yo también —agrega Will—. Aunque también he oído buenas críticas acerca de Joker, y no fue para tanto, no es tan genial como la pintan.

—¿Qué? —decimos con Steven al unísono, y miramos a Will que se encuentra sentado en el medio.

—Eres demasiado joven para comprenderlo —digo.



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En el texto hay: musica, amor, vida

Editado: 24.09.2020

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