Como estrella fugaz

CAPÍTULO 13: CUANDO LO INTENSO ES BUENO.

Llega el día, finalmente el sábado se hace presente en la ciudad. La espera se hizo larga, el momento se hizo desear, y mucho. Y aquí estoy, aguardando a la espera del mensaje de Steven.

Y mientras espero el mismo, observo las gotas de lluvia que se deslizan por la ventana de mi habitación. Sí, al clima no se le dió por estar de nuestro lado, pero como Steven dijo que no se suspendía por lluvia, no hay nada que me preocupe. Sólo me pregunto una y otra, y otra vez, a dónde me va a llevar. La intriga me devora a cada segundo.

Hasta que mi móvil suena ante la llegada del mensaje de Steven, por lo que desbloqueo la pantalla y leo:

 

Te estoy esperando abajo, en la camioneta que ya conoces

 

Sonrío, cojo mis pertenencias y salgo. Por suerte Lisa no está y no me voy inundada de sus interrogantes.

Cuando llego a la entrada del edificio, me encuentro con la camioneta, y con Steven que me saluda desde el copiloto. Luego sus ojos caen en mi paraguas colorido, y niega con la cabeza, baja la ventanilla y saca la cabeza para hablarme.

—Sin paraguas —dice.

—¿Qué? ¡Estás loco! ¡Mira como llueve! —le grito desde el resguardo de la entrada.

—Oh, vamos, ya has bailado bajo la lluvia, ¿qué te va a pasar si caminas hacia aquí sin paraguas?

—Tuve un resfriado luego de ese baile.

—Pero tuviste también un buen beso, ¿cierto?

Sonríe confiado, pero es cierto, lo fue.

—Vaya, que confianza.

—Desde aquí veo tus mejillas rojas.

—Te odio.

Se ríe, sube la ventanilla y me hace señas para que me suba a la camioneta. Suspiro, y corro hacia el lado del copiloto. El muy maldito tarda en abrirme la puerta, finge no saber como hacerlo. Está buscando que lo insulte, pero no lo voy a hacer, y cuando se rinde, cuando nota que no va a provocar que lo insulte, me abre la puerta.

Me siento y me cruzo de brazos, mientras que él se parte de la risa.

—Quiero escuchar la serie de insultos que hay en tu mente —dice.

—Steven Fry, llévame a donde sea que vayamos, o voy a tener que asesinarte.

—¿Con tu boca y tu lengua?

Lo dice de una forma tan provocadora que me niego a verlo para encontrarme con un gesto igual de provocador, así que en su lugar, me cubro el rostro con ambas manos y se ríe.

Finalmente emprende viaje, y yo ya me siento un tanto acalorada. Bien. Casual. Super normal.

Steven propone variar la música, por lo que pone una canción él y luego yo. Y obviamente que nuestras preferencias no pegan ni con el mejor pegamento del mundo, pero de cierta manera disfruto de los acordes locos de su estilo, y él disfruta de mi estilo pop y tranquilo.

Hasta que, sin querer queriendo, damos con una canción que a él le gusta tanto como a mi. Se trata de Love you like a love song de Selena Gomez. Tal vez sea algo antigua, pero me sigue gustanto tanto como la primera vez que la escuché, y Steven se sabe la letra de principio a fin.

Nos reímos, y la disfrutamos tanto, que Steven volvió a darle play y la revivimos aún mejor que la vez anterior.

Luego volvemos a variar la música, pero cada tanto tarareamos los acordes de Love you like a love song y nos reímos.

Pongo atención a la carretera, y noto que nos alejamos bastante de la ciudad, y que de hecho pasamos el lago donde estuvimos la última vez.

Steven propone juegos viajeros, los cuales me encantan porque me recuerdan a cuando era niña y hacíamos lo mismo con mi familia.

Jugamos a todos los juegos habidos y por haber, y con ello he notado que Steven es bastante tramposo, y que lo niega como todos los tramposos lo hacen.

—Llegamos —dice y estaciona la camioneta frente a una cabaña de madera, el verde de los árboles del fondo le dan un belleza aún más particular. Como si el lugar fuera ideal para la pequeña cabaña.

A la derecha hay juegos para niños, algo antiguos por cierto, como si nadie le hubiera dado uso desde hace tiempo.

Me bajo de la camioneta, y observo de mejor manera el lugar. Ya no está lloviendo, pero el cielo indica a que en cualquier momento vuelven las gotas furiosas.

Subo las escaleras de madera que llevan a la cabaña, y en el ático me encuentro con una pequeña mesa y dos sillas. Hay una nota allí,debajo de una piedra para que no se vuele, la cojo y leo:

Que tengas un buen fin de semana, pequeño Stev

Volteo y me encuentro con Steven, le entrego la nota y sonríe.

—Para ella siempre soy un pequeño —dice y frunzo el ceño—. La señora Pam, ella y su esposo Samuel cuidan de la cabaña.

—¿Los has dejado sin hogar?

Se ríe.

—Claro que no, jamás lo haría. Están en la casa de su hija, paso a buscarlos hoy temprano —Steven observa la naturaleza que nos rodea—. Vaya, hace mucho no venía.

En su rostro hay nostalgia, observa cada rincón del lugar con ojos brillosos y cada tanto sonríe.

—¿Es tu cabaña? —pregunto.

—No, era de mi abuelo. Aunque bueno, la dejó a mi nombre, pero no es mía. Sigue siendo toda suya, donde mire está él y toda mi infancia a su lado—eso explica los juegos abandonados de niños—. Vine una dos veces luego de su muerte, esta sería la tercera. Venir acompañado es otra cosa —me mira y sonríe. Sus ojos se encuentran lagrimosos, así que me da la espalda, se refriega los ojos, o eso parece que hace, vuelve a mirarme y actúa como si no se hubiera quebrado, así que por respeto a él finjo lo mismo.

—Es una cabaña muy hermosa, Stev.

—Lo sé, y por dentro es mejor, así que entremos que está refrescando, y tomemos algo calentito.

Me sonríe, y le respondo con una sonrisa también.

Y Steven tuvo razón, el interior de la cabaña es más hermosa aún. Es muy hogareña, muy iluminada, y espaciada, lo cual me sorprende. O quizá ayuda la escasez de muebles.

Al entrar, automáticamente damos con la sala. Hay un viejo televisor, que va a juego con el sofá a cuadros ubicado en el centro, el mismo también es antiguo, pero se encuentra bien conservado y cuidado.



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En el texto hay: musica, amor, vida

Editado: 24.09.2020

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